Pero una Economía Participativa es una Economía Equitativa en la que sus instituciones para la producción, el consumo y la asignación de recursos no sólo no destruyen o impiden la equidad, sino que la fomentan. Pero ahora surge una complicación. ¿Qué entendemos por equidad? Y esto sí es controvertido.
Parecon por supuesto rechaza el recompensar la posesión de propiedades. Y por supuesto también rechaza recompensar el poder. Pero, ¿qué pasa con la productividad? ¿Debería ser remunerada la gente por el volumen y el valor de las cosas que producen? ¿Deberíamos recuperar del producto social una cantidad igual a lo que hemos producido como parte de la producción social? Esto parece equitativo... ¿pero lo es?
Suponiendo que realicen el mismo trabajo durante el mismo período de tiempo y con la misma intensidad, ¿por qué debería alguien que tiene mejores herramientas obtener más ingresos que alguien con peores herramientas? ¿Por qué debería ser mejor recompensado alguien que produce algo muy valioso que alguien que produce algo de menos valor, aún siendo igualmente deseado por la sociedad , si ambos trabajan el mismo número de horas y con la misma intensidad en un trabajo similar con efectos comparables sobre la calidad de vida? ¿Por qué debería alguien que tuvo suerte en la lotería genética, obteniendo quizá genes para ser más grande, o más fuerte, o tener unos reflejos más rápidos, o talento para la composición musical... ser recompensado en mayor medida que alguien que tuvo menos suerte genéticamente, suponiendo de nuevo que ambos trabajan en su campo con la misma intensidad y el mismo nivel de esfuerzo e incomodidades?
En una Economía Participativa, para todos aquellos que puedan trabajar, la remuneración se obtiene en relación al esfuerzo y al sacrificio.
Si dos personas van al campo a recoger la cosecha y una de ellas es mucho más fuerte o tiene mejores herramientas, y ambos trabajan durante el mismo tiempo y empleando el mismo esfuerzo bajo el mismo sol... entonces, aunque incluso el que tiene mejores herramientas haya recogido más cantidad de cosecha al final del día, en una Economía Participativa ambos obtendrán el mismo salario por igual esfuerzo y sacrificio.
Si un gran compositor crea una obra maestra y un buen compositor crea sólo una pieza admirable y cada uno de ellos trabaja el mismo tiempo y lo hizo bajo las mismas condiciones , entonces en una Economía Participativa, ganarían lo mismo, aunque la productividad sea sensiblemente diferente.
Si trabajas durante más tiempo, obtendrás un salario mejor. Si te esfuerzas más, obtendrás un salario mejor. Si trabajas en peores condiciones y en tareas más pesadas, obtendrás un salario mejor.
Pero no obtendrás un mejor salario por tener mejores herramientas, o por producir algo que resulta ser más valioso, o incluso por tener un gran talento productivo innato. Y en cuanto a las habilidades adquiridas, la gente será recompensada por el trabajo que implica su adquisición, por el esfuerzo y el sacrificio realizados, pero no por los beneficios resultantes.
Recompensar sólo el esfuerzo y el sacrificio que la gente emplea en su trabajo es algo controvertido. Algunos anti-capitalistas creen que la gente debería ser recompensada por los beneficios, de modo que un gran atleta debería ganar una fortuna, y un buen doctor debería ganar mucho más que un granjero que trabaja duro o un cocinero de baja categoría. Parecon rechaza esa regla. De hecho, en una Economía Participativa, si una persona tiene un trabajo agradable, cómodo, placentero y muy productivo, y otra persona tiene un trabajo pesado, que debilita, y menos productivo, pero también socialmente valioso, la última persona sería la que ganaría más, no la primera.
Así, tenemos nuestro tercer valor, uno controvertido. Queremos una buena economía que remunere el esfuerzo y el sacrificio y, por supuesto, proporcione de todas formas unos ingresos completos cuando la gente no pueda trabajar, . No sabemos si podemos hacer esto sin unas duras y contrapesadas consecuencias, pero si podemos conseguir este tipo de equidad, desde luego que deberíamos querer alcanzarlo.
El cuarto y último valor sobre el cual está construido parecon tiene que ver con las decisiones, y se denonima auto-gestión. La economía afecta al nivel de opinión de cada sujeto en las decisiones sobre la producción, el consumo y la asignación de recursos.
En el capitalismo los propietarios y los capitalistas tienen un gran nivel de decisión. Los directores y los trabajadores de alto nivel intelectual que monopolizan diariamente las influencias en la toma de decisiones, como los abogados, los ingenieros, los agentes financieros y los médicos, tienen un nivel de decisión importante. Y algunas personas no poseen prácticamente ningún tipo de decisión. De hecho, la gente que lleva a cabo empleos memorísticos y obedientes raramente conoce las decisiones que se toman, y mucho menos como les afectan.
Dentro de las empresas capitalistas existe una jerarquía de poder que es incluso mayor que en las dictaduras. El mismísimo Stalin nunca soñó poder exigir que la población rusa debiera pedirle permiso para ir al baño... una condición que es muy frecuente para los trabajadores de las empresas.
Pero una Economía Participativa es una economía democrática. La gente controla sus propias vidas de acuerdo a niveles dignos. Cada persona posee un nivel de decisión que no incide en personas que tienen el mismo nivel de decisión. Nosotros influimos en las decisiones en la proporción en la que ellas nos afectan. Esto se denomina auto-gestión.
Imagina a un trabajador o a una trabajadora en un gran grupo. Él o ella quiere colocar un cuadro de su hija en su puesto de trabajo. ¿Quién debería tomar esa decisión? ¿Debería decidir alguno de los dueños? ¿Deberían decidir todos los trabajadores? Obviamente, nada de eso parece sensato. El trabajador de cuyo hijo se trata es el único que debería decidirlo, solo, con toda la autoridad. En este caso concreto, él o ella debería comportarse literalmente como un dictador.
Ahora supón que el mismo trabajador o trabajadora quiere colocar una radio en su escritorio, y ponerla muy fuerte escuchando rock and roll chillón o incluso heavy metal. ¿Quién debería decidir ahora? Todos sabemos intuitivamente que la respuesta es que aquellos que oyeran la radio deberían tener algo que decir. Y que aquellos que resulten más perjudicados- o más beneficiados - deberían tener un mayor grado de decisión.
Y en este punto, ya hemos llegado a una útil toma de decisiones de vis a vis. No necesitamos a un experto en filosofía. No necesitamos un lenguaje incomprensible. Simplemente nos damos cuenta de que no queremos todo el tiempo normas como la de una persona un voto o la del 50 por ciento para ganar la mayoría. Tampoco queremos que cada persona tenga siempre un voto ni que para llegar a un acuerdo se requiera siempre algún tipo de porcentaje. Tampoco queremos que una persona decida siempre autoritariamente, como un dictador. Tampoco queremos que haya siempre consenso. Tampoco queremos que haya siempre un enfoque distinto. Todas estas maneras de tomar una decisión son sensatas en unos casos y horribles en otros.
Lo que esperamos llevar a cabo cuando elegimos tanto un modo para tomar las decisiones como unos procesos asociados de discusión, planificación del programa, y así sucesivamente, es que cada sujeto debe tener una influencia sobre las decisiones en proporción al grado en que le afecta.