¡Vaya, Myangdas! Yo que regreso hoy de mi estancia en el Hierro con la fibra sensible y veo tu dedicatoria de esta receta, no puedo menos que decirte que muchísimas gracias. No sé si la merezco, pero, desde luego, yo me la quedo, que no están las cosas como para desperdiciar ni siquiera las albricias...Me las comeré
y habrá fotito.
El Hierro es una isla hermosa, serena, a pocos minutos de avión ésta donde resido, donde la paz te abraza en cada uno de sus recónditos rincones, en la que tuve la suerte de vivir varios años en los noventa, y de la que me traje unos recuerdos y unas amistades entrañables. Allí dejé a mi mejor amiga, María Jesús, a la que envío todo el cariño que necesite para asir su vida con fuerza y sensibilidad, a su pareja Alfredo y a su niña Alejandra. A todos los demás amigos, que me despidieron ayer con una arepada (cenita tranquila a base de arepas típicas de sudamérica), muchos besos y ojalá que nos veamos pronto.
Y, Carmela, qué te digo, que los buenos pensamientos ayudan a vivir feliz tanto a su emisor como a sus destinatarios, y deseo que sepas que los tuyos los he recibido y han conseguido su objetivo. Estoy convencida de que en tu horno de sentimientos seguirán cociéndose galletas de cariño para el disfrute, tanto tuyo, como para el de los que te seguimos con culinaria pasión