arrels
24-may-2008, 06:11
Ayunar para curar
http://www.revistanatural.com/up/files/ayuno02307.jpg
El ayuno ha tomado parte de la vida diaria de la humanidad, especialmente en los momentos de rituales y ha sido utilizado en la triple vía de limpieza corporal, descontaminación mental y búsqueda de claridad espiritual.
Durante siglos se ha ayunado en la preparación de ceremonias y ritos de diversas religiones y filosofías de vida que lo contemplan en mayor o menor medida. Es y ha sido practicado entre los chamanes de los más diversos lugares a lo largo y ancho de toda la geografía del planeta, especialmente como preparación de festividades concretas durante el año o para celebrar rituales de curación o rituales de acceso al «mundo paralelo» al que acuden en «búsqueda de la visión».
También es y ha sido utilizado en los rituales y en las ceremonias de iniciación de muchas culturas del mundo. La abstinencia de alimentos formaba también parte de los ritos de fertilidad en algunas ceremonias primitivas. Muchas de esas ceremonias se practicaban en los equinoccios de primavera y otoño y han perdurado durante siglos.
Durante los primeros tiempos de la era cristiana la práctica del ayuno de veinticuatro horas era muy común. Es lo que se llamaba en latín: «Jejunium a vespera ad vesperam», que significa «Ayunar desde el atardecer de un día al atardecer del siguiente».
En tiempos cercanos son muy conocidos los repetidos ayunos, en forma de huelgas de hambre, llevados a cabo por Mahatma Gandhi, en su camino de no violencia, de Ahimsa, para liberar a la India del gobierno de Gran Bretaña mediante una revolución pacífica. Utilizó el ayuno como «arma» en su resistencia pacífica y de no colaboración con el gobierno británico y demostró ser un verdadero «guerrero pacífico».
Gandhi, que además de sus ideas pacifistas era vegetariano y tenía amplia experiencia en los cuidados naturales de la salud, utilizó el ayuno en apoyo de sus ideales de libertad para la India. En su poco conocida faceta de especialista en la salud, señala: «No debemos llenar el aparato digestivo con alimentos innecesarios. Tenemos que comer solamente tanto como nos sea necesario y no más. Con frecuencia comemos de más, o ingerimos cosas imposibles de digerir, sin darnos cuenta. Un ayuno ocasional, por ejemplo de una vez por semana o una vez cada quince días, nos permitirá mantenernos equilibrados. Si no nos resulta posible ayunar un día entero, podemos saltarnos una o más comidas durante el día».
Pedro Laín Entralgo, gran especialista en Historia de la medicina y en Antropología médica, escribe: «A comienzos del siglo XIX... vigente desde los hipocráticos, la restricción alimentaria en las enfermedades agudas seguía siendo la regla...»
Un camino olvidado hacia la salud
Hipócrates, según el Dr. Honorio Gimeno, uno de los médicos naturistas más reconocidos de nuestro país, preconizó la utilización del ayuno, el pan integral y las frutas y hortalizas crudas y aconsejó que en cuestiones de alimentación se atendiese al instinto del enfermo. En lo fuerte de la enfermedad, conviene alimentación muy débil o la supresión absoluta de todo alimento. En las diarreas intensas la ingestión de manzana cruda. En invierno y en primavera, se puede comer más que en verano y en otoño. Cuando se tiene fiebre, el mejor alimento es el jugo de frutas. Si un enfermo ha adelgazado bastante por enfermedad larga, no tiene que comer demasiado para recuperarse antes, sino que ha de hacerlo con precaución. Cuando la enfermedad no es muy importante y evoluciona en sentido favorable, el médico no ha de emplear muchos remedios; es mejor que actúe la fuerza vital natural, a ser posible, por sí sola. Dicha fuerza se conoció después en versión latina como «vis medicatrix naturae».
En el siglo XVII, el ilustre físico Paracelso llamaba al ayuno «el gran remedio».
El ayuno a agua no consiste en mantener al cuerpo bebiendo agua mientras el organismo se nutre de sus propias reservas. No «deja de comer», sólo invierte la utilización de alimentos y orienta su energía hacia el proceso curativo.
