margaly
05-nov-2007, 09:46
Hasta que la carne nos separe
¿Qué pasa en una pareja cuando uno no come carne? Que dividen la nevera, no saben dónde cenar, los amigos no llaman y el omnívoro se hace vegetariano (en España hay 200.000). Dos parejas mixtas explican cómo se convive.
Paul McCartney y la actriz Renée Zellwegger juegan al despiste. ¿Salen o no salen? Algún amigo íntimo se ha ido de la lengua y ha confirmado que, efectivamente, salen, pero que están todo el día a la greña no por un choque de egos o por dinero, sino por algo tan cotidiano como un chuletón. Mientras McCartney está entre los 4,2 millones de ingleses vegetarianos (lo es desde que su primera mujer, Linda, contrajo el cáncer que la llevó a la muerte), la Zellwegger no pertenece al 2,5% de americanos que profesan el vegetarianismo. Sólo en EEUU, Canadá y Reino Unido hay más de 10 millones de personas que nunca comen carne.
Mónica y Javier o Aída y Fawsy no son famosos, pero se han encontrado con el mismo problema, aunque han sabido solucionarlo mejor. Ellas son vegetarianas (el 68% de los vegetarianos son mujeres; el 32%, hombres, según el autor Joan Sabaté, especializado en este tipo de alimentación); ellos se declaran omnívoros. Y aun así, cinco y ocho años, respectivamente, de estupenda relación avalan aquello de que el amor puede con todo. «El perfil del vegetariano es mujer, casada, activa, con estudios universitarios, no fuma ni bebe en exceso, vive en una gran ciudad, trabaja fuera de casa y, si tiene hijos, les da el pecho durante mucho tiempo», explica Sabaté, especialista en vegetarianismo en EEUU. Según este autor, en España sólo el 0,5% de la población es vegetariana (unas 200.000 personas). Una cifra muy por debajo de otros países europeos como Alemania (casi ocho millones de vegetarianos, entre el 8% y el 9% de la población) y muy, muy lejos del porcentaje de La India, donde el 40% de sus casi 1.000 millones de habitantes no consume carne, esencialmente por motivos que tienen que ver con convicciones éticas y religiosas.
Mónica, una mujer en la treintena, es dueña de la cadena de tiendas de decoración Casa y Campo. Se declara vegetariana, sobre todo, por salud: «Fui dejando de comer carne poco a poco, hace unos cinco años. Me di cuenta de que la dieta vegetariana cada día me sentaba mejor. Además, tengo dos hermanos diabéticos y sé que con la alimentación se mejora la diabetes y hasta se puede llegar a evitar. En Asia, por ejemplo, donde sólo comen frutas, verduras y cereales, no hay casos de diabetes ni casi de cáncer».
«Yo no soy carroñera». Aída, odontóloga y estudiante de Arte Dramático de 25 años, ve, sin embargo, en el vegetarianismo una razón ética: «Yo siempre he tenido mucha sensibilidad hacia los animales. Hace unos tres años conocí a un grupo de vegetarianos y ellos me dieron el empujón final. No como nada con ojos, me parece una falta de respeto para mis amigos los animales y para el planeta. A mí me gustaba mucho la carne y también el jamón serrano. Pero he pensado tanto sobre el asunto, he leído tanto, que ahora, cuando veo un filete, sé que lo que estoy viendo es un cadáver; un jamón no es más que una momia de cerdo. Y yo no soy carroñera».
Ya Plutarco (50-120 d. C.) defendió este tipo de vegetarianismo en su obra Sobre comer carne, en la que decía: «Por un pequeño bocado de carne privamos a un alma del sol y de la luz y del gozo de la porción de vida y tiempo por la que había nacido al mundo». Más apocalíptico se pronunció Albert Einstein, quien llegó a afirmar: «Nada beneficiará la salud humana ni incrementará nuestra oportunidad de sobrevivir a la vida en la Tierra más que la evolución hacia una dieta vegetariana». Completarían la lista de vegetarianos ilustres Richard Wagner, León Tolstoi, Mahatma Gandhi o el oceanólogo francés Jacques Cousteau, aunque tampoco faltarían personajes ominosos como Adolf Hitler, que en más de una ocasión declaró que le daban asco «las personas que comen cadáveres», y celebridades del cine de ayer y de hoy: Brigitte Bardot, Natalie Portman, Alicia Silverstone, Joaquim Phoenix...
