maestra Gaia
17-feb-2012, 16:27
Carta a una madre humana
Querida mamá, me gustaría felicitarte por tu recién maternidad. Basta que apenas hace unas horas haya nacido tu hijo para que ya sientas que jamás podrías separarte de él. Basta que lo tengas en brazos para que te abrumen los fantasmas del miedo que rondan a todas las madres: si respira, si se puede poner enfermo, si pueden quitártelo mientras vas por la calle… Es normal que te pase todo esto por la cabeza, al fin y al cabo tienes en tus manos aquello a lo que más amarás jamás.
Querida mamá, me alegro por ti, me alegra que puedas dormir con tu bebé y acurrucarlo en tu regazo para darle calor cuando tenga frío, pues a los bebés les cuesta trabajo permanecer calientes, ya lo sabes. Me alegro de que puedas atenderle cuando llora, de que tu hijo sepa que tú siempre estás, que nunca te vas.
Me alegro de que puedas alimentarle con tu propio cuerpo, con el mejor alimento que todo bebé necesita, pues somos mamíferos y ése es uno de los grandes dones que la naturaleza nos ha dado. Después de haberlo gestado en tu vientre, verás en tu hijo una extensión de tu alma, te reencontrarás contigo misma y aprenderás sólo con mirarle a la cara cosas que ni la universidad pudo enseñarte. Tu cría es tan frágil y necesita tanto de ti que no puedes dejar de acariciarla, de mirarla, de olerla. Y es que ese olor, el olor de un bebé recién salido de tus entrañas, eso no se olvida jamás.
Querida mamá, a lo mejor para todos aquellos que te rodean esto es algo muy trivial, pura rutina, porque todos los días hay partos y a cada hora nacen bebés. Pero no por ello dejes de admirar el milagro de la vida, ese privilegio que te envuelve, esa suerte que tienes de abrazar al bebé que has albergado en tu útero y de poder quedarte con él para protegerlo de todo mal. Ojalá lo valores como es debido, ya que no todas tenemos la oportunidad.
Querida mamá humana, mamífera y también animal. Quizás pienses que nos separan muchas diferencias, pero quisiera demostrarte que en algunas cosas, en las más importantes de la vida de un ser, somos exactamente iguales la una a la otra. Yo también soy madre, mamífera, animal, sólo que no humana. Y aprovecho este momento tan especial para ti, tu maternidad, porque quizás ahora que tienes el alma a flor de piel puedas comprender que aunque yo no soy tan inteligente como tú, también soy, sin embargo, capaz de sentir. ¿Qué importa la inteligencia si se puede sentir amor, satisfacción, alegría, y también tristeza, soledad, rabia o dolor?
Querida mamá, ahora que estarás abrazando a tu recién nacido, ¿te imaginas cómo sería que te lo robasen? ¿No gritarías desesperada hasta quedarte sin fuerzas mientras contemplas inútilmente cómo lo meten a la fuerza en un camión? ¿No crees que sentirías una angustia que jamás podrías apaciguar? Imagínate que todos tus hijos, uno detrás de otro, fueran asesinados por el sabor de su carne y por el sabor de tu leche. ¿Te gustaría acaso que ese regalo de la Madre Tierra para tu hijo, esa leche que es el único alimento capaz de sustentarle hasta que crezca y que le protegerá de enfermedades, fuera para otros que no la necesitan? ¿Cómo te sentirías, además, sabiendo que sus restos, su piel, servirá para que otros que ya tienen piel se vistan o fabriquen cosas que no les hacen falta, simplemente por unas monedas?¿Te gustaría ver la piel de tu hijo en los zapatos de otra?
Querida mamá, no hace falta que me contestes, al fin y al cabo, sólo soy una vaca, idiota, inútil, irracional, incapaz de comprender tu lengua. Incapaz de escapar de aquí. Y mientras se agota mi vida en esta prisión que llamáis granja, le he contado al viento mi desgracia para que la acerque a tus oídos, con la esperanza de que pueda cambiar algo en ti.
Cuando se nace esclava en un sistema en que otros que creen ser “superiores” a ti pueden utilizarte a su antojo, no aspiras más que a resignarte. Me consta que algunos de los tuyos han cambiado, que ya no se comen a otros. Quizás en algún momento de su vida, alguna vaca, o cerda, o gallina, ¿quién sabe?, envió este mensaje al viento y llegó a un humano que hizo la conexión. También sé que entre vosotros mismos, animales de la misma especie, os discrimináis por aquello más insignificante, ¿qué puedo esperar entonces para conmigo? Es más cómodo así, alimentarse de seres como yo que han nacido en una jaula, que jamás han visto la luz del sol y ni siquiera han tenido la oportunidad de defenderse, de escapar…
Mientras espero mi condena, a la cola en esta fila de presas inocentes y cabizbajas, mientras escucho los gritos de horror de mis hermanas al final del pasillo, pienso en todos mis hijos robados y asesinados, y una vez más me alegro por ti, y te doy la enhorabuena, porque tú tienes al tuyo en tus brazos, con su boquita en tu pecho y reconociéndote con su olfato en medio de la oscuridad de sus inmaduros ojitos. Tranquila, pues nadie te lo robaría impunemente, porque vuestras vidas valen muchísimo: las nuestras, sólo 15,33 euros el kg.