Durante el ayuno el cuerpo no deja de alimentarse, sino que se alimenta de sus propias reservas, a plato puesto. Mientras existan reservas almacenadas en el cuerpo hablamos de ayuno. Con frecuencia dentro de la terminología de la medicina convencional los términos ayuno e inanición se utilizan como sinónimos. Ello indica un grave error. Hay una gran diferencia entre estos dos procesos.
El ayuno comienza cuando nos saltamos una comida y termina, si no lo dejamos antes, cuando se consumen todas las reservas de nutrientes almacenados durante años en nuestro organismo. Cuando el cuerpo no tiene reservas para «nutrirse de su interior» termina el ayuno y comienza la inanición.
En las primeras horas del ayuno el cuerpo consume el azúcar (glucosa) que fluye en la sangre y la almacena en el hígado y los músculos en forma de glucógeno, al que se le ha llamado también «almidón animal». Posteriormente se mantiene de transformar, primero sus reservas grasas y finalmente las proteínas. Únicamente cuando las reservas se agotan, el cuerpo comienza a digerir las partes y órganos más vitales. Este periodo es conocido como inanición. Es un proceso totalmente diferente al ayuno. Pero esto no ocurre normalmente sino pasadas cinco semanas o más, dependiendo de las reservas del organismo.
Una vez pasado el tiempo de ayuno, durante la inanición pueden aparecer trastornos más o menos graves en los órganos más vitales. Uno de los síntomas de la inanición es el descenso invariable de la temperatura corporal. El descenso brusco de peso durante un ayuno largo, la visión doble, la excesiva sensibilidad de los ojos a la luz, y el aumento exagerado de potasio en sangre, son síntomas que indican la aparición de la inanición e invariablemente señalan la urgente necesidad de cortar el ayuno.
El ayuno comienza cuando dejamos de comer y termina, sino antes, cuando se consumen las reservas del organismo; la inanición, en cambio, comienza cuando termina el ayuno y puede acabar con la muerte. El cuerpo se cura cuando ayuna, pero enferma y muere en la inanición.
El ayuno es un tiempo de eliminación o «limpieza» interna. El organismo indica que no es momento de introducir comida, sino de eliminar las sustancias de desecho y los residuos tóxicos acumulados con el tiempo. Con el ayuno hacemos una puesta a punto del organismo o un «cerrado por limpieza e inventario» o «cerrado por reparaciones». Las agresiones de la vida moderna son de por sí suficientes para producir una intoxicación corporal general, se exprese o no con síntomas de enfermedad, que indica la necesidad de un tiempo de ayuno y desintoxicación.
El ayuno no es una técnica nueva. Los niños y los animales dejan de comer cuando están enfermos. Guiados por el instinto somático o la inteligencia interna el organismo canaliza sus energías hacia la eliminación de sustancias de desecho y tóxicas y dejan de comer. En ese momento lo importante no es la ingesta de sustancias nutritivas sino la capacidad de desintoxicación, autorregulación y autocuración del organismo y por ello desaparecen las ganas de comer.
La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha todos los procesos de desintoxicación, limpieza y regeneración. En este sentido el ayuno en sí realmente no cura. Es el cuerpo el que se cura mientras ayunamos. El poder de curación es siempre algo inherente al organismo vivo y ningún medicamento o médico puede llevarse los laureles de la curación. La curación es una cualidad de todo ser vivo, que mantiene en sí mismo una parte de la capacidad curativa y de regeneración de la Naturaleza.
Cuando una persona ayuna no gasta energía en el proceso de digestión y asimilación de nutrientes y las células y órganos del cuerpo descansan. Esa energía ahorrada es invertida hacia los procesos de eliminación y autocuración. El cuerpo pone en marcha toda su gran capacidad de autorregulación y autocuración.
Durante el ayuno no es momento de comer sino de eliminar, renovar y regenerar. Todo ello se hace guiado por la inteligencia somática, esa misma inteligencia que hace que nuestro corazón lata, de día y de noche, que nuestros riñones filtren la sangre de desechos, o que el hígado tome las sustancias necesarias para reconstruir el cuerpo y sus funciones y neutralice las sustancias tóxicas ingeridas. Esos mismos órganos, al no tener que trabajar en la digestión y asimilación de alimentos, recanalizan su energía hacia los procesos de curación. La inteligencia somática modifica el reparto energético en el organismo, canalizando la energía hacia las zonas donde la desintoxicación y curación son más necesarias.
http://www.revistanatural.com/articulo.asp?id=761
http://www.revistanatural.com/up/files/ayuno02307.jpg
El ayuno ha tomado parte de la vida diaria de la humanidad, especialmente en los momentos de rituales y ha sido utilizado en la triple vía de limpieza corporal, descontaminación mental y búsqueda de claridad espiritual.
