Nulyeta
23-ago-2010, 18:31
Que hable la tumba
El Vaticano autoriza a abrir el sepulcro de un criminal enterrado en una basílica para tratar de aclarar el misterio de la desaparición, hace 27 años, de la joven Emanuela Orlandi
http://periodico.mynewsonline.com/preview/20100823G0111PER.jpg
Edición impresa (Versión PDF): http://periodico.mynewsonline.com/pdf/index.php?screen=preview&ref=PER20100823G011&idioma=PER ROSSEND DOMÈNECH
ROMA
El Vaticano ha dado permiso en estos días para que se reabra la tumba de un bandido, Enrico De Pedis, asesinado en Roma y sepultado en la basílica de Sant'Apollinare, en el centro de la ciudad, propiedad del Opus Dei. Tal vez en su interior no haya un cadáver sino dos, o por lo menos algunos indicios para esclarecer la desaparición en 1983 de Emanuela Orlandi, hija de un alto funcionario del Papa y ciudadana del Vaticano. En la rocambolesca historia se mezclan bandidos de alta y baja ralea, mafias, eclesiásticos y servicios secretos de varios países, alguno de los cuales asegura que Emanuela sigue con vida y reside cerca del Vaticano.
Después de años de descartar pistas, las investigaciones apuntan ahora a que se trató de un chantaje de las mafias para que el banco del Papa les devolviera el dinero que habían invertido, unos 10 millones de euros de 1980. Capital que supuestamente sirvió como préstamo para financiar el nacimiento de Solidaridad, el sindicato polaco que acabó hundiendo el régimen comunista de Varsovia, a lo que siguió el derrumbe de la URSS.
El secuestro
La historia comenzó en la mañana del 22 de junio de 1983. Emanuela Orlandi tenía 15 años y el pelo largo y negro, y vestía vaqueros, camisa blanca y zapatillas deportivas. Vivía dentro del Vaticano. Su padre, Ercole, trabajaba en el apartamento de Juan Pablo II. Emanuela saludó a los guardias suizos y emprendió el camino hacia una escuela de música, cerca de plaza Navona, en el centro de Roma, donde aprendía a tocar la flauta travesera. Diez minutos de paseo. Se le acercó un BMW verde, desde el que le propusieron distribuir folletos de propaganda de los productos Avon, ofreciéndole casi 200 euros actuales. Se lo pensó y llamó a sus padres; respondió su hermana Natalia, que se lo desaconsejó, y prosiguió hacia la escuela. Nunca volvió a su casa.
Unos meses antes de su desaparición, los servicios secretos franceses habían alertado al Estado pontificio de que alguien quería secuestrar «a una ciudadana vaticana», y en los meses siguientes un anónimo llamó varias veces a la familia Orlandi, a través de la que pidió y obtuvo una línea telefónica reservada con el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Llamó 34 veces.
En el 2005, otro anónimo llamó al programa Chi l'ha visto? (Quién sabe dónde en España): «Si queréis saber sobre el secuestro de Orlandi, id a ver quién está enterrado en Sant'Apollinare». La voz, identificada años después, era de un miembro de la Banda de la Magliana, un consorcio criminal que en los años 70 y 80 dominaba Roma y hacía trabajos sucios para la Cosa Nostra y los servicios secretos.
En una cripta de la basílica del Opus Dei hay un sarcófago que supuestamente contiene los restos de Enrico De Pedis, con largos antecedentes. Su nombre está esculpido en el mármol. Pedro Huidabro, sacerdote español y regente de la basílica, confirma cuanto habían dicho monseñor Pietro Vergani, rector hasta 1991, y Carla Di Giovanni, viuda del bandido: De Pedis fue un «gran benefactor» de la Iglesia, a la que donó entre 500.000 y 600.000 euros. La tumba fue construida por una empresa de confianza del Vaticano. Pero pese a su curiosa generosidad, los magistrados consideran extraño que un bandido de su talla descanse en un templo.
Unas revelaciones de Sabrina Minardi, amante de De Pedis, han obligado a reabrir el sumario. Afirma que él le mostró el camión cementero donde fue tirado el cadáver de Emanuela y las casas donde estuvo la chica. Y que monseñor Paul Marcinkus, jefe del banco vaticano, la visitó durante su desaparición y que la joven se fue con él (algo «infundado e infamante», ha respondido el Vaticano). La banda, dice Sabrina, solo quería la devolución de los 10 millones.
