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El mal estado en el que queda el Espacio Natural de Doñana tras el paso de las hermandades enfrenta a organizaciones ecologistas y peregrinos.
Al santuario de la Reina de las Marismas los romeros llegan por siete caminos, que al final confluyen en tres principales que provienen de Sevilla, Huelva y Cádiz. Aproximadamente la mitad de las 114 hermandades rocieras pasan por el espacio protegido de Doñana, donde tienen derecho a pernoctar y a hacer paradas para cantar, beber y bailar. Algunas, como la hermandad de Huelva, son inmensas: 10.000 hermanos, 40 carretas tiradas por mulos y bueyes, cientos de caballos y 500 vehículos.
Una trampa mortal
Los botellines y botellas abandonados por los rocieros en medio del campo suelen contener restos de alcohol o refresco que, al calentarse por el sol, desprenden un olor fuerte y atractivo para muchos tipos de animales, especialmente los escarabajos, las musarañas y otros similares. Por su forma, las botellas se convierten en una trampa mortal: es muy fácil entrar pero imposible salir.
En la imagen se muestra el contenido de una sola botella elegida al azar tras el paso de una de las hermandades rocieras por el palacio de Doñana, donde cada año pernoctan miles de peregrinos a la ida y al regreso del santuario. En esta, 90 escarabajos de diversas especies quedaron atrapados.
Algunas de estas botellas no son recogidas por las brigadas de limpieza de las hermandades y quedan por decenas de años en este espacio natural protegido.
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