Últimamente he detectado un ingente aumento de la información sobre la peligrosidad de diferentes grupos de alimentos. Parece existir ahora la tendencia interesada o desinteresada de la infusión del miedo alimentario.
No es extraño encontrar webs, o blog que bajo llamativos titulares declaran la guerra a determinados alimentos, en un principio considerados inofensivos y a veces incluso saludables.
No es extraño encontrarse con noticias del tipo "Cuidado con la soja", "Los peligros de la patata", "los cereales: asesinos silenciosos", "las legumbres son mortales para el hombre"....
No entro yo a cuestionar la veracidad de los estudios particulares en los que estas alertas se basan o fundamentan, sino en la falta de responsabilidad profesional del iniciador de la campaña.
Este problema se acentúa en entornos de restricción dietética, como es el caso que no ocupa en este foro.
Las personas que frecuentan o participan en este foro, están de una u otra manera vinculados con la dieta vegetariana. Una dieta vegetariana, más o menos estricta, requiere que los sujetos que en ella basan su alimentación tengan ciertos conocimientos de nutrición.
Cuando digo ciertos conocimientos de nutrición, me refiero a unas nociones básicas de composiciones alimentarias, es decir, deben saber qué son las proteínas, los glúcidos, los lípidos, de qué elementos estructurales están formados, por qué son necesarios, cuáles son los minerales y las vitaminas que requieren ingerir por vía dietética para que su organismo sea capaz de funcionar correctamente, cuáles son los nutrientes esenciales que deben ingerir a través de la dieta porque su organismo no puede sintetizar, cuáles son los nutrientes limitantes a los que deben prestar gran atención para poder beneficiarse de una dieta completa y equilibrada, etc.
En una sociedad como la actual, en la que la presión mediática, y los cánones artificiales de belleza han propiciado un aumento desmesurado de los trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia apelo a la ética médica a la hora de emitir comunicados sensacionalistas.
Si una personas, en nuestro caso vegetariana, de repente se enfrenta a que comer cereales, legumbres o algunos tubérculos es malo, se queda en un situación de indefensión psicológica altamente peligrosa: No puedo comer carne, ni pescado, algunos ni huevos ni leche, y ahora tampoco cereales, ni legumbres, ni...¿qué como yo ahora?
Este tipo de mensajes, a veces con criterio científico basal, suponen un verdadero peligro social.
Es cierto que algunos cereales tienen 6000 años, y que el hombre tiene 2000000 de años, y que en la actualidad ingerimos alimentos "nuevos", a los que probablemente nuestro cuerpo no se hubiera enfrentado antes, pero en ellos radica la evolución. Es imposible alimentarse de los mismos alimentos que componían la dieta del ser humanos hace 20000000 de años, tan sencillo como que las circunstancias, el entorno, la flora y la fauna, han cambiado en estos 2000000 de años. No podemos abnegarnos a lo que algunos denominan paleodieta, sencillamente porque ya no estamos en el paleolítico.
Nos enfrentamos a nuevos alimentos constantemente, nuevas frutas, nuevos cereales, nuevas algas...que nuestro cuerpo no las haya ingerido de modo habitual, no indica que no esté adaptado, o pueda adaptarse a digerirlos y asimilarlos.
Puede ser cierto, o serlo o no serlo, que las solanáceas, como las patatas o algunas legumbres sean tóxicas, que la brasicaceas como la soja pueda contener bociógenos, que la gliadina del trigo sea menos digerible que otras proteínas, pero, sea o no sea cierto, recuerdo a todos los médicos, nutricionistas, naturópatas sensacionalistas y resto de profesionales de la salud que cuando escriban un blog, artículo, o reflexión en un medio público anunciando los teóricos peligros de un alimento, OLBIGATORIAMENTE, y en respeto de la responsabilidad profesional y la ética deben sugerir alimentos nutricionalmente equivalentes a los criticados para que las personas que, a su juicio y comprensión, se hayan formado una opinión informada y decidan abandonar el consumo de dicho alimento dispongan de un sustituto que les cubra las necesidades nutricionales que el alimento criticado y abandonado contenía.
Todo esto ya no lo opino como experto en metabolismo, sino como ciudadano preocupado, sino llegará el día que por miedo y desconocimiento no podamos comer nada o que en algunas personas con tendencia a desarrollar un trastorno alimentario esto actúa de desencadenante de una enfermad complicada de curar y de terribles consecuencias.
Comamos más tranquilos, y seamos sensatos a la hora de crear alarmismo o de interiorizar los creados por otros.