Pero, ¿qué piensan las parejas de sus comprometidos vegetarianos? Fawsy tiene 27 años, lleva ocho saliendo con Aída y es ingeniero de telecomunicaciones. «Yo he vivido el proceso por el que Aída se ha convertido al vegetarianismo y me parece muy coherente con su forma de ser y su manera de pensar. La apoyo al 100%. No soy vegetariano, un poco por pereza. Por respeto a ella soy incapaz de comer un chuletón cuando estamos juntos, aunque sí lo hago ocasionalmente en casa de mis padres, o con algún grupo de amigos. No me parece muy complicado seguir el vegetarianismo, aunque reconozco que algunos amigos se han apartado de nosotros desde que saben que Aída lo practica».
La convivencia con Aída le ha llevado a compartir algunas de sus convicciones éticas. «Con la cantidad de grano y vegetal que ingiere una vaca para darnos un placer al paladar se podría alimentar a mucha gente del Tercer Mundo», afirma convencido el joven ingeniero.
Javier, abogado y empresario hostelero de 37 años (es propietario del restaurante madrileño Summa, apto para omnívoros y para vegetarianos, y de una escuela de cocina), tiene una visión algo distinta: «Antes de conocer a Mónica veía el vegetarianismo como una cocina algo complicada socialmente, pero tan respetable como otras. Desde que empecé a salir con mi mujer me he dado cuenta de lo difícil que es encajar el vegetarianismo con un cóctel, una fiesta, una cena o cualquier acto social».
Particularmente en un país como España. Cada conciudadano come de media más de 70 kilos de carne al año. Según datos de Eurostat referidos a 2003, los últimos disponibles, los españoles son los europeos que más carne consumen por habitante: casi el doble que los británicos, 33 kilos anuales más que los alemanes y 29 más que los franceses. Nos gusta gastarnos el dinero en carne. El 35% del gasto de los españoles en alimentación en 2005 se destinó a carne y pescado, frente al 13% dedicado a patatas, frutas y hortalizas frescas.
¿Qué hay de menú? Para salvar las dificultades que a menudo plantea el encaje del vegetarianismo en la vida social de un país eminentemente carnívoro, a las parejas mixtas sólo les queda echar mano de toneladas de paciencia, flexibilidad y sentido común. «En mi casa, por ejemplo, son muy de carne», explica Javier, «así que, para evitar conflictos, lo que hacemos es llamar antes de ir a comer y preguntar qué hay de menú».
¿Debería sorprender esta actitud? En absoluto. De hecho, el caso de Renée Zellwegger y Paul McCartney es raro; al menos aquí, en España.
Cuando hablamos de parejas mixtas españolas (vegetariano/a-omnívoro/a) la mayoría de las veces observamos el siguiente fenómeno: la parte omnívora de la pareja, con el tiempo, se va acercando a los postulados vegetarianos: no deja de comer de todo, pero sí que reduce drásticamente el consumo de carne y pescado. «Esto ocurre porque los vegetarianos tienen muy claras sus creencias y las suelen argumentar muy bien. Los omnívoros, por contra, no estamos tan convencidos de que comer de todo es lo mejor, por eso la parte vegetariana acaba por arrastrar a la omnívora. Nos falta información para defender con propiedad nuestros postulados», explica la doctora Natalia Úbeda, experta en Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid.
Coincide con ella el también nutricionista (y convencido vegetariano) Julio Basulto: «Me he pasado la vida explicando a la gente por qué soy vegetariano. Lo tengo muy claro y las dos parejas que he tenido han sido omnívoras para acabar acercándose cada vez más al vegetarianismo. Creo que cuando convives con un vegetariano y te das cuenta de lo rica, variada y sana que es su dieta, te vas pasando poco a poco, sin darte cuenta».