Querida mamá, me gustaría felicitarte por tu recién maternidad. Basta que apenas hace unas horas haya nacido tu hijo para que ya sientas que jamás podrías separarte de él. Basta que lo tengas en brazos para que te abrumen los fantasmas del miedo que rondan a todas las madres: si respira, si se puede poner enfermo, si pueden quitártelo mientras vas por la calle… Es normal que te pase todo esto por la cabeza, al fin y al cabo tienes en tus manos aquello a lo que más amarás jamás.
Querida mamá, me alegro por ti, me alegra que puedas dormir con tu bebé y acurrucarlo en tu regazo para darle calor cuando tenga frío, pues a los bebés les cuesta trabajo permanecer calientes, ya lo sabes. Me alegro de que puedas atenderle cuando llora, de que tu hijo sepa que tú siempre estás, que nunca te vas.
Me alegro de que puedas alimentarle con tu propio cuerpo, con el mejor alimento que todo bebé necesita, pues somos mamíferos y ése es uno de los grandes dones que la naturaleza nos ha dado. Después de haberlo gestado en tu vientre, verás en tu hijo una extensión de tu alma, te reencontrarás contigo misma y aprenderás sólo con mirarle a la cara cosas que ni la universidad pudo enseñarte. Tu cría es tan frágil y necesita tanto de ti que no puedes dejar de acariciarla, de mirarla, de olerla. Y es que ese olor, el olor de un bebé recién salido de tus entrañas, eso no se olvida jamás.
Querida mamá, a lo mejor para todos aquellos que te rodean esto es algo muy trivial, pura rutina, porque todos los días hay partos y a cada hora nacen bebés. Pero no por ello dejes de admirar el milagro de la vida, ese privilegio que te envuelve, esa suerte que tienes de abrazar al bebé que has albergado en tu útero y de poder quedarte con él para protegerlo de todo mal. Ojalá lo valores como es debido, ya que no todas tenemos la oportunidad.
Querida mamá humana, mamífera y también animal. Quizás pienses que nos separan muchas diferencias, pero quisiera demostrarte que en algunas cosas, en las más importantes de la vida de un ser, somos exactamente iguales la una a la otra. Yo también soy madre, mamífera, animal, sólo que no humana. Y aprovecho este momento tan especial para ti, tu maternidad, porque quizás ahora que tienes el alma a flor de piel puedas comprender que aunque yo no soy tan inteligente como tú, también soy, sin embargo, capaz de sentir. ¿Qué importa la inteligencia si se puede sentir amor, satisfacción, alegría, y también tristeza, soledad, rabia o dolor?
Querida mamá, ahora que estarás abrazando a tu recién nacido, ¿te imaginas cómo sería que te lo robasen? ¿No gritarías desesperada hasta quedarte sin fuerzas mientras contemplas inútilmente cómo lo meten a la fuerza en un camión? ¿No crees que sentirías una angustia que jamás podrías apaciguar? Imagínate que todos tus hijos, uno detrás de otro, fueran asesinados por el sabor de su carne y por el sabor de tu leche. ¿Te gustaría acaso que ese regalo de la Madre Tierra para tu hijo, esa leche que es el único alimento capaz de sustentarle hasta que crezca y que le protegerá de enfermedades, fuera para otros que no la necesitan? ¿Cómo te sentirías, además, sabiendo que sus restos, su piel, servirá para que otros que ya tienen piel se vistan o fabriquen cosas que no les hacen falta, simplemente por unas monedas?¿Te gustaría ver la piel de tu hijo en los zapatos de otra?
Querida mamá, no hace falta que me contestes, al fin y al cabo, sólo soy una vaca, idiota, inútil, irracional, incapaz de comprender tu lengua. Incapaz de escapar de aquí. Y mientras se agota mi vida en esta prisión que llamáis granja, le he contado al viento mi desgracia para que la acerque a tus oídos, con la esperanza de que pueda cambiar algo en ti.
Cuando se nace esclava en un sistema en que otros que creen ser “superiores” a ti pueden utilizarte a su antojo, no aspiras más que a resignarte. Me consta que algunos de los tuyos han cambiado, que ya no se comen a otros. Quizás en algún momento de su vida, alguna vaca, o cerda, o gallina, ¿quién sabe?, envió este mensaje al viento y llegó a un humano que hizo la conexión. También sé que entre vosotros mismos, animales de la misma especie, os discrimináis por aquello más insignificante, ¿qué puedo esperar entonces para conmigo? Es más cómodo así, alimentarse de seres como yo que han nacido en una jaula, que jamás han visto la luz del sol y ni siquiera han tenido la oportunidad de defenderse, de escapar…
Mientras espero mi condena, a la cola en esta fila de presas inocentes y cabizbajas, mientras escucho los gritos de horror de mis hermanas al final del pasillo, pienso en todos mis hijos robados y asesinados, y una vez más me alegro por ti, y te doy la enhorabuena, porque tú tienes al tuyo en tus brazos, con su boquita en tu pecho y reconociéndote con su olfato en medio de la oscuridad de sus inmaduros ojitos. Tranquila, pues nadie te lo robaría impunemente, porque vuestras vidas valen muchísimo: las nuestras, sólo 15,33 euros el kg.