Durante siglos se ha ayunado en la preparación de ceremonias y ritos de diversas religiones y filosofías de vida que lo contemplan en mayor o menor medida. Es y ha sido practicado entre los chamanes de los más diversos lugares a lo largo y ancho de toda la geografía del planeta, especialmente como preparación de festividades concretas durante el año o para celebrar rituales de curación o rituales de acceso al «mundo paralelo» al que acuden en «búsqueda de la visión».
También es y ha sido utilizado en los rituales y en las ceremonias de iniciación de muchas culturas del mundo. La abstinencia de alimentos formaba también parte de los ritos de fertilidad en algunas ceremonias primitivas. Muchas de esas ceremonias se practicaban en los equinoccios de primavera y otoño y han perdurado durante siglos.
Durante los primeros tiempos de la era cristiana la práctica del ayuno de veinticuatro horas era muy común. Es lo que se llamaba en latín: «Jejunium a vespera ad vesperam», que significa «Ayunar desde el atardecer de un día al atardecer del siguiente».
En tiempos cercanos son muy conocidos los repetidos ayunos, en forma de huelgas de hambre, llevados a cabo por Mahatma Gandhi, en su camino de no violencia, de Ahimsa, para liberar a la India del gobierno de Gran Bretaña mediante una revolución pacífica. Utilizó el ayuno como «arma» en su resistencia pacífica y de no colaboración con el gobierno británico y demostró ser un verdadero «guerrero pacífico».
Gandhi, que además de sus ideas pacifistas era vegetariano y tenía amplia experiencia en los cuidados naturales de la salud, utilizó el ayuno en apoyo de sus ideales de libertad para la India. En su poco conocida faceta de especialista en la salud, señala: «No debemos llenar el aparato digestivo con alimentos innecesarios. Tenemos que comer solamente tanto como nos sea necesario y no más. Con frecuencia comemos de más, o ingerimos cosas imposibles de digerir, sin darnos cuenta. Un ayuno ocasional, por ejemplo de una vez por semana o una vez cada quince días, nos permitirá mantenernos equilibrados. Si no nos resulta posible ayunar un día entero, podemos saltarnos una o más comidas durante el día».
Pedro Laín Entralgo, gran especialista en Historia de la medicina y en Antropología médica, escribe: «A comienzos del siglo XIX... vigente desde los hipocráticos, la restricción alimentaria en las enfermedades agudas seguía siendo la regla...»
Un camino olvidado hacia la salud
Hipócrates, según el Dr. Honorio Gimeno, uno de los médicos naturistas más reconocidos de nuestro país, preconizó la utilización del ayuno, el pan integral y las frutas y hortalizas crudas y aconsejó que en cuestiones de alimentación se atendiese al instinto del enfermo. En lo fuerte de la enfermedad, conviene alimentación muy débil o la supresión absoluta de todo alimento. En las diarreas intensas la ingestión de manzana cruda. En invierno y en primavera, se puede comer más que en verano y en otoño. Cuando se tiene fiebre, el mejor alimento es el jugo de frutas. Si un enfermo ha adelgazado bastante por enfermedad larga, no tiene que comer demasiado para recuperarse antes, sino que ha de hacerlo con precaución. Cuando la enfermedad no es muy importante y evoluciona en sentido favorable, el médico no ha de emplear muchos remedios; es mejor que actúe la fuerza vital natural, a ser posible, por sí sola. Dicha fuerza se conoció después en versión latina como «vis medicatrix naturae».
En el siglo XVII, el ilustre físico Paracelso llamaba al ayuno «el gran remedio».
El ayuno a agua no consiste en mantener al cuerpo bebiendo agua mientras el organismo se nutre de sus propias reservas. No «deja de comer», sólo invierte la utilización de alimentos y orienta su energía hacia el proceso curativo.
Durante el ayuno el cuerpo no deja de alimentarse, sino que se alimenta de sus propias reservas, a plato puesto. Mientras existan reservas almacenadas en el cuerpo hablamos de ayuno. Con frecuencia dentro de la terminología de la medicina convencional los términos ayuno e inanición se utilizan como sinónimos. Ello indica un grave error. Hay una gran diferencia entre estos dos procesos.
