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Ver la versión completa : La oveja negra que lidera la lucha por los animales



Cotorra
26-may-2012, 15:42
Carmen Manzano Presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga

Desde luego no le viene de casta al galgo, más bien se considera la oveja negra de una familia taurina. «Mi padre fue incluso empresario de una plaza, así que está claro que sus planteamientos y los míos son muy distintos», se ríe Carmen Manzano, presidenta de la Protectora de Animales de Málaga. A lo largo de las siguientes líneas, las risas se intercalan a veces con miradas de ojos vidriosos, cuando recuerda capítulos y situaciones que le han marcado, siempre con los animales como protagonistas.

Nació en Cartagena, «cantón independiente», y cuando era pequeña, en la plaza de los Carros, algo así como la antigua calle Camas de Málaga, «donde las niñas tenían absolutamente prohibido pasar», de camino al colegio de las Carmelitas cruzaba por la acera de enfrente y veía llegar a los muleros con los burrillos chicos y los perros atados a las carretas: «Era como si me doliera por dentro; cuando no me veían cogía manzanas y trozos de pan y se los daba a aquellos animales». Pero su padre, comisario de la Policía Nacional de la época, siempre se enteraba, y cuando llegaba a casa, tras el consabido «Entra y no me hagas dar el espectáculo», su temprano amor por los animales le costaba más de una paliza.

«Un día, con ocho o nueve años, de vuelta de la confirmación de una amiga, en las escaleras de la iglesia de San Diego me encontré una perrilla pequeña, Negrita, y la tuve durante al menos dos meses en casa, escondida debajo del zaguán». Hasta que su madre la descubrió. «Esa fue la primera vez que me revelé contra ella, y Negrita se quedó. ¡Y eso que tenía mala baba la perra!»

Miedo animal

Sigue encadenando anécdotas de la niñez: «En verano íbamos al cortijo de la familia en la Alpujarra de Almería. En un seiscientos viajaban mis padres; los tres hermanos; Negrita; tres patos que teníamos y la guitarra de mi hermana». Al llegar un día de agosto, en plena rambla, con 40 grados a la sombra, la joven Carmen se encontró a un pobre mulo atado y no pudo reprimirse. «Lo cogí y me lo llevé al pilón. Pero qué miedo no le tendría el animal al cortijero que mientras estuviera cerca no se atrevía a beber. Esas cosas, cuando eres pequeña, se te clavan». Días después, como si le agradeciera el gesto, ese mismo mulo evitó un grave accidente, cuando su hermana se cayó entre sus cascos y permaneció como petrificado para evitar pisarla. «Los animales de alguna manera saben cuando alguien les va a hacer daño», y prosigue: «Cada vez que veo a un perro atado siento dolor físico, porque sé la cantidad de sufrimiento que eso significa».

Se convierte en funcionaria del Estado, y aunque ahora está destinada en el Catastro, arranca, paradojas de la vida, en la comisaría de policía de San Fernando (Cádiz). Pide el traslado a Málaga y recala en la base aérea. «Allí también tuve mis más y mis menos», comenta, a costa de una vivencia sobre la que prefiere no profundizar, pero que tiene que ver, cómo no, con un caballo maltratado. Su vida da un cambio a principios de los noventa: «Estando en un centro comercial vi a los voluntarios de la Protectora recogiendo comida. Me apunté y poco a poco me fui metiendo, me fui metiendo, hasta que llegamos a donde estoy ahora». Ya son más de 20 años de activismo. «En esa época era secretaria de acción sindical de Csif, lo que me permitió conocer a mucha gente de la política. Esa experiencia ahora me sirve como presidenta de la Protectora».

Entrega personal

José Carlos Cabra, figura emblemática del movimiento animalista en Málaga y alma del refugio durante años, ya fallecido, le ha marcado en su vida: «Con José Carlos he aprendido, sobre todo, cosas malas de los seres humanos; pero también un ejemplo de sacrificio por los animales, que le costó la vida. Como él, me siento cada vez más talibana respecto al maltrato». En su caso, acude al refugio todas las tardes, de lunes a viernes, y el sábado por la mañana; mientras que sus hijos (tres) y nietos (tres «y medio») se reparten el resto de su corto fin de semana, «entre continuas llamadas de teléfono». «Te pierdes muchas cosas, sobre todo de los nietos», suspira.

De José Carlos también ha aprendido que la Protectora, como todo, tiene un límite: «Podemos abarcar lo que podemos abarcar, y ahora mismo tenemos 700 ejemplares en un refugio pensado para 300. ¿Es justo que sigamos recogiendo animales? La gente se cree que es muy buena por llevar el perro a la Protectora, pero no tenemos ni sitio ni dinero para más». Durante la entrevista un hombre le ha dejado una caja con seis cachorros, bajo amenaza de abandonarlos.

http://www.diariosur.es/v/20120526/sociedad/oveja-negra-lidera-lucha-20120526.html

cucablacko
27-may-2012, 00:21
Prefiero no comentar, no sea que salten unas cuantas pirañas...

Ecomobisostrans
27-may-2012, 02:13
Pues para no comentar, simplemente no comentes, pero deja de llenar el foro de comentarios sin sentido!