– Bueno, más que combatir la prostitución, porque hay feministas que no están de acuerdo con combatir la prostitución voluntaria, yo sí que creo que hay un trecho por recorrer si consiguiéramos debatir sincera y tranquilamente. Que fuera un debate en el que escucháramos los argumentos ajenos y se escucharan los tuyos, en lugar de que sea una cuestión puramente emocional. El tema se ha convertido en un no-debate.
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– También es un acto catártico poder expresar y manifestar emociones públicamente.
– Sí, pero caemos en las divisiones: una es regulacionista o es abolicionista y ese es su ser feminista digamos. Creo que hay que romper con eso.
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En teoría, en el capitalismo, para las personas que somos anticapitalistas, todo consentimiento está viciado, nadie consentiría su propia explotación pero convivimos con eso constantemente. La gente es explotada y nosotros no pretendemos acabar con sus trabajos, sino que pretendemos que sus condiciones de vida mejoren, aunque el objetivo final marxista es acabar con la explotación y con el salario. Uno no dice que haya que acabar con el trabajo de los barrenderos o las señoras de la limpieza que son explotados. Pues lo mismo podría decirse de la prostitución. Deberíamos dejar ese debate, que se ha quedado antiguo y que además la gente no lo entiende ni le llega. Insistir en el consentimiento no conduce a ningún lado. Cuando decimos: “no se puede consentir, ninguna mujer quiere ser voluntariamente prostituta”. Y sale una mujer que dice: “Pues yo sí quiero”, te dinamita el discurso ante la opinión pública. Hay que moverse de ahí y ver que el problema de la prostitución no está en el consentimiento, no en si es un trabajo o no -que también daría igual- sino en lo que significa la institución en sí y en las dificultades que plantea para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. En cómo afecta nuestras relaciones con los hombres o las relaciones de los hombres con nosotras. ¿Qué enseña la prostitución a los hombres? ¿En qué lugar coloca a las mujeres? Deberíamos centrar el debate más en la institución que en las condiciones particulares.
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El Estado es el que da legitimidad o no a una institución de desigualdad. Pero dicho esto, que es para mí lo importante, como la prostitución existe, es una realidad y está en las calles y el Estado no puedes dejar a esas mujeres sin nada, sí que creo que ellas deben ser sus propias dueñas, sin empresarios ni proxenetas ni chulos que las sometan.
– ¿Es posible legislar esta posición?
– Sí que es posible, es una legislación menor. No estoy por ninguna regulación porque una regulación legitima la prostitución y no quiero olvidar nunca que la prostitución es una institución que debe desaparecer, que ninguna ley debe legislarla. No es necesario legislar todo en la vida. Un Estado no tiene que inmiscuirse, en el fondo, más allá de lo que la prostitución políticamente signifique (como feministas sabemos lo que significa); sería un acto sexual consentido entre dos personas adultas y no hay porqué legislar nada. Que luego ella cobre o no cobre no nos tendría que importar. Como feministas sí, en lo que tiene que ver con la institución pero en el ejercicio de su libertad, es la decisión de cada mujer.
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Otra cosa es preguntarnos cómo nos enfrentamos a una institución sexista que va a tardar en desaparecer; cómo mejoramos la vida de las mujeres que están inmersas en la prostitución, que existen y que tienen todo el derecho a buscarse como puedan la vida. Pero, ¿darle legitimidad? Eso es un suicidio para la lucha por la Igualdad.