Pues de momento tenemos a las dos veteranas fijas de la familia:
Pippi, gatita de doce años que no la gusta nada que la tomen en brazos y que se pasa la mayor parte del día y de la noche dormitardo en mi cama. Solamente la ves aparecer si escucha el chasquido de una lata de conserva, pues se vuelve loca con las aceitunas rellenas de pimiento.
Heidi, mi perrichuchi de once añitos, de lo más cariñosa y simpatica. El único vicio que tiene es cuando vamos a la calle, que sale ladrando por toda la escalera hasta que llegamos abajo.
Es una alegría que esten con nosotras.