[4.18.] Entonces, el Bienaventurado habiéndose vestido por la mañana temprano, tomó su cuenco y hábito exterior y fue con el Sangha de los monjes a la residencia de Cunda. Estando ahí, se sentó en el asiento preparado para él y dijo al Cunda: "La comida que preparaste con el "
deleite porcino", sírveme sólo a mí, Cunda, mientras que la otra comida, tanto la blanda como la dura, puedes servir a la comunidad de los monjes".
"Así sea, venerable señor", respondió Cunda y la comida que preparó con el "
deleite porcino" la sirvió solamente al Bienaventurado, mientras que la otra comida, tanto la blanda como la dura, la sirvió a la comunidad de los monjes.
[4.19.] Acto seguido, el Bienaventurado se dirigió a Cunda con estas palabras:
"Cunda, cada vez que te sobre algo de la comida hecha con el "deleite porcino" entierra las sobras en una fosa. Porque yo no conozco a nadie, en este mundo de los dioses, Maras y Bramas, tanto entre los ascetas, como entre los brahmanes, entre los dioses y los seres humanos, que fuera capaz de digerir totalmente esta comida, con la única excepción del Tathagata.
Entonces, Cunda, el herrero, respondió al Bienaventurado: "Así sea, bienaventurado señor", y lo que sobró de la comida hecha con el "deleite porcino", lo enterró en una fosa.
Después, Cunda retornó al lugar donde estaba el Bienaventurado, y, saludándolo respetuosamente, se sentó a un lado. Y el Bienaventurado instruyó al Cunda, el herrero, en el Dhamma, lo inspiró, edificó y lo llenó de alegría. Después de lo cual, se levantó de su asiento y partió.
[4.20.] {190}
No mucho después de que el Bienaventurado hubo terminado la comida provista por Cunda, el herrero, unas funestas náuseas se apoderaron de él, incluso la disentería, y sufrió un agudo y mortal dolor. Pero el Bienaventurado lo enfrentó con la atención consciente, con clara comprensión, sin inmutarse.
Entonces, el Bienaventurado dijo al Venerable Ananda: "Ven, Ananda, vayamos a Kusinara", a lo que el Venerable Ananda respondió: "Así sea, Venerable Señor".
Cuando comió la comida de Cunda, escuché,
Un mortal dolor lo atravesó;
Adolorido con el "deleite porcino",
Unas espantosas nauseas vinieron al Señor.
Pero él, los retorcijones enfrentó y dijo: "Ven, vayamos
A Kusinara", éstas fueron sus intrépidas palabras.
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