De todos los argumentos contra los vegetarianos que he oido en toda mi vida, el más ridículo es el de los comillos. Esos dientecillos romos de los que la gente está tan orgullosa son, por tamaño y por poco afilados, inútiles para cazar presas y para desgarrar carne o tejidos. Colmillos son los de un perro, un lobo, una hiena, un león...Pero lo que tenemos nosotros son, para decirlo pronto y rápido, inútiles en la naturaleza.