Ellas nacieron el pasado mes de diciembre en el campo donde mi abuelo se dedica a criar bebés de vaca para que pocos meses después sean asesinados y vender así, carne de ternera.

Recuerdo cada una de las sensaciones que me produjo mirarles, a ellos y a tantos otros que nunca volví a ver...

Descansaban plácidamente sobre la hierba, apenas contaban pocos días de vida y todo les llamaba la atención; levantaban sus orejas ante cada nuevo sonido, cerraban los ojos para disfrutar del calor del sol y suspiraban relajados antes de dormir.

Permanecían tumbados juntos, sabiéndose parte de la misma familia.

A cada rato llamaban a sus madres, que pastaban en los alrededores sin perderles de vista ni un instante. Ellas acudían rápidamente en su busca ante el más mínimo mugido de sus hijos, reconfortándoles con lametones, rozando su cabeza contra sus pequeños cuerpos y permaneciendo junto a ellos.

Las vacas son madres profundamente protectoras, siempre vigilantes. Las que son madres por primera vez, suelen ser ayudadas por otras más expertas, enseñándose unas a otras por imitación todos los detalles de la maternidad.

A las vacas no les gusta superar la distancia que ellas consideran prudencial respecto a sus hijos y, por supuesto, no soportan perderles de vista. Por eso les llaman a gritos desesperados y les buscan incansablemente entre la maleza cuando alguno se despista y decide dormir la siesta escondido entre arbustos.




A esas terneras que la gente compra muertas en cualquier supermercado, les encanta jugar. Disfrutan persiguiéndose unas a otras, dejándose caer al suelo, y saltando las piedras. Se esconden tras sus madres para darse sustos unas a otras y echar carreras por el campo.

Estos bebés y sus madres son víctimas de la ganadería extensiva, víctimas de las reformas de bienestar que tantas personas solicitan para ellas.

Porque mientras toman el sol, juegan, maman y saltan piedras, alguien se frota las manos esperándolas con un cuchillo; van a morir pronto porque sólo han nacido para eso. Sus madres les llamarán a gritos desesperados y buscarán su olor sin encontrarles despistados durmiendo la siesta entre los arbustos. Ya no.

Ellos llamarán a sus madres desde cualquier camión de cualquier carretera, pero esta vez no habrá consuelo, sólo miedo, ansiedad y agónica muerte entre las paredes de un matadero.

Esta imagen ya pasó a la historia, todos estos bebés ya han sido asesinados, descuartizados, vendidos y comidos.

Los demás animales no quieren vivir bien una corta vida, no necesitan que adornemos su realidad para sentirnos mejor cuando les asesinemos.




Los demás animales quieren vivir sus vidas, exactamente igual que tú, exactamente igual que yo. Quieren disfrutar, quieren no sufrir, quieren ser libres.

No te dejes engañar, ESTO NO ES JUSTICIA.
Esto es explotación, es dominación, es esclavitud...es especismo.

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