Hace años tuvimos una discusión por alguna tonteria y acabó gritando como un poseso, lanzando vasos contra la pared y dando patadas a las sillas. Después de eso estuve un par de meses si aparecer por casa, pero mi madre no paraba de llamarme, que si en navidad vendrás a comer, que tu sobrina pregunta por ti, que hay que saber perdonar, que tu tampoco eres perfecta... total, que volví a comer allí los domingos, aunque no hablo apenas con él. Pero ni se ha dado cuenta; el va soltando sus rollos, el trabajo, su hija, la novia, lo que sea, cuando hace una pausa para respirar me mira y digo "ajá", o "es verdad", y ya sigue con lo suyo otra media hora. Nunca me pregunta por nada de lo mio, parece creer que solo existo para escucharle, darle la razón y ser la tercera en los juegos de mesa que le compra a su hija.