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Cotorra
22-jul-2012, 17:40
Deambulan por las calles; buscan entre la basura su alimento y se refugian en un terreno baldío. Les llaman perros callejeros y el 27 de julio se les conmemora en el mundo porque generan una seria preocupación. Pero, en Guatemala ¿quiénes velan por ellos?

Guau, guau, miau, miau… para muchos, quizá no son más que onomatopeyas; para otros, son expresiones de felicidad o de dolor que urgen una respuesta humana que va más allá de decir “pobrecito” o de dar una caricia… Responder a su llamado significa dejar de comer una hamburguesa para donar una bolsa de concentrado, o sacrificar un fin de semana familiar para vender pasteles, juguetes o playeras que financien servicios veterinarios. Es también destinar un porcentaje del salario mensual para dar cobijo a docenas de huéspedes peludos.

¿Locura? ¿Valentía? ¿Impulso? Más bien, vocación. Los rescatistas y defensores de los derechos de los animales no encuentran mejor palabra para describir su labor. “Se sacrifica tiempo, espacio… es dar ese paso más en el que no te importa qué pueda pasar, tú sólo te atreves a actuar”, dice Suzanne Rivera, directora de la Asociación Amigos de los Animales (AMA).

“Es lo que le da sentido a la vida”, explica Pablo Yos, voluntario de la organización Huellitas Guatemala. “Siempre los humanos tenemos un don y yo descubrí que lo que realmente me llena es trabajar por los animales. Hice trabajo social en la iglesia y apoyé temas de VIH, pero ahora es cuando siento que hago lo que amo”, añade Pablo.

Otro factor que les confirma que se trata de una misión de su existencia es la capacidad que tienen para sobreponerse a las constantes dificultades que encuentran en el camino. Rosy Zetino, por ejemplo, una asesora con pensum cerrado de la licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales, se ha visto acorralada muchas veces por la incomprensión de los vecinos. En su casa brinda cobijo a 60 perros, a los que alimenta, cura y castra con recursos propios. “Consumen 15 quintales de concentrado al mes”, cuenta.

Pablo también ha sido objeto de burlas y reproches por parte de familiares y amigos, pero “con el ejemplo”, ha logrado cambiar su percepción y los ha involucrado en su causa. La misma tenacidad ha mostrado Alejandra Estrada, quien es vicepresidenta de la entidad Adopta una Mascota. “Poco a poco se nos han unido personas al ver el trabajo que hacemos. Creo que podemos contagiar a otros para que se involucren”, dice.

En el campo felino, la tarea ha sido más difícil. Elizabeth Martínez, directora de Comunidad Gatuna, explica que “Guatemala no sabe casi nada de gatos; nosotros queremos enseñarle a la gente que puede ser un buen animal de compañía y que no tienen nada que temer”, afirma al lamentarse de que pocos son los espacios de ayuda para esta especie animal.

Hay de todo para todos

Además del amor por los animales, los rescatistas tienen en común la entereza con que defienden su trabajo. Nunca falta quien les reprocha que se enfoquen en los animales, cuando existen muchas necesidades humanas en el mundo como el hambre, la pobreza o el abandono. “Todos podemos ayudar”, dice Elizabeth, quien considera que tender la mano a cualquier criatura es un acto humanitario.

Pilar Naranjo, directora de Paz Animal, asegura que “estamos en una cadena en la cual los humanos no somos nada sin los animales y sin la naturaleza. Cuando solo se salve el ser humano y tengamos todo este planeta desierto, el día de mañana no servirá todo el esfuerzo que hicieron para sí mismos”, agrega.

Pablo es de los que opinan que toda persona llega al mundo con una razón de ser; también cree que hay más organizaciones que brindan ayuda a los seres humanos, pero para los animales aún no existen suficientes.

De acuerdo con Suzanne, en la mayoría de ocasiones, las personas que critican a quienes trabajan por los animales suelen no hacer nada por nadie. “Generalmente, esta gente está desocupada. ¿Por qué decidimos ayudar a los animales? Porque es nuestra vocación. De hecho, muchos de los voluntarios de AMA ayudan en otras causas”, relata.

Todos estos defensores coinciden en que quienes son capaces de sensibilizarse ante el dolor y carencias de un animal, suelen ser más sensibles a las necesidades humanas. “Nos volvemos más conscientes y más humanos con este trabajo”, dice Dante Quiñónez, presidente de la Asociación Amigo Fiel, de Quetzaltenango.

“Pedimos a las personas que ablanden su corazón y vean el sufrimiento de los animalitos. Los perros, por ejemplo, necesitan de los hombres y no fueron hechos para vivir salvajemente. Por eso es que nosotros trabajamos, para darles condiciones dignas de vida, aunque sea a algunos”, cita Anna Herrera, directora de Compasión por los Animales, un albergue que tiene 45 perros y requiere de 250 libras de concentrado semanales.

Huellas y rasguños en el corazón

A la pregunta de cuál es el rescate o trabajo que más ha marcado sus vidas, los rescatistas empiezan sus respuestas de esta manera: “Todos son especiales”, “cada caso ha sido impactante” o “es difícil escoger solo uno”.

Coinciden también en que cada una de las historias caninas o felinas que han conocido tiene un toque de frustración, lágrimas y valentía. Suzanne, por ejemplo, no duda en contar la historia de Enco, un dogo argentino de unos 5 años que estaba moribundo entre la maleza y que ahora es un can fuerte y gordo que se ha convertido en el embajador de AMA.

Dante sufre todavía cuando recuerda a un perrito anciano y ciego que murió en su refugio, y Alejandra no puede ocultar su enojo por el caso de la chow chow de nombre Onix a la que quemaron con agua caliente y la dejaron llena de ampollas.

Rosy afirma que ahora tiene en su refugio a un ejemplo de perseverancia: Milagros, una perrita que se arrastra para caminar, luego de que fue atropellada y que muestra “unos enormes deseos de vivir”.

Pablo narra con sentimiento que hace cinco años observó a una perrita a punto de dar a luz en la calle; justo el día en que consiguió un hogar para ella, no pudo encontrarla.

Son esos relatos, que no siempre tienen un final feliz, los que alimentan la energía de estos defensores de los animales. Su vocación les ha enseñado, ya sea por herencia familiar o por compasión, a responder a los ladridos y maullidos que cada día llegan a ellos.

http://www.s21.com.gt/calles/2012/07/22/deber-tiene-cuatro-patas