Cotorra
19-ago-2012, 16:22
Compartimos el mundo con una gran diversidad de especies; nadie nos otorgó el mando de la vida y sin embargo es innegable que estamos al frente de lo que pasa en el planeta. Más que darnos poder, lo anterior nos hace responsables de los demás habitantes, empezando por los animales no humanos, y eso nos lleva a cuestionar: como sociedad ¿lo hemos comprendido, o aún es una minoría la que se preocupa por darles una existencia respetuosa? ¿Es posible hablar de un avance real, esperanzador, en la construcción de una conciencia que nos dirija al justo trato a los animales?
En los últimos años percibimos una mayor conciencia en la importancia de la atención al medio ambiente y todo aquello que lo integra. Los problemas en este renglón continúan siendo graves, pero no puede negarse que hay más información al alcance y ello ha repercutido en que cada vez más personas buscan una vida ‘verde’ (o lo más cercano a ella), que contribuya a frenar el deterioro del planeta.
Un elemento esencial del ambiente son los animales no humanos, quienes históricamente han sido víctimas de abusos por parte de los seres ‘pensantes’, autoasumidos como los amos del planeta. Afortunadamente, también parece haber más interés en proteger a las diversas especies que conviven con nosotros.
Hoy resulta común saber de la existencia de asociaciones dedicadas a la protección de los animales. Sabemos de eventos para la adopción de perros y gatos. Vemos a figuras del espectáculo en publicidad que invita a combatir el maltrato hacia los animales, o a efectuar un donativo en pro de alguna organización del ámbito. Basta conectarse a cualquiera de las redes sociales de moda para encontrar avisos de campañas de esterilización, anuncios para localizar a una mascota extraviada o hallarle hogar a una abandonada, y otros por el estilo. Salimos a las calles y nos cruzamos con gente que luce alguna camiseta o pulsera cuya adquisición simboliza el respaldo a alguna de estas mismas causas. Leemos en los diarios acerca de eventos que van desde concentraciones de manifestantes hasta actos al más puro estilo performance, con personas representando a alguna especie en situación de peligro.
No obstante, muchos ponen en tela de juicio la autenticidad y sobre todo la efectividad de estas acciones. Las interrogantes son: ¿podemos hablar de logros considerables, de un cambio positivo en la conciencia contemporánea? ¿En verdad se vislumbra un futuro mejor para los animales?
UN COMBATE CON HISTORIA
Contrario a lo que algunos puedan pensar, el involucramiento de individuos y grupos en la defensa de los animales no es algo reciente. Desde la antigua Grecia había filósofos interesados en los derechos para los animales, en su reconocimiento como seres sintientes.
Fue a principios del siglo XIX cuando se comenzaron a tomar medidas para que los animales tuvieran una existencia más digna. En 1822 se aprobó en Inglaterra una ley que prevenía el trato cruel e inapropiado al ganado, mientras que en 1824 se instituyó en Londres la Real Sociedad para la Prevención a la Crueldad hacia los Animales, activa a la fecha.
En el continente americano, Estados Unidos dio los primeros pasos a finales del siglo XIX. La pionera fue la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad a los Animales, en 1866. Y en el 54 nació la Sociedad Humanitaria de los Estados Unidos (Human Society of the United States, citada comúnmente como “la Humanitaria”), una de las más respetadas y con mayor influencia en el mundo.
En México esta clase de agrupaciones comenzó a surgir en los años setenta, con organismos como la Asociación Nacional para la Aplicación de las Leyes Protectoras de Animales, que trabajaba en los rastros para promover la insensibilización previa al ganado que iba a ser sacrificado, al igual que la Liga Defensora de los Animales. A finales de la década nació el Refugio Franciscano, aún operando como hogar de perros y gatos callejeros.
Desde los inicios y hasta nuestros días, en México todo esfuerzo por salvaguardar a los animales ha surgido de la iniciativa privada: particulares que se valen de sus propios recursos para tratar de conquistar un cambio al respecto.
No hay un número exacto de la cantidad de organizaciones dedicadas a la protección de los animales en nuestro país. La plataforma Asociaciones Protectoras de Animales de México (APASDEM) cuenta en sus filas a 99 grupos. Otras redes registran cifras menores o superiores. Asimismo los expertos en protección animal comentan que la mayoría de los sitios suelen tener conocimiento sólo de instituciones del Distrito Federal, y que tanto ahí como en el resto de la república existen numerosas agrupaciones que no se constituyen legalmente. Los especialistas consideran prácticamente imposible que llegue a haber uniformidad en este sentido, puesto que darle forma legal a una organización requiere de una inversión económica de la que no todos disponen o bien, prefieren dedicar esos recursos a su trabajo. Lo anterior genera en la sociedad una percepción de falta de formalidad en dichos organismos, y en algunos casos ocasiona también en los involucrados un compromiso que lejos de ser sólido, es susceptible al abandono.