Después de 27 años, hay tres acusados de la Banda de la Magliana y los tres atribuyen la organización del secuestro a De Pedis, a quien alguien acalló para siempre en 1990, en pleno centro de Roma.
http://www.elperiodico.com/resources/jpg/2/6/1282502578762.jpg (http://www.elperiodico.com/resources/jpg/1/3/1282502578531.jpg)
Basilica 8 Sant'Apollinare, donde yace De Pedis. ARCHIVO / AP
http://www.elperiodico.com/resources/jpg/8/1/1282502578918.jpg (http://www.elperiodico.com/resources/jpg/5/0/1282502578605.jpg)
Búsqueda infructuosa 8 Un cartel con la imagen de la joven en una farola romana, en el 2008. ARCHIVO / A
El Vaticano autoriza a abrir el sepulcro de un criminal enterrado en una basílica para tratar de aclarar el misterio de la desaparición, hace 27 años, de la joven Emanuela Orlandi
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Edición impresa (Versión PDF): http://periodico.mynewsonline.com/pdf/index.php?screen=preview&ref=PER20100823G011&idioma=PER ROSSEND DOMÈNECH
ROMA
El Vaticano ha dado permiso en estos días para que se reabra la tumba de un bandido, Enrico De Pedis, asesinado en Roma y sepultado en la basílica de Sant'Apollinare, en el centro de la ciudad, propiedad del Opus Dei. Tal vez en su interior no haya un cadáver sino dos, o por lo menos algunos indicios para esclarecer la desaparición en 1983 de Emanuela Orlandi, hija de un alto funcionario del Papa y ciudadana del Vaticano. En la rocambolesca historia se mezclan bandidos de alta y baja ralea, mafias, eclesiásticos y servicios secretos de varios países, alguno de los cuales asegura que Emanuela sigue con vida y reside cerca del Vaticano.
Después de años de descartar pistas, las investigaciones apuntan ahora a que se trató de un chantaje de las mafias para que el banco del Papa les devolviera el dinero que habían invertido, unos 10 millones de euros de 1980. Capital que supuestamente sirvió como préstamo para financiar el nacimiento de Solidaridad, el sindicato polaco que acabó hundiendo el régimen comunista de Varsovia, a lo que siguió el derrumbe de la URSS.
El secuestro
La historia comenzó en la mañana del 22 de junio de 1983. Emanuela Orlandi tenía 15 años y el pelo largo y negro, y vestía vaqueros, camisa blanca y zapatillas deportivas. Vivía dentro del Vaticano. Su padre, Ercole, trabajaba en el apartamento de Juan Pablo II. Emanuela saludó a los guardias suizos y emprendió el camino hacia una escuela de música, cerca de plaza Navona, en el centro de Roma, donde aprendía a tocar la flauta travesera. Diez minutos de paseo. Se le acercó un BMW verde, desde el que le propusieron distribuir folletos de propaganda de los productos Avon, ofreciéndole casi 200 euros actuales. Se lo pensó y llamó a sus padres; respondió su hermana Natalia, que se lo desaconsejó, y prosiguió hacia la escuela. Nunca volvió a su casa.
Unos meses antes de su desaparición, los servicios secretos franceses habían alertado al Estado pontificio de que alguien quería secuestrar «a una ciudadana vaticana», y en los meses siguientes un anónimo llamó varias veces a la familia Orlandi, a través de la que pidió y obtuvo una línea telefónica reservada con el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Llamó 34 veces.
En el 2005, otro anónimo llamó al programa Chi l'ha visto? (Quién sabe dónde en España): «Si queréis saber sobre el secuestro de Orlandi, id a ver quién está enterrado en Sant'Apollinare». La voz, identificada años después, era de un miembro de la Banda de la Magliana, un consorcio criminal que en los años 70 y 80 dominaba Roma y hacía trabajos sucios para la Cosa Nostra y los servicios secretos.
En una cripta de la basílica del Opus Dei hay un sarcófago que supuestamente contiene los restos de Enrico De Pedis, con largos antecedentes. Su nombre está esculpido en el mármol. Pedro Huidabro, sacerdote español y regente de la basílica, confirma cuanto habían dicho monseñor Pietro Vergani, rector hasta 1991, y Carla Di Giovanni, viuda del bandido: De Pedis fue un «gran benefactor» de la Iglesia, a la que donó entre 500.000 y 600.000 euros. La tumba fue construida por una empresa de confianza del Vaticano. Pero pese a su curiosa generosidad, los magistrados consideran extraño que un bandido de su talla descanse en un templo.
Unas revelaciones de Sabrina Minardi, amante de De Pedis, han obligado a reabrir el sumario. Afirma que él le mostró el camión cementero donde fue tirado el cadáver de Emanuela y las casas donde estuvo la chica. Y que monseñor Paul Marcinkus, jefe del banco vaticano, la visitó durante su desaparición y que la joven se fue con él (algo «infundado e infamante», ha respondido el Vaticano). La banda, dice Sabrina, solo quería la devolución de los 10 millones.
Después de 27 años, hay tres acusados de la Banda de la Magliana y los tres atribuyen la organización del secuestro a De Pedis, a quien alguien acalló para siempre en 1990, en pleno centro de Roma.
http://www.elperiodico.com/resources/jpg/2/6/1282502578762.jpg (http://www.elperiodico.com/resources/jpg/1/3/1282502578531.jpg)
Basilica 8 Sant'Apollinare, donde yace De Pedis. ARCHIVO / AP
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Búsqueda infructuosa 8 Un cartel con la imagen de la joven en una farola romana, en el 2008. ARCHIVO / A