Hoy no aguanto.
Todo a mi alrededor me parece ofensivo, intolerante, insensible e impositivo.
Si se me ocurre poner una mala cara al sentir repugnancia cuando huelo un cadáver que está a punto de ser devorado, soy el malo. Si se me ocurre salir de una sala donde están teniendo una orgía alimenticia a base de despojos de seres sintientes, soy el radical.
No puedo evitar sentirme mal, no puedo insensibilizarme. No quiero volver a ver un filete y pensar que es una cosa. Solo tengo una razón: No es una cosa, es el fruto de la muerte de alguien, sin necesidad.
Y es que día a día me intentan hacer creer que mi raza es superior, que mi país es mejor, que mi vecino es mejor, que tengo que aprovecharme de los débiles…
Todo esto resulta demasiado dual. Por un lado matar focas está mal y es una barbaridad, pero por otro torturar cerdos para exponer trozos de su cadáver en nuestras cocinas, es una maravilla, patrimonio y orgullo de mi comunidad.
Si se me ocurre expresar mi opinión y defender a los animales, la gente me mira asqueada. Supuestamente piensan que el radical soy yo, por no querer torturar, cortar, abrasar, desollar, quemar, experimentar y vestirme con las pieles de nuestras víctimas. Por no querer tomarme una bebida con la secreción mamaria de nuestras esclavas, o hacer una guerra con el fruto del sufrimiento de las gallinas. Por llamar cadáver a un cadáver, y por decir las cosas simplemente como son, no intentando apelar a los sentimientos de la gente o a su mala conciencia, simplemente exponiendo hechos.
El radical soy yo.
La gente se ofende si les comparo con sus perros. Ellos son “mejores”…
¿Qué os hace mejores, nazis? ¿Quién hace las leyes si no vosotros?
“Es legal matar animales para comer”. Evidentemente. Porque tú haces las leyes. Pero tengo una noticia: Estas no son sagradas. Aunque lo creas. Ningun dios ha bajado del cielo que yo haya visto para dictarlas. No es escepticismo, es que desde luego no tengo que hacer ninguna clase de esfuerzo teórico ni de fe para ver como sufren los animales en la Tierra.
Todo el día intentando acordarme de lo buena que es la gente para otras cosas, del amor que pueden mostrar cuando quieren, solamente para poder aguantar el asco que me dan cuando veo que no les importa en absoluto el torturar a otros seres que sienten lo mismo que ellos, simplemente por placer. Decir que está mal, que es éticamente incorrecto, me convierte en un fascista. Que ironía…
Todos los meses tengo un día en el que lloro para desahogarme, porque ya no aguanto entre tanta injustica, entre tantos velos y mentiras, entre tanta gente que usa la razón solamente para lo que quiere, y para lo demás dice que lo natural es hacer X cosa.
¿Cómo no inundarme de ira cuando la gente que quiero prefiere ser gregaria a buena persona? Quizás nunca llegen a saber esto, pero un tremendo malestar inunda mi pecho y arde en mis sienes en esos momentos. No lo exteriorizo para no quedarme solo. No se en que me convierte eso a mi.
El que no sabe, no sabe. Pero el que sabe y mira para otro lado, no es mejor que un colaboracionista nazi, alguien que acepta un esclavo como regalo, o un troglodita que usa la garrota como método persuasivo para llevarse a la hembra al huerto. Todo es imposición, y la sociedad lo abala.
Yo dejo que la gente se entere con tolerancia, amor y cuidado, me esfuerzo en no hacerles sentir mal cuando me explico. Pero no me digas que “es una decisión personal” porque hay muchos involucrados en tu decisión, que no pueden elegir ni decidir si ser comidos. NO es inocuo.
¿Cómo aguantar ser el malo mientras el resto de la humanidad se esfuerza en hacer de la tierra el infierno de los animales?
Yo quiero que vengáis y me digáis que hago mal para poder mejorar. Para hacer de este un mundo más justo. ¡Venga! Dime que producto explota a los seres humanos. Tampoco lo comprare. Siempre hay alternativas.
Y tu…¿Qué haces por mejorar la realidad? Es solo una pregunta como cualquier otra. Entonces, ¿Por qué te ofendes?