Pese a la carencia de un padrón confiable, se sabe que existen asociaciones a lo largo de todo el territorio nacional, aunque las de presencia más fuerte se ubican en la Ciudad de México. Entre las de mayor solidez hay algunas mexicanas, mientras que otras son delegaciones oficiales de organizaciones europeas, estadounidenses y canadienses, centradas tanto en la conservación de la fauna silvestre como en la protección hacia los animales domésticos e incluso de los equinos, como es el caso del Donkey Sanctuary, que desde 1991 trabaja en conjunto con la Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM.
Marielena Hoyo, experimentada activista independiente por los derechos de los animales no humanos, estima que la mayor acción en las asociaciones en el país va enfocada a buscar hogar a canes y felinos abandonados o rescatados de una situación de maltrato. En segundo lugar se encuentran las dedicadas a efectuar campañas de esterilización, mientras que el tercer sitio lo ocupan aquellas enfocadas en la labor de difusión y búsqueda de legislación. La especialista indica además que la generalidad de las organizaciones se centra sólo en perros y gatos, y señala que esa preferencia no nada más se da en el ámbito del activismo sino en la población en general, pues cuando se exponen en los medios de comunicación asuntos como la caza de ballenas o el envenenamiento de lobos, la reacción es mínima, y en cambio si lo que circula es el video de un animal doméstico sufriendo maltrato, de inmediato se alzan voces por todo el país.
Cabe hacer un paréntesis para mencionar que desde los años setenta, a nivel mundial el interés por la protección animal sigue dos grandes ejes. El primero es el bienestarismo, el cual admite la utilización de los animales como alimento, ayuda en labores, materia prima para elaboración de textiles, sujetos de experimento e incluso entretenimiento, siempre y cuando se evite que sufran, y asimismo se les dé una vida digna. Por su parte el sensocentrismo o movimiento de liberación animal promueve que al tratarse de seres sintientes, los animales no humanos no deben explotarse en forma alguna. Al respecto, puede decirse que las asociaciones existentes en México dedicadas a la difusión de información y concientización en pro de los animales se ven más inclinadas hacia el sensocentrismo. Aunque cabe añadir que ambos sectores tienen diversos puntos de coincidencia y a nivel internacional suelen trabajar en conjunto.
En los últimos años percibimos una mayor conciencia en la importancia de la atención al medio ambiente y todo aquello que lo integra. Los problemas en este renglón continúan siendo graves, pero no puede negarse que hay más información al alcance y ello ha repercutido en que cada vez más personas buscan una vida ‘verde’ (o lo más cercano a ella), que contribuya a frenar el deterioro del planeta.
Un elemento esencial del ambiente son los animales no humanos, quienes históricamente han sido víctimas de abusos por parte de los seres ‘pensantes’, autoasumidos como los amos del planeta. Afortunadamente, también parece haber más interés en proteger a las diversas especies que conviven con nosotros.
Hoy resulta común saber de la existencia de asociaciones dedicadas a la protección de los animales. Sabemos de eventos para la adopción de perros y gatos. Vemos a figuras del espectáculo en publicidad que invita a combatir el maltrato hacia los animales, o a efectuar un donativo en pro de alguna organización del ámbito. Basta conectarse a cualquiera de las redes sociales de moda para encontrar avisos de campañas de esterilización, anuncios para localizar a una mascota extraviada o hallarle hogar a una abandonada, y otros por el estilo. Salimos a las calles y nos cruzamos con gente que luce alguna camiseta o pulsera cuya adquisición simboliza el respaldo a alguna de estas mismas causas. Leemos en los diarios acerca de eventos que van desde concentraciones de manifestantes hasta actos al más puro estilo performance, con personas representando a alguna especie en situación de peligro.
No obstante, muchos ponen en tela de juicio la autenticidad y sobre todo la efectividad de estas acciones. Las interrogantes son: ¿podemos hablar de logros considerables, de un cambio positivo en la conciencia contemporánea? ¿En verdad se vislumbra un futuro mejor para los animales?
UN COMBATE CON HISTORIA
Contrario a lo que algunos puedan pensar, el involucramiento de individuos y grupos en la defensa de los animales no es algo reciente. Desde la antigua Grecia había filósofos interesados en los derechos para los animales, en su reconocimiento como seres sintientes.
