Acabo de hacer un descubrimiento sorprendente: he fijado a grandes rasgos mis postura sobre la bondad o maldad del hombre.
Lo digo porque, como sabéis, muchas de las teorías políticas más exitosas de los últimos siglos (desde el liberalismo hasta el anarquismo, pasando por el socialismo en sus diferentes formas e incluso por los conservadurismos) se han basado en una determinada concepción a priori del ser humano. Es lo que los teóricos políticos del siglo XVIII llamaron el "estado de naturaleza".
¿Cómo era el hombre antes de ser un hombre social, si tal cosa existió? ¿Era bueno, feliz y cooperativo, o era malo, embrutecido, egoísta y antisocial?
Las teorías antropológicas que más me convencen hablan de un estado de naturaleza relativamente feliz. El hombre vivía en pequeñas comunidades altamente igualitarias, cooperativas y solidarias. Sólo cuando los recursos empezaron a escasear, cuando esas comunidades vieron peligrar su sustento, se empezaron a producir importantes conflictos.
Dicen también que el ser humano sobrevivió a los demás homínidos (más altos, más fuertes, incluso potencialmente más inteligentes y, desde luego, mejor preparados para adaptarse al medio natural) por una cuestión muy sencilla: el ser humano supo colaborar, desarrolló estructuras sociales eficientes.
¿Cooperamos por tendencia natural, como sostenía Aristóteles, o por pura necesidad, por simple rentabilidad? ¿Somos solidarios o somos egoístas?
Mis lecturas para los exámenes de febrero me han llevado directo al corazón del anarquismo, cosa curiosa en lo personal por otro lado. El caso es que, sin ser anarquista, siempre he simpatizado con muchas de las ideas de esa teoría social. Pero también me chirrió desde el primer momento la incorruptible fe del anarquista en el ser humano. Sus comunidades libertarias cooperan en armonía, en ellas no cabe el riesgo de desintegración, de egoísmo, de violación de derechos humanos.
¿Y si escasearan los recursos?
Bien, a lo que iba: leyendo sobre esas cuestiones, me he dado cuenta de que he llegado a una conclusión sobre la bondad o maldad esencial del ser humano, y la quería compartir en el foro, por si a algún otro flipado como yo le interesara la cuestión.
El hilo de economía y alguna que otra charla con foreros ilustres vienen también al hilo de todo este rollo.
En fin, mi conclusión es la siguiente: creo en el ser humano, pero no en su bondad natural. Muy al contrario, creo en su capacidad de aprendizaje.
En su estado natural, el ser humano es un animal temeroso del entorno que lo rodea. La naturaleza es brutal y peligrosa. Lo desconocido nos da miedo. Sin embargo, si es verdad que sobrevivimos como especie gracias a la cooperación social, aprendimos de nuestra propia experiencia: la solidaridad nos favorece, nos es útil, nos hace más fuertes.
Es decir, no somos buenos por naturaleza, sino por necesidad, porque nuestra especie sólo se ha perpetuado y crecido por vía de la cooperación, y porque sabemos que el egoísmo y la desconfianza, y el racismo y la xenofobia, y la desigualdad y los privilegios, sólo conducen a la guerra y el desastre.
La cultura y la razón nos hacen libres.
Sin embargo, nos encontramos en un estadio muy bajo de nuestra evolución: mantenemos estructuras (políticas, económicas, sociales, culturales...) que nos separan.
El aprendizaje, la experiencia, nos dice que debemos colaborar. Nuestro miedo natural a un entorno hostil nos invita a la desconfianza y el egoísmo, como en el estado de naturaleza. Nuestra historia nos anima a la hermandad.
No somos buenos. Pero aprendemos (poco a poco) que la bondad nos es buena.
¡Salud!
-------------------------