Basulto, profesor de la Unidad de Nutrición Humana de la Universitat Rovira i Virgili, de Reus, en la provincia de Tarragona, da las claves para que la convivencia sea un éxito: «Que el vegetariano no se pase la vida poniendo a parir la dieta del otro, que el omnívoro tenga la mentalidad abierta a la hora de probar nuevos platos y que, cuando salgan a cenar, lo hagan a restaurantes mixtos: para un vegetariano es más fácil comer aquí que para la otra persona visitar siempre restaurantes vegetarianos».
Queda, sin embargo, la cuestión de los niños. Ni Mónica y Javier ni Aída y Fawsy tienen hijos, pero cuando los tengan... «A mí me gustaría que mis hijos comieran de todo, pero todo muy sano», afirma Mónica. «No estoy muy informada de si los niños tienen que tomar carne por necesidad. Si no es así, no se la daría». Javier responde con cautela: «Tengo claro que mi hijo comería sano, nada de comida basura, pizzas, hamburguesas... Siendo alimentos sanos, que comiese lo que quisiese».
Hijos vegetarianos. Bastante más firme es la convicción de Aída y Fawsy, que no piensan tener hijos. Los adoptarán, porque creen que la Tierra ya está superpoblada. «Pero sí me gustaría que fuesen vegetarianos y siguiesen con mi lucha», asegura ella.
Su lucha. La primera asociación vegetariana del mundo nació en Inglaterra en 1847. La segunda, en Nueva York, tres años más tarde. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que se celebrara el primer congreso internacional de vegetarianos, concretamente hasta 1908. Fue en la ciudad alemana de Dresde. En España, aunque ya había vegetarianos, no empezaron a surgir asociaciones hasta algo después, sobre 1920. Desde entonces, las cosas han cambiado mucho.
Éste es el día a día de nuestras parejas, un ejemplo de tolerancia donde, a veces, la opción vegetariana puede ocasionar alguna que otra crisis.
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¿Qué pasa en una pareja cuando uno no come carne? Que dividen la nevera, no saben dónde cenar, los amigos no llaman y el omnívoro se hace vegetariano (en España hay 200.000). Dos parejas mixtas explican cómo se convive.
Paul McCartney y la actriz Renée Zellwegger juegan al despiste. ¿Salen o no salen? Algún amigo íntimo se ha ido de la lengua y ha confirmado que, efectivamente, salen, pero que están todo el día a la greña no por un choque de egos o por dinero, sino por algo tan cotidiano como un chuletón. Mientras McCartney está entre los 4,2 millones de ingleses vegetarianos (lo es desde que su primera mujer, Linda, contrajo el cáncer que la llevó a la muerte), la Zellwegger no pertenece al 2,5% de americanos que profesan el vegetarianismo. Sólo en EEUU, Canadá y Reino Unido hay más de 10 millones de personas que nunca comen carne.
Mónica y Javier o Aída y Fawsy no son famosos, pero se han encontrado con el mismo problema, aunque han sabido solucionarlo mejor. Ellas son vegetarianas (el 68% de los vegetarianos son mujeres; el 32%, hombres, según el autor Joan Sabaté, especializado en este tipo de alimentación); ellos se declaran omnívoros. Y aun así, cinco y ocho años, respectivamente, de estupenda relación avalan aquello de que el amor puede con todo. «El perfil del vegetariano es mujer, casada, activa, con estudios universitarios, no fuma ni bebe en exceso, vive en una gran ciudad, trabaja fuera de casa y, si tiene hijos, les da el pecho durante mucho tiempo», explica Sabaté, especialista en vegetarianismo en EEUU. Según este autor, en España sólo el 0,5% de la población es vegetariana (unas 200.000 personas). Una cifra muy por debajo de otros países europeos como Alemania (casi ocho millones de vegetarianos, entre el 8% y el 9% de la población) y muy, muy lejos del porcentaje de La India, donde el 40% de sus casi 1.000 millones de habitantes no consume carne, esencialmente por motivos que tienen que ver con convicciones éticas y religiosas.