Fue a principios del siglo XIX cuando se comenzaron a tomar medidas para que los animales tuvieran una existencia más digna. En 1822 se aprobó en Inglaterra una ley que prevenía el trato cruel e inapropiado al ganado, mientras que en 1824 se instituyó en Londres la Real Sociedad para la Prevención a la Crueldad hacia los Animales, activa a la fecha.
En el continente americano, Estados Unidos dio los primeros pasos a finales del siglo XIX. La pionera fue la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad a los Animales, en 1866. Y en el 54 nació la Sociedad Humanitaria de los Estados Unidos (Human Society of the United States, citada comúnmente como “la Humanitaria”), una de las más respetadas y con mayor influencia en el mundo.
En México esta clase de agrupaciones comenzó a surgir en los años setenta, con organismos como la Asociación Nacional para la Aplicación de las Leyes Protectoras de Animales, que trabajaba en los rastros para promover la insensibilización previa al ganado que iba a ser sacrificado, al igual que la Liga Defensora de los Animales. A finales de la década nació el Refugio Franciscano, aún operando como hogar de perros y gatos callejeros.
Desde los inicios y hasta nuestros días, en México todo esfuerzo por salvaguardar a los animales ha surgido de la iniciativa privada: particulares que se valen de sus propios recursos para tratar de conquistar un cambio al respecto.
No hay un número exacto de la cantidad de organizaciones dedicadas a la protección de los animales en nuestro país. La plataforma Asociaciones Protectoras de Animales de México (APASDEM) cuenta en sus filas a 99 grupos. Otras redes registran cifras menores o superiores. Asimismo los expertos en protección animal comentan que la mayoría de los sitios suelen tener conocimiento sólo de instituciones del Distrito Federal, y que tanto ahí como en el resto de la república existen numerosas agrupaciones que no se constituyen legalmente. Los especialistas consideran prácticamente imposible que llegue a haber uniformidad en este sentido, puesto que darle forma legal a una organización requiere de una inversión económica de la que no todos disponen o bien, prefieren dedicar esos recursos a su trabajo. Lo anterior genera en la sociedad una percepción de falta de formalidad en dichos organismos, y en algunos casos ocasiona también en los involucrados un compromiso que lejos de ser sólido, es susceptible al abandono.
Pese a la carencia de un padrón confiable, se sabe que existen asociaciones a lo largo de todo el territorio nacional, aunque las de presencia más fuerte se ubican en la Ciudad de México. Entre las de mayor solidez hay algunas mexicanas, mientras que otras son delegaciones oficiales de organizaciones europeas, estadounidenses y canadienses, centradas tanto en la conservación de la fauna silvestre como en la protección hacia los animales domésticos e incluso de los equinos, como es el caso del Donkey Sanctuary, que desde 1991 trabaja en conjunto con la Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM.
Marielena Hoyo, experimentada activista independiente por los derechos de los animales no humanos, estima que la mayor acción en las asociaciones en el país va enfocada a buscar hogar a canes y felinos abandonados o rescatados de una situación de maltrato. En segundo lugar se encuentran las dedicadas a efectuar campañas de esterilización, mientras que el tercer sitio lo ocupan aquellas enfocadas en la labor de difusión y búsqueda de legislación. La especialista indica además que la generalidad de las organizaciones se centra sólo en perros y gatos, y señala que esa preferencia no nada más se da en el ámbito del activismo sino en la población en general, pues cuando se exponen en los medios de comunicación asuntos como la caza de ballenas o el envenenamiento de lobos, la reacción es mínima, y en cambio si lo que circula es el video de un animal doméstico sufriendo maltrato, de inmediato se alzan voces por todo el país.
Cabe hacer un paréntesis para mencionar que desde los años setenta, a nivel mundial el interés por la protección animal sigue dos grandes ejes. El primero es el bienestarismo, el cual admite la utilización de los animales como alimento, ayuda en labores, materia prima para elaboración de textiles, sujetos de experimento e incluso entretenimiento, siempre y cuando se evite que sufran, y asimismo se les dé una vida digna. Por su parte el sensocentrismo o movimiento de liberación animal promueve que al tratarse de seres sintientes, los animales no humanos no deben explotarse en forma alguna. Al respecto, puede decirse que las asociaciones existentes en México dedicadas a la difusión de información y concientización en pro de los animales se ven más inclinadas hacia el sensocentrismo. Aunque cabe añadir que ambos sectores tienen diversos puntos de coincidencia y a nivel internacional suelen trabajar en conjunto.