"La mirada es el lenguaje del corazón..."
EL PODER MAGNÉTICO DE LA MIRADA
(publicado en Más Allá, (nº 171, mayo 2003, páginas 92-95).© Isabela Herranz
Al margen de su función visual, los ojos, mediante la mirada, son agentes muy activos de la influencia que un individuo puede buscar ejercer sobre los demás. ¿Qué pautas debemos seguir para comprender sus revelaciones y apreciar su poder magnético?
“Podemos leer el rostro de otra persona sin mirarla a los ojos, pero cuando los ojos se encuentran no solamente sabremos cómo se siente el otro, sino que él sabe que nosotros conocemos su estado de ánimo. Y de alguna forma, el contacto ocular nos hacer sentir, vivamente, abiertos, expuestos y vulnerables. El comportamiento ocular es tal vez la forma más sutil del lenguaje corporal”.
Así se expresaba la socióloga Flora Davis en su conocida obra La comunicación no verbal al referirse al parámetro más expresivo y nítido del rostro humano: la mirada que emana de sus ojos.
Espejo por donde aflora y se filtra nuestro sentir más profundo, la mirada sola es capaz de iluminar y vivificar las emociones y sentimientos más insondables del ser. Posee un carácter misterioso, difícil de explicar, y sin embargo, es el primer elemento que permite formarnos una impresión cuando conocemos a alguien. Dicha impresión raramente es equívoca e ilusoria, siempre es confirmada por los hechos.
Si alguien pretende disimular su dolor detrás de una sonrisa, con frecuencia se delatará con los ojos, en ellos se manifestará la pena. Así pues, si tenemos dudas de las señales que emite una boca, los ojos siempre nos darán la respuesta.
Al referirse a las emisiones procedentes de los ojos, en su tratado La puissance du regard (1973) el radiestesista francés Antoine Lucy no podía ser más tajante: “No engañan nunca a quién sabe leer en ellos. Las intenciones, los instintos, las pasiones, las marcas de aprobación y reprobación, la atracción o el rechazo, la ironía, el engaño, la envidia, los celos, el odio, la piedad, la tristeza, la alegría… Todo, absolutamente todo, puede leerse asomándose a ellos”. Sin duda, sus afirmaciones eran ciertas pero la psicología de la mirada es tan compleja que no siempre resulta fácil adivinar los estados psicológicos y las emociones que emanan de ella. Hace falta entrenamiento, buenas dotes de observación y no olvidar, según escribiera el poeta Thomas Wyatt, que “el ojo es un traidor del corazón”. También es un potente emisor de “rayos” de naturaleza desconocida.
¿Ondas electromagnéticas?
Algunos investigadores han estudiado el problema de la mirada como emisora de rayos partiendo de teorías eléctricas y neurofisiológicas. "Todas las células vivas producen una radiación invisible" anunció el científico ruso Alexander Gurvitch en los años treinta tras descubrir que el tejido muscular, la córnea del ojo, la sangre y los nervios son "transmisores" de lo que denominó "radiación mitogenética".
Pocos años antes, en 1921, el doctor Charles Russ había demostrado en un Congreso Oftálmico celebrado en Oxford que con un aparato especial una persona podía hacer que un solenoide se moviera mirándolo fijamente. El doctor francés Paule Joire diseñó un aparato con una aguja que se movía cuando un ser humano lo miraba fijamente o estaba cerca de él. Denominó la fuerza desconocida que causaba la reacción "emanaciones de los sistemas biológicos".
Por otra parte, el doctor B.B. Kajinski y V.L. Durov se hicieron famosos en la antigua Unión Soviética por sus experimentos conjuntos en relación con el poder de la mirada y los fenómenos telepáticos. Durov estaba persuadido de que la mirada humana era capaz de paralizar al animal más feroz y así pareció demostrarlo con animales salvajes. También experimentó por sí mismo el efecto paralizante de la mirada con algunos peces y serpientes. En 1962 Kajinsky expuso finalmente sus experimentos con Durov y expresó la idea de que los bastoncillos de la retina del ojo pueden actuar como diminutas antenas de radio que envían señales telepáticas y que existe un rayo emitido por el ojo de 8 centésimas de milímetro de longitud de onda, en el límite de las ondas hertzianas y del infrarrojo. Unos años antes P.P. Lazarov y Tourouguine habían descubierto por separado que la acción de este rayo del ojo se detenía cuando se interponía entre el emisor y el receptor (ojo y nuca de un sujeto), un tamiz metálico de mallas muy finas. Las conclusiones a las que se llegó indicaban que el agente de transmisión del rayo emitido por el ojo se encontraba en el terreno de ondas electromagnéticas muy cortas, las llamadas ondas milimétricas. Sin duda se trata de energía procedente del cerebro, ¿podemos utilizarla en nuestro provecho? Brenda Dunne, directora del Princeton Engineering Anomalies Research Laboratory (PEAR), lleva décadas investigando la influencia de la mente humana sobre las máquinas y está convencida de que llegará un momento en que podremos interactuar con ellas con ayuda de “nuestros ojos”: “Ya tenemos ordenadores activados por la voz… Nos estamos moviendo en esa dirección con tecnología para discapacitados que les permitirá conectar un aparato a sus ondas cerebrales o a los movimientos de los ojos”, declaró a finales de los años noventa.
Aunque sea sólo de forma experimental, parece que ya es posible utilizar el poder mental a través de los ojos, así pues, ¿cómo va a sorprendernos que el magnetismo de la mirada haya alimentado concepciones fantásticas relativas a encantamientos y maleficios debidos a su acción, pero dejando a un lado la posibilidad la existencia del mal de ojo, no parece improbable que los ojos humanos hayan retenido también el poder hipnótico animal que se remonta a insectos y reptiles que se sirven de él para procurarse el alimento. No en vano, uno de los signos externos que ejercen mayor influencia en los demás es el poder, la firmeza y el brillo de la mirada. Tal poder puede influir en las decisiones ajenas y muchos filósofos y políticos han utilizado desde la más remota antigüedad el influjo fascinador de la mirada para rodearse de discípulos y seguidores y difundir sus ideas. Pitágoras sostenía la atención del auditorio con su mirada; Alejandro Magno ganó la batalla de Arbela enardeciendo a su tropa con el fuego de sus ojos.
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