Mónica, una mujer en la treintena, es dueña de la cadena de tiendas de decoración Casa y Campo. Se declara vegetariana, sobre todo, por salud: «Fui dejando de comer carne poco a poco, hace unos cinco años. Me di cuenta de que la dieta vegetariana cada día me sentaba mejor. Además, tengo dos hermanos diabéticos y sé que con la alimentación se mejora la diabetes y hasta se puede llegar a evitar. En Asia, por ejemplo, donde sólo comen frutas, verduras y cereales, no hay casos de diabetes ni casi de cáncer».
«Yo no soy carroñera». Aída, odontóloga y estudiante de Arte Dramático de 25 años, ve, sin embargo, en el vegetarianismo una razón ética: «Yo siempre he tenido mucha sensibilidad hacia los animales. Hace unos tres años conocí a un grupo de vegetarianos y ellos me dieron el empujón final. No como nada con ojos, me parece una falta de respeto para mis amigos los animales y para el planeta. A mí me gustaba mucho la carne y también el jamón serrano. Pero he pensado tanto sobre el asunto, he leído tanto, que ahora, cuando veo un filete, sé que lo que estoy viendo es un cadáver; un jamón no es más que una momia de cerdo. Y yo no soy carroñera».
Ya Plutarco (50-120 d. C.) defendió este tipo de vegetarianismo en su obra Sobre comer carne, en la que decía: «Por un pequeño bocado de carne privamos a un alma del sol y de la luz y del gozo de la porción de vida y tiempo por la que había nacido al mundo». Más apocalíptico se pronunció Albert Einstein, quien llegó a afirmar: «Nada beneficiará la salud humana ni incrementará nuestra oportunidad de sobrevivir a la vida en la Tierra más que la evolución hacia una dieta vegetariana». Completarían la lista de vegetarianos ilustres Richard Wagner, León Tolstoi, Mahatma Gandhi o el oceanólogo francés Jacques Cousteau, aunque tampoco faltarían personajes ominosos como Adolf Hitler, que en más de una ocasión declaró que le daban asco «las personas que comen cadáveres», y celebridades del cine de ayer y de hoy: Brigitte Bardot, Natalie Portman, Alicia Silverstone, Joaquim Phoenix...
Pero, ¿qué piensan las parejas de sus comprometidos vegetarianos? Fawsy tiene 27 años, lleva ocho saliendo con Aída y es ingeniero de telecomunicaciones. «Yo he vivido el proceso por el que Aída se ha convertido al vegetarianismo y me parece muy coherente con su forma de ser y su manera de pensar. La apoyo al 100%. No soy vegetariano, un poco por pereza. Por respeto a ella soy incapaz de comer un chuletón cuando estamos juntos, aunque sí lo hago ocasionalmente en casa de mis padres, o con algún grupo de amigos. No me parece muy complicado seguir el vegetarianismo, aunque reconozco que algunos amigos se han apartado de nosotros desde que saben que Aída lo practica».
La convivencia con Aída le ha llevado a compartir algunas de sus convicciones éticas. «Con la cantidad de grano y vegetal que ingiere una vaca para darnos un placer al paladar se podría alimentar a mucha gente del Tercer Mundo», afirma convencido el joven ingeniero.
Javier, abogado y empresario hostelero de 37 años (es propietario del restaurante madrileño Summa, apto para omnívoros y para vegetarianos, y de una escuela de cocina), tiene una visión algo distinta: «Antes de conocer a Mónica veía el vegetarianismo como una cocina algo complicada socialmente, pero tan respetable como otras. Desde que empecé a salir con mi mujer me he dado cuenta de lo difícil que es encajar el vegetarianismo con un cóctel, una fiesta, una cena o cualquier acto social».
