Safanoria
21-oct-2011, 21:30
El ser humano. El animal que se convirtió en plaga, creyéndose superior. Domó a las bestias de las cuales se alimentaba para luego hacinarlas y encerrarlas. Y para, posteriormente, lucirlas en su propia piel, descuartizarlas, obligarles a divertirle, experimentar sobre ellxs. En pocas palabras: someterles.
No contento con ello, obligó a las plantas a darle sus frutos. Las encerró bajo cúpulas de plástico y las envenenó para que produjeran más en menos tiempo. Al darse cuenta de que algunas plantas tenían una apariencia agradable, decidió también someterlas, ya que creía que por encerrarlas podría llegar a robarles su belleza y él llegar a ser bello.
Y, no contento con ello, después de haber ultrajado a todas las especies, inferiorizándolas a él, vio que podía hacer lo mismo con su especie.
Así, denigró a su compañera, la mujer, y la hizo esclava y objeto de sus deseos. Lo mismo hizo con aquellxs de su especie que fueran diferentes a él en color de piel o rasgos físicos.
Hoy en día, la igualdad sigue siendo una patraña, a pesar de que el ser humano se tilda a si mismo de racional.
La mujer sigue denigrada, pero la sociedad lo niega: dice que las mujeres son iguales a los hombres.
Mientras tanto, siguen arrancándose los pelos como si de una enfermedad se tratara, vistiéndose como los hombres quieren, poniéndose una careta de maquillaje para ocultar su verdadera cara porque temen no estar a la altura de las espectativas de lxs hombres. Por eso se suben a esas plataformas para las cuales, estoy segura, hace falta algún tipo de licencia de conducción y alguna llegará a padecer de vértigo.
Sin embargo, hay quienes lo niegan y dicen que los hombres también se arrancan los pelos y eso es igualdad.
Pero nadie respeta a quien decide dejarlos donde están. Mucho menos, si es mujer.
Las personas diferentes siguen siendo rechazadas por aquellas que siguen la norma a rajatabla, ya que temen que se tambalee su incierto estado de bienestar.
Si estas personas diferentes son apátridas, emigrantes, almas errantes en busca de un mar en calma donde echar el ancla, y carecen de capital, son automáticamente desechadas y tildadas de maleantes.
Las mismas personas diferentes, en caso de estar en países en "vías de desarrollo" o "tercermundistas", cultivan la tierra y cosen la ropa de un primer mundo que demanda a cambio de brazos baratos. Un primer mundo en el que domina la clase media y ésta, para olvidar que su vida está en manos de unos cuantos dueños del mundo, intenta evadirse pegada a la caja boba y sigue los dictados de lo que ésta le manda: la industria de la moda abarca sus vidas.
El materialismo es el pan de cada día y no importa de dónde salga la ropa, los alimentos o los electrodomésticos: lo importante es que sean asequibles a la clase media, para que ésta no se queje.
Queremos tenerlo todo, pero ese todo varía cada día, y cada día queremos tenerlo actualizado.
Mientras tanto, Gaia muere.
La tierra se agota a medida que la envenenan los brazos explotados que no son capaces más que de obedecer a ciegas por falta de qué llevarse a la boca.
La población aumenta a un ritmo de vértigo y la agricultura está en decadencia. Y la agricultura es la base de la vida. Si la tierra es lo único que queda cuando ya no queda nada, y estamos evenenando y empobreciendo tanto los suelos que se quedan yermos, ¿a qué planeta vamos a emigrar después?
Y de lxs inocentes que no pueden manifestarse mejor ni hablar. Las bestias domadas por el hombre para su uso nunca serán respetadas ni liberadas, por mucho que unxs cuantxs nos desvivamos, atónitxs, ante el asesinato masivo.
La misma persona que dice estar en contra de los toros en las plazas es, usualmente, la misma que lleva vacas muertas a sus platos. Lxs mismxs que dicen estar en contra del maltrato animal son lxs mismxs que llevan a sus mesas el maltrato animal elevado al máximo exponente.
Muchxs dicen que queda mucho camino por recorrer, mucho por lo que luchar. Yo, sin embargo, creo que las utopías dejarán de serlo cuando decidamos empezar a cambiarnos por dentro, para reajustar cada pensamiento y aceptar la realidad: la seguridad no existe y la comodidad es más que asentar el trasero en un sofá delante de una caja y esperar a que nos lo den todo hecho.
El día en que la comodidad sea sinónimo de lucha en nuestras mentes, será el día en que empecemos a cambiar el mundo.
