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¿El pirineo?
No, Madrid. Al norte de la comunidad se encuentra Buitrago del Lozoya, un pequeño pueblo amurallado que custodia el paso de Somosierra. Fue fundado por Alfonso VI de Castilla en el año 1096, cuando sus habitantes recibieron las armas del escudo. Aparte de su muralla, que data del siglo XI, Buitrago tiene un castillo, una iglésia gótico-mudéjar y hasta un museo dedicado a Picasso con obras que el pintor regaló a su peluquero, nacido en el pueblo.
¿Finlandia?
No, Madrid. Cerca de Rascafría, en las inmediaciones del monasterio de Santa María del Paular, se encuentra el bosque de Finlandia, un bosque de coníferas y árboles de hoja caduca similar a los del norte de Europa. El bosque se beneficia del microclima que existe en el alto valle del Lozoya, a 1.000 metros sobre el nivel del mar y rodeado de picos de más de 2.000 metros de altitud y una pluviosidad mayor que en el resto de la meseta. La nieve suele hacer acto de presencia a menudo en invierno. En verano la suavidad de sus temperaturas lo han convertido en meca de senderistas y amantes de la naturaleza.
¿Chicago?
No, Madrid. A 230 metros del suelo, altura a la que se encuentra la azotea de la Torre Espacio, el tráfico del paseo de la Castellana no es más que un lejano rumor. El conjunto de rascacielos conocido como "Cuatro Torres" fue levantado entre 2004 y 2008. La más alta es la Torre Cajamadrid, que con 250 metros es también la más alta de España y la quinta de Europa.
¿Escocia?
No, Madrid. En 1907 Alfonso XIII inauguró el embalse de Santillana, construido sobre el cauce del río Manzanares. Para rematar la presa los arquitectos diseñaron una torre de estilo-gótico plateresco que sirviese de anticipo al castillo medieval que se encuentra al otro lado del embalse. En los años 60 se había quedado pequeño y se levantó una nueva presa delante de la antigua aunque sin conservando ésta. De este modo la torre se quedó en mitad del lago artificial, y ahí lleva más de un siglo viendo subir y bajar el nivel de las aguas.
¿Islandia?
No, Madrid. Durante el verano de 1964 la sequía castigó severamente a la capital. Fue entonces cuando se pensó en retener las aguas del Lozoya en su curso alto, donde más llueve de toda la región. El embalse se inauguró tres años después dejando un soberbio lago artificial de 480 hectáreas a los pies de la sierra. Aparte de este el río Lozoya tiene cuatro embalses más, de ahí que decir agua de Madrid, famosa por su calidad, es casi lo mismo que decir agua del Lozoya.
¿Borgoña?
No, Madrid. En 1782 Carlos III fundó en Aranjuez la Bodega del Real Cortijo para conservar y envejecer los vinos del mismo nombre. Después de una historia muy ajetreada hoy la bodega sigue haciendo lo mismo que entonces. Produce muy pocas botellas (unas 25.000 al año) que sólo pueden disfrutar los socios de un selecto club enológico. Ofrece también la posibilidad de celebrar eventos en sus centenarias cuevas y, ya de paso, catar el vino.
¿Madrid?
Si, Madrid. La mole de la catedral de la Almudena se levanta poderosa encaramada sobre el promontorio donde hace mil años nació la ciudad. Unos metros más abajo discurre el humilde Manzanares, el aprendiz de río vilipendiado hasta la extenuación. Cuentan que, en cierta ocasión, un regidor de la Villa invitó a Lope de Vega a la inauguración de un puente. El dramaturgo se presentó en la ribera y, al ver el contraste entre la magnificencia del puente y la miseria del río, le dijo al regidor que Madrid tenía que elegir entre comprarse un río o vender el puente. Hoy, después varias obras hidráulicas que han estabilizado su caudal y le han devuelto la limpieza al agua, la ciudad puede tener las dos cosas: agua (aunque no mucha) y pequeños puentes como el de la reina Victoria, construído en 1908
Espero que os guste, a mí me ha encantado. Da gusto saber que hay cosas tan bonitas y tan cerquita, dan ganas de coger una mochila y salir a verlo todo.