el interés por los probióticos se remonta a la antigüedad, cuando se observó que ciertos grupos humanos del cáucaso vivían mucho más tiempo que otras personas; esta longevidad se atribuyó a que ingerían habitualmente leches acidificadas. Este hecho junto con la observación y el conocimiento de la composición de la leche humana, el conocimiento de la microflora intestinal y, en cierta medida, la teoría de la higiene han propiciado el interés por los probióticos, sobre todo en la alimentación infantil.
Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se administran en dosis adecuadas, proporcionan un beneficio para la salud de quien los consume. Son organismos unicelulares que pertenecen al grupo de las bacterias que se clasifican por especie y número de cepa. Hasta hace algunos años se creía que la leche materna era estéril, pero ahora se sabe que contiene una infinidad de bacterias que corresponden a 108 microorganismos por 100 ml en madres sanas.
Los linfocitos cd4 originan los t cooperadores 1 y los t cooperadores 2, que proporcionan los diversos tipos de inmunidad. Se ha observado que los probióticos aumentan la producción de th1 a partir de los cd4, los cuales son los responsables de la inmunidad. Por otra parte, los probióticos disminuyen la producción de th2, que están vinculados con la ige.
También se ha observado que en sujetos sanos domina la producción de th1, mientras que el subtipo predominante en sujetos alérgicos es th2. Se sabe que los probióticos condicionan otras derivaciones, como el lactobacilo gg que aumenta la producción de factor de crecimiento transformador -2, que inhibe la formación del factor de necrosis tumoral.
Para utilizar los probióticos existen criterios de selección como: No ser patógenos, ser de origen humano, ser tecnológicamente utilizables, sobrevivir en su paso por el aparato digestivo, alcanzar el lugar de acción en el intestino en buenas condiciones. También deben tener la capacidad de adherirse a la superficie de las mucosas y prevenir la colonización de patógenos, tener efectos positivos sobre la respuesta inmune y tener efectos beneficiosos sobre la salud de quienes los consumen.
Los efectos beneficiosos de los probióticos incluyen la prevención y el tratamiento de diarreas infecciosas y secundarias a la antibioterapia, la promoción endógena de mecanismos protectores para la dermatitis atópica y la alergia alimentaria. A esto se suma la modulación del sistema inmunitario, el mantenimiento y restauración del óptimo equilibrio de la microflora intestinal, mejora de la sintomatología de la intolerancia a la lactosa, una relativa actividad antitumoral, especialmente en neoplasias de colon y recto, actividad antimicrobiana ante clostridium difficile, prevención sobre enterocolitis necrotizante. Los probióticos estimulan la inmunidad específica e inhiben competitivamente el crecimiento de helicobacter pylori.
Los probióticos también reducen el ph intraluminal, contribuyen a normalizar la permeabilidad aumentada de la mucosa intestinal, inhiben la adhesión de los patógenos a las células epiteliales mediante competencia por los sitios de fijación, equilibran la respuesta de linfocitos t cooperadores, aumentan las igas, modulan el sistema inmunitario y aumentan la actividad fagocitaria.
Se ha observado que en las personas obesas hay una disminución de bifidobacterias, lo cual supone una alteración de la permeabilidad, un aumento de la producción de enterotoxinas, una alteración de las zonas de oclusión y una tendencia a desarrollar síndrome metabólico.
La leche materna es el factor principal en el inicio y desarrollo de la microflora intestinal neonatal porque representa una fuente continua de bacterias –especialmente bifidobacterias y lactobacilos– al intestino del lactante durante varias semanas después del nacimiento. Un lactante que consuma 800 ml de leche materna ingerirá cada día entre 1x105-1x107 bacterias.
En un estudio se observó el contenido de bifidobacterias y lactobacilos en la leche materna en áreas urbanas de 7 países. En algunas áreas los porcentajes son diferentes. Se descubrió que en zonas rurales las madres tenían un porcentaje mayor de lactobacilos. (cuadro 1)
algunos estudios han revelado que la leche materna contiene lactobacillus gasseri, enterococcus faecium y otros cocos productores de ácido láctico. También están presentes otros grupos bacterianos como staphylococcus sp, streptococcus sp, lactobacillus sp y enterococcus sp; una serie de bacterias que no aparecen por la contaminación del pezón, sino que vienen del interior de los conductos galactóferos.
Un estudio analizó muestras de leche materna mediante pruebas bioquímicas y secuenciación de diversos genes y detectó adn bifidobacteriano en 22 de 23 muestras de leche en un intervalo de 40 y 10.000 copias del gen 16s rdna por ml.
Se ha observado que las bacterias del intestino materno pueden ser transportadas a las glándulas mamarias. Las células dendríticas abren las zonas de oclusión entre las células epiteliales y una vez en la luz intestinal recogen las bacterias. Las bacterias se adhieren a su superficie y pueden esparcirse a otros lugares a través del tejido linfoide asociado a la mucosa y llegar a la glándula mamaria vía sangre o linfa para el beneficio del recién nacido.
No todos los probióticos tienen varios usos. Se ha comprobado que varios microorganismos son eficaces para reducir la gravedad y la duración de la diarrea aguda en niños, como lactobacillus rhamnosus o l-plantarum, enterococcus faecium y saccharomyces boulardii, pero no todos los preparados de probióticos comerciales son eficaces para la diarrea. La eficacia de los probióticos depende de las cepas. Por tanto, para tener una acción determinada se debe elegir el probiótico más adecuado para cada ocasión.
Se sabe que una cerradura está hecha para una llave y existen muchas llaves, en este caso los probióticos; los lugares de acción serían las cerraduras. Las cerraduras serían los receptores de tipo toll (tlr), que forman parte de los receptores de reconocimiento de patrones que son proteínas transmembrana con dominio rico en leucina. Existen tres tipos de estos receptores de reconocimiento de patrones: Los tur, los nod 1 y nod 2 y los inflamosomas.
Se sabe que la exposición previa a bacterias o productos bacterianos produce un estado refractario de la estimulación posterior, los productos bacterianos actúan sobre las células desreguladoras que ejercen acción sobre la membrana en cd4, produciendo th1 y th2 junto a los receptores de tipo toll, todo esto lleva a la tolerancia inmunológica. La leche humana, especialmente el calostro, ejerce un efecto modulador de la tolerancia inmunológica, mediada por los tlr.
La bacteria se fija al tlr adecuado que se encuentra en la membrana celular, el reconocimiento de los tlr por sus ligandos induce su oligomerización y dispara las vías de señalización intracelular que a través de nod 1 y nod 2 estimulan la producción de nf-κΒ y otras citoquinas. Existen muchos tipos de receptores de tipo toll, al menos 11 tipos. Un ensayo reveló que estimulando los tlr2 y 4 con lípidos y peptidoglicanos bacterianos se lograba una disminución de la inflamación alérgica en el pulmón.
Aparte de estos receptores de tipo toll, los nod 1 y nod 2 requieren una activación que provoca una translocación nuclear y activación de los factores de transcripción proinflamatorios (nf-κΒ). También las células dendríticas tienen receptores de tipo toll que pueden producir moléculas coestimuladoras que conducen a la activación de linfocitos t y la producción de citoquinas. Los inflamosomas son el tercer tipo de receptores que inician la liberación de la caspasa 1 y la producción de citoquinas proinflamatorias il-1 e il-18. Está justificado que no todos los probióticos sirven para todo.