Los estudios, los estudios. Si hubiera tiempo suficiente. Si no estuvieran presentes tantas preocupaciones en la vida del adulto y de algunos -diría que muchos- niños y adolescentes: el trabajo, el banco; pagar la electricidad, el agua, el gas natural, etc. Creo que nos pasaríamos la vida estudiando o haciendo lo que nos produjera más placer y no habría más problema.
Lástima. Tal visión, sólo podría ser anhelada por un niño o un adolescente repleto hasta la médula ósea de candidez. Creo que ése es mi caso.
En fin. Desconozco por entero cuál será la calidad de la educación en la universidad venezolana. La educación media es muy, pero muy, pero muy mala. Dice un conocido o amigo mío (no sé cómo llamarlo) que la diferencia es abismal. ¿Serán legítimas, entonces, aquellas advertencias que tanto nos hacían los adultos de que la universidad nos devoraría vivos? ¿O es un cuento, como el coco y el ratón de los dientes?
Y claro. Evidentemente, la familia, el núcleo familiar es el primer contacto del hombre con el mundo. Sin su protección, tengo entendido, se puede dar lugar a auténticos cataclismos psicológicos, inclusive psiquiátricos. Pero yo estoy en la etérea frontera entre la adolescencia, ficción creada por las sociedades industriales, y la adultez. Así que si hay un problema con eso, tendrá que ser tratado o por mí mismo o con un profesional. No creo que haya un modelo de paternidad perfecto. Porque los padres son diferentes todos y los hijos también son diferentes todos. Afirmaría que si las partes son así, entonces el todo -la familia- también será así. Mas creo que en ese caso incurriría en una falacia de composición. Así que no haré tal cosa.
Creo que en este punto, el esfuerzo es inútil. Creo haber leído que tú te independizaste a los dieciocho años, Sarmale. Así que probablemente te parezca motivo de hilaridad. Pero yo soy terriblemente dependiente de mis padres. Y me siento bastante distanciado de lo que podríamos llamar el «adolescente venezolano promedio». Que frecuentemente cae en las siguientes tres opciones: o es un malandro (delincuente), o estudia/trabaja o ambas cosas. Donde yo estudié la mayoría de los alumnos eran bastante pobres y sus familias eran horrendas. Creo que gozo de numerosas prerrogativas, en ese sentido, al menos. Así que no me puedo quejar. Supongo que por eso mi madre no para de atormentarme con historias de personas con distintas problemáticas, para que "madure" y no sé qué más.
Yo, con trabajar, no haría absolutamente nada. Mi padre me dio 700 Bs. para que los gastara en cosas que quisiera o necesitara, y que procurara no gastarlo en libros. Pasaron los meses y el dinero seguía allí. Yo no tengo nada, salvo por los libros, que me importe lo suficiente como para gastar mi dinero en ello. Me resisto a potenciar el ordenador. Me resisto a cambiar de teléfono por uno más moderno. Me resisto a comprar ropa y zapatos. Con lo que tengo me basta. Si alguien quiere vivir así y tiene conocimiento de las consecuencias que eso implica, me parece perfecto. Yo no soy así y espero no serlo nunca. A veces trabajar, me da la impresión, es como ser un artefacto o una pieza perteneciente a una máquina. De súbito, toda libertad se disuelve. De pronto la vida humana se trastorna y en lugar de ser una vida entregada al amor, al dinero, al conocimiento, a la religión o a lo que sea, pasa a ser mera supervivencia. Entonces la existencia se vuelve monótona. Se sacrifica todo para que la comida nos llegue a fin de mes. No es sólo que no esté dispuesto a aceptar este modelo, que me parece ominoso, sino que ni siquiera estoy dispuesto a aceptar que otras personas vivan así.
Pero es ineluctable. Me hace recordar a una viñeta leída en el libro Introducción a la Sociología de Ann Levine y Richard J. Gelles. Parafraseando, en ella un padre y su joven hijo charlaban. El padre le pregunta al hijo: «¿Cómo te gustaría que fuera tu trabajo?». A lo que éste responde: «Me gustaría que fuese un trabajo flexible, un trabajo divertido, un trabajo que realmente me gustara hacer, donde me llevara bien con mis compañeros, donde recibiera un salario digno, etc». Y el padre dice finalmente: «Entonces no quieres trabajar». Claro que en su contexto, se usaba para dilucidar cómo el hombre también es, aunque en menor grado, una víctima de las sociedades sexualmente estratificadas. En fin...
Supongo que apreciaría más el dinero si me tratara yo de uno de esos jóvenes tan pobres. Que tienen que ayudar a sus padres a vender frutas en el mercado local. Quién sabe, a lo mejor no uso el dinero hoy, pero lo uso mañana.
Pero, ¡es que tener que perderme de un estudio riguroso y metódico de Aristóteles, Santo Tomás, Hume, Husserl, Wittgenstein, Strawson y Deleuze para estar ocho horas frente a un ordenador haciendo facturas me disgusta tanto!
Y tendrás que enseñarme el truco de aprobar estudiando veinte minutos antes del examen.