La Tauromaquia siempre había visto a la Muerte. La había visto como la ve un asesino, o sea, la muerte ajena; la muerte que no importa. La Muerte nunca se había fijado en la Tauromaquia, a pesar de estar presente en ella y de poner su lúgubre broche a la terrible tortura a la que son sometidos los toros.
Pero un día la Muerte miró por vez primera a la Tauromaquia. Y ésta se asustó a ver clavados en ella los ojos abismales, vacíos e implacables de la que significa el fin de la existencia.
Y la Tauromaquia corrió horrorizada a pedir ayuda a la Política, que siempre la había protegido.
-¡Política, por favor, auxíliame! La Muerte me ha mirado de una forma muy rara y estoy muy asustada. He visto que las Artes sobreviven y la Muerte no se ocupa de ellas, ¿por qué no me sacas del Ministerio del Interior y me escondes en el Ministerio de Cultura? Puede que allí la Muerte no vuelva a mirarme.
-¡Claro que sí! Ya sabes que puedes contar conmigo. Haré lo que pides.Y ya le diré a la Muerte lo que se merece.
Y la Política, indignada, le dijo a la Muerte:
-¿Cómo te has atrevido a asustar a la Tauromaquia? Con lo que ha hecho por ti, que te equipara al arte y la cultura, y hace que gente de España y de países relacionados te adore y haga de ti una fiesta y una diversión, lo que no ocurre en el resto del planeta, donde eres odiada. ¡Vaya pago que le das, desagradecida!
Y la Muerte, impasible, respondió:
-Lo que hace la Tauromaquia es darme más trabajo, y ya tengo demasiado por el mundo y jamás he contado con un solo día de descanso. Pero, en fin, no quería asustarla. La cosa es que le está llegando la hora y me sorprendió que siguiera todavía en el Ministerio del Interior, porque tengo que llevármela desde el Ministerio de Cultura.
Ése es un cuento muy antiguo y del que existen varias versiones. La moraleja que lleva es que no se puede escapar al destino final. Me ha permitido hacer una nueva versión, adaptándolo a la situación de la Tauromaquia, a la que le está llegando su hora y que algunos ingenuos pretenden evitarlo refugiándola oficialmente en la cultura, ignorando que no es cuestión de consideraciones políticas.
La Tauromaquia también tiene su final, su Muerte. Y no podrá escapar por mucho que la esconda su incondicional amiga la Política.