El ayuno comienza cuando nos saltamos una comida y termina, si no lo dejamos antes, cuando se consumen todas las reservas de nutrientes almacenados durante años en nuestro organismo. Cuando el cuerpo no tiene reservas para «nutrirse de su interior» termina el ayuno y comienza la inanición.
En las primeras horas del ayuno el cuerpo consume el azúcar (glucosa) que fluye en la sangre y la almacena en el hígado y los músculos en forma de glucógeno, al que se le ha llamado también «almidón animal». Posteriormente se mantiene de transformar, primero sus reservas grasas y finalmente las proteínas. Únicamente cuando las reservas se agotan, el cuerpo comienza a digerir las partes y órganos más vitales. Este periodo es conocido como inanición. Es un proceso totalmente diferente al ayuno. Pero esto no ocurre normalmente sino pasadas cinco semanas o más, dependiendo de las reservas del organismo.
Una vez pasado el tiempo de ayuno, durante la inanición pueden aparecer trastornos más o menos graves en los órganos más vitales. Uno de los síntomas de la inanición es el descenso invariable de la temperatura corporal. El descenso brusco de peso durante un ayuno largo, la visión doble, la excesiva sensibilidad de los ojos a la luz, y el aumento exagerado de potasio en sangre, son síntomas que indican la aparición de la inanición e invariablemente señalan la urgente necesidad de cortar el ayuno.
El ayuno comienza cuando dejamos de comer y termina, sino antes, cuando se consumen las reservas del organismo; la inanición, en cambio, comienza cuando termina el ayuno y puede acabar con la muerte. El cuerpo se cura cuando ayuna, pero enferma y muere en la inanición.
El ayuno es un tiempo de eliminación o «limpieza» interna. El organismo indica que no es momento de introducir comida, sino de eliminar las sustancias de desecho y los residuos tóxicos acumulados con el tiempo. Con el ayuno hacemos una puesta a punto del organismo o un «cerrado por limpieza e inventario» o «cerrado por reparaciones». Las agresiones de la vida moderna son de por sí suficientes para producir una intoxicación corporal general, se exprese o no con síntomas de enfermedad, que indica la necesidad de un tiempo de ayuno y desintoxicación.
El ayuno no es una técnica nueva. Los niños y los animales dejan de comer cuando están enfermos. Guiados por el instinto somático o la inteligencia interna el organismo canaliza sus energías hacia la eliminación de sustancias de desecho y tóxicas y dejan de comer. En ese momento lo importante no es la ingesta de sustancias nutritivas sino la capacidad de desintoxicación, autorregulación y autocuración del organismo y por ello desaparecen las ganas de comer.
La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha todos los procesos de desintoxicación, limpieza y regeneración. En este sentido el ayuno en sí realmente no cura. Es el cuerpo el que se cura mientras ayunamos. El poder de curación es siempre algo inherente al organismo vivo y ningún medicamento o médico puede llevarse los laureles de la curación. La curación es una cualidad de todo ser vivo, que mantiene en sí mismo una parte de la capacidad curativa y de regeneración de la Naturaleza.
Cuando una persona ayuna no gasta energía en el proceso de digestión y asimilación de nutrientes y las células y órganos del cuerpo descansan. Esa energía ahorrada es invertida hacia los procesos de eliminación y autocuración. El cuerpo pone en marcha toda su gran capacidad de autorregulación y autocuración.
Durante el ayuno no es momento de comer sino de eliminar, renovar y regenerar. Todo ello se hace guiado por la inteligencia somática, esa misma inteligencia que hace que nuestro corazón lata, de día y de noche, que nuestros riñones filtren la sangre de desechos, o que el hígado tome las sustancias necesarias para reconstruir el cuerpo y sus funciones y neutralice las sustancias tóxicas ingeridas. Esos mismos órganos, al no tener que trabajar en la digestión y asimilación de alimentos, recanalizan su energía hacia los procesos de curación. La inteligencia somática modifica el reparto energético en el organismo, canalizando la energía hacia las zonas donde la desintoxicación y curación son más necesarias.
http://www.revistanatural.com/articulo.asp?id=761