Porque será cuando asumamos la angustia vital como parte de la vida, y nos sentiremos cómodxs luchando por librarnos del yugo, de las cadenas, de las ruedas del consumo.
WRG (Borrador modificado)
No contento con ello, obligó a las plantas a darle sus frutos. Las encerró bajo cúpulas de plástico y las envenenó para que produjeran más en menos tiempo. Al darse cuenta de que algunas plantas tenían una apariencia agradable, decidió también someterlas, ya que creía que por encerrarlas podría llegar a robarles su belleza y él llegar a ser bello.
Y, no contento con ello, después de haber ultrajado a todas las especies, inferiorizándolas a él, vio que podía hacer lo mismo con su especie.
Así, denigró a su compañera, la mujer, y la hizo esclava y objeto de sus deseos. Lo mismo hizo con aquellxs de su especie que fueran diferentes a él en color de piel o rasgos físicos.
Hoy en día, la igualdad sigue siendo una patraña, a pesar de que el ser humano se tilda a si mismo de racional.
La mujer sigue denigrada, pero la sociedad lo niega: dice que las mujeres son iguales a los hombres.
Mientras tanto, siguen arrancándose los pelos como si de una enfermedad se tratara, vistiéndose como los hombres quieren, poniéndose una careta de maquillaje para ocultar su verdadera cara porque temen no estar a la altura de las espectativas de lxs hombres. Por eso se suben a esas plataformas para las cuales, estoy segura, hace falta algún tipo de licencia de conducción y alguna llegará a padecer de vértigo.
Sin embargo, hay quienes lo niegan y dicen que los hombres también se arrancan los pelos y eso es igualdad.
Pero nadie respeta a quien decide dejarlos donde están. Mucho menos, si es mujer.
Las personas diferentes siguen siendo rechazadas por aquellas que siguen la norma a rajatabla, ya que temen que se tambalee su incierto estado de bienestar.
Si estas personas diferentes son apátridas, emigrantes, almas errantes en busca de un mar en calma donde echar el ancla, y carecen de capital, son automáticamente desechadas y tildadas de maleantes.
Las mismas personas diferentes, en caso de estar en países en "vías de desarrollo" o "tercermundistas", cultivan la tierra y cosen la ropa de un primer mundo que demanda a cambio de brazos baratos. Un primer mundo en el que domina la clase media y ésta, para olvidar que su vida está en manos de unos cuantos dueños del mundo, intenta evadirse pegada a la caja boba y sigue los dictados de lo que ésta le manda: la industria de la moda abarca sus vidas.
El materialismo es el pan de cada día y no importa de dónde salga la ropa, los alimentos o los electrodomésticos: lo importante es que sean asequibles a la clase media, para que ésta no se queje.
Queremos tenerlo todo, pero ese todo varía cada día, y cada día queremos tenerlo actualizado.
Mientras tanto, Gaia muere.
La tierra se agota a medida que la envenenan los brazos explotados que no son capaces más que de obedecer a ciegas por falta de qué llevarse a la boca.
La población aumenta a un ritmo de vértigo y la agricultura está en decadencia. Y la agricultura es la base de la vida. Si la tierra es lo único que queda cuando ya no queda nada, y estamos evenenando y empobreciendo tanto los suelos que se quedan yermos, ¿a qué planeta vamos a emigrar después?
Y de lxs inocentes que no pueden manifestarse mejor ni hablar. Las bestias domadas por el hombre para su uso nunca serán respetadas ni liberadas, por mucho que unxs cuantxs nos desvivamos, atónitxs, ante el asesinato masivo.
La misma persona que dice estar en contra de los toros en las plazas es, usualmente, la misma que lleva vacas muertas a sus platos. Lxs mismxs que dicen estar en contra del maltrato animal son lxs mismxs que llevan a sus mesas el maltrato animal elevado al máximo exponente.
Muchxs dicen que queda mucho camino por recorrer, mucho por lo que luchar. Yo, sin embargo, creo que las utopías dejarán de serlo cuando decidamos empezar a cambiarnos por dentro, para reajustar cada pensamiento y aceptar la realidad: la seguridad no existe y la comodidad es más que asentar el trasero en un sofá delante de una caja y esperar a que nos lo den todo hecho.
El día en que la comodidad sea sinónimo de lucha en nuestras mentes, será el día en que empecemos a cambiar el mundo.
Porque será cuando asumamos la angustia vital como parte de la vida, y nos sentiremos cómodxs luchando por librarnos del yugo, de las cadenas, de las ruedas del consumo.
WRG (Borrador modificado)