Y además, tal como tratan los socialistas a la libertad, tal como la pisotean y la desprecian, la manosean y la humillan, es normal que la exministra Calvo no crea que pertenecer al mundo libre sea nada especial. Pero los que estén contentos de poder decir lo que quieran, y de poder leerlo, los que sientan algún aprecio por poder vivir dónde y como quieran y por la santa institución de la propiedad privada, tendrían que tener claro la excepción que la libertad representa en el mundo, y nuestro sistema de valores, y nuestro estilo de vida. Y que, como es imposible ignorar después de las Torres Gemelas y los trenes de Atocha, el mal existe, estamos amenazados y quieren acabar con nosotros.
Sólo lo que realmente se valora se defiende con tenacidad y a pesar de las circunstancias. Si no somos conscientes de nuestra superioridad, y creemos que lo mismo da una cosa que la otra, islamismo que libertad, tiranía que democracia, lo más probable es que más pronto que tarde acabemos comprobando en nuestras propias carnes la enorme diferencia que existe entre civilización y barbarie y lo abrumadoramente superiores que una vez fuimos.
No nos tiene que dar miedo hablar de inmigración, ni de mejores y peores, ni de bien y mal. Porque a pesar del fast-food moral de la izquierda, existe una jerarquía, una supremacía, formamos parte de ella y tenemos que defenderla. Y no para encerrarnos en ella y excluir a los demás sino precisamente para incorporar a todo el mundo a la mayor evolución que hemos alcanzado y no permitir que nos arrastren hacia la oscuridad y el retroceso.
Es vergonzoso que una exministra de Cultura tenga la brevedad intelectual de afirmar que los valores del occidente libre no son superiores a la barbarie que los amenaza, y que además tal barbarie no existe y son sólo distintas maneras de ver el mundo. No existe la libertad de vestir burka, sino la obligación de hacerlo. Al Qaeda no es un modo de ver el mundo, sino de destruirlo, y en las mezquitas europeas se predica el odio a occidente. El piloto que estrelló el primer avión contra las Torres Gemelas fue adiestrado en Tarragona.
Existe el bien y el mal y su eterna lucha. El buenismo y el relativismo son nuestra enfermedad degenerativa. Y luego está lo de las ministras y exministras socialistas, insólito museo de la nadería, colosales monumentos a la vulgaridad, esas postales de lugares remotos que ponen encima de la tele algunas abuelas que no han salido nunca de casa.