Particularmente en un país como España. Cada conciudadano come de media más de 70 kilos de carne al año. Según datos de Eurostat referidos a 2003, los últimos disponibles, los españoles son los europeos que más carne consumen por habitante: casi el doble que los británicos, 33 kilos anuales más que los alemanes y 29 más que los franceses. Nos gusta gastarnos el dinero en carne. El 35% del gasto de los españoles en alimentación en 2005 se destinó a carne y pescado, frente al 13% dedicado a patatas, frutas y hortalizas frescas.
¿Qué hay de menú? Para salvar las dificultades que a menudo plantea el encaje del vegetarianismo en la vida social de un país eminentemente carnívoro, a las parejas mixtas sólo les queda echar mano de toneladas de paciencia, flexibilidad y sentido común. «En mi casa, por ejemplo, son muy de carne», explica Javier, «así que, para evitar conflictos, lo que hacemos es llamar antes de ir a comer y preguntar qué hay de menú».
¿Debería sorprender esta actitud? En absoluto. De hecho, el caso de Renée Zellwegger y Paul McCartney es raro; al menos aquí, en España.
Cuando hablamos de parejas mixtas españolas (vegetariano/a-omnívoro/a) la mayoría de las veces observamos el siguiente fenómeno: la parte omnívora de la pareja, con el tiempo, se va acercando a los postulados vegetarianos: no deja de comer de todo, pero sí que reduce drásticamente el consumo de carne y pescado. «Esto ocurre porque los vegetarianos tienen muy claras sus creencias y las suelen argumentar muy bien. Los omnívoros, por contra, no estamos tan convencidos de que comer de todo es lo mejor, por eso la parte vegetariana acaba por arrastrar a la omnívora. Nos falta información para defender con propiedad nuestros postulados», explica la doctora Natalia Úbeda, experta en Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid.
Coincide con ella el también nutricionista (y convencido vegetariano) Julio Basulto: «Me he pasado la vida explicando a la gente por qué soy vegetariano. Lo tengo muy claro y las dos parejas que he tenido han sido omnívoras para acabar acercándose cada vez más al vegetarianismo. Creo que cuando convives con un vegetariano y te das cuenta de lo rica, variada y sana que es su dieta, te vas pasando poco a poco, sin darte cuenta».
Basulto, profesor de la Unidad de Nutrición Humana de la Universitat Rovira i Virgili, de Reus, en la provincia de Tarragona, da las claves para que la convivencia sea un éxito: «Que el vegetariano no se pase la vida poniendo a parir la dieta del otro, que el omnívoro tenga la mentalidad abierta a la hora de probar nuevos platos y que, cuando salgan a cenar, lo hagan a restaurantes mixtos: para un vegetariano es más fácil comer aquí que para la otra persona visitar siempre restaurantes vegetarianos».
Queda, sin embargo, la cuestión de los niños. Ni Mónica y Javier ni Aída y Fawsy tienen hijos, pero cuando los tengan... «A mí me gustaría que mis hijos comieran de todo, pero todo muy sano», afirma Mónica. «No estoy muy informada de si los niños tienen que tomar carne por necesidad. Si no es así, no se la daría». Javier responde con cautela: «Tengo claro que mi hijo comería sano, nada de comida basura, pizzas, hamburguesas... Siendo alimentos sanos, que comiese lo que quisiese».
Hijos vegetarianos. Bastante más firme es la convicción de Aída y Fawsy, que no piensan tener hijos. Los adoptarán, porque creen que la Tierra ya está superpoblada. «Pero sí me gustaría que fuesen vegetarianos y siguiesen con mi lucha», asegura ella.
Su lucha. La primera asociación vegetariana del mundo nació en Inglaterra en 1847. La segunda, en Nueva York, tres años más tarde. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que se celebrara el primer congreso internacional de vegetarianos, concretamente hasta 1908. Fue en la ciudad alemana de Dresde. En España, aunque ya había vegetarianos, no empezaron a surgir asociaciones hasta algo después, sobre 1920. Desde entonces, las cosas han cambiado mucho.
Éste es el día a día de nuestras parejas, un ejemplo de tolerancia donde, a veces, la opción vegetariana puede ocasionar alguna que otra crisis.
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