sujal
22-ago-2010, 12:58
Nos cuesta ver el mundo con otros ojos
Eduard Punset 22 Agosto 2010
http://4.bp.blogspot.com/_pIzr7l_9HSs/SjcnAum84kI/AAAAAAAABu4/Gj_nR6JY0Jw/s320/ojos-nino-300x274.jpghttp://2.bp.blogspot.com/_sc2i-dcCvTM/Sjgw__x0MVI/AAAAAAAABpA/tqyyx723EJw/s000/El_mundo_en_tus_manos.png
A veces cuesta admitir que existen distintas dimensiones y que no somos capaces de ver las cosas de manera diferente a la que estamos acostumbrados, ya sea por nuestra cultura y la de nuestros familiares o por esa especie de moral innata que precedió a las religiones. Vivimos rodeados de ejemplos de visiones que hemos heredado o nos han transmitido, y nos resulta difícil considerar que las cosas pueden no ser como las vemos en un momento o a una edad determinada.
A los dos años nos movemos en la cuna como si en el mundo sólo existieran dos dimensiones: para adelante y para atrás, para la derecha o la izquierda. Luego, algo más tarde, si osamos subirnos a la barandilla y nos caemos al vacío, habremos aprendido gracias al porrazo que existen tres dimensiones espaciales: para adelante, para atrás; a la derecha o a la izquierda y para arriba o para abajo. Estaremos disfrutando de una dimensión adicional a la de un gusano que está condenado a moverse sólo en dos dimensiones: para adelante o para atrás y para la derecha o para la izquierda.
Dos años más tarde se produce un salto adelante sin precedentes: de pronto descubrimos que, además del espacio, también existe una dimensión temporal; se trata de un descubrimiento que cambió para bien nuestras vidas. De repente somos conscientes de que algo ocurrió en el pasado y de que, si me comporto de una manera determinada, ocurrirán otras cosas en el futuro condicionadas por ese comportamiento. Sin haber leído a Darwin empiezo a entender lo que es la evolución a los cuatro años.
Pese a sus movimientos casi bidimensionales, las orugas acaban adaptándose por completo a la tercera dimensión espacial tras un proceso de metamorfosis que les da alas, que las convierte en mariposa (imágenes: comunidad Flickr).
En la escuela me enseñarán luego que los más grandes sabios han opinado de modo distinto sobre un hecho tan fundamental como el de la dimensión espacio-tiempo. ¿Existe algo realmente más importante que ser consciente de cómo nos podemos mover en el espacio y en el tiempo? Nos va en ello sobrevivir a una caída en el espacio o pegarnos de bruces contra la pared.
Pues resulta que los sabios más inteligentes del mundo –el caso de Isaac Newton y Albert Einstein– han tenido opiniones muy divergentes sobre la dimensión del tiempo, que para el primero era absoluta e idéntica para todo el mundo, mientras que para el segundo variaba con la velocidad y la masa. En eso tenía razón Einstein y, con toda probabilidad, la tienen los físicos teóricos que en la actualidad están sugiriendo que pueden darse hasta nueve dimensiones distintas a niveles microscópicos.
En verdad me produce un asombro hilarante o una incomprensión infinita –me resulta muy difícil no cerrar los ojos y exclamar: “¡Cómo puede la gente estar tan segura de lo que dice!”– escuchar a tantos amigos proferir condenas sin recurso contra los partidarios o no partidarios de las corridas de toros. Si las leyes de la física han querido que hasta un niño de cuatro años intuya lo que es la evolución de una situación a otra, de no contar para nada la dimensión temporal a ordenar su vida en función del pasado, presente y futuro, ¿por qué se arremete sin pudor contra los que también constatan otras dimensiones en nuestra relación con la fiesta nacional o los que no constatan ninguna nueva?
Estamos a punto de lograr que se introduzca paulatinamente el aprendizaje social y emocional en nuestros sistemas educativos; paralelamente, los mayores, en primer lugar, los jóvenes, después, y los niños, finalmente, deberían familiarizarse con la nueva disciplina del desaprendizaje. “A lo mejor –se dijo Einstein–, el tiempo no es absoluto”.
http://www.eduardpunset.es/7424/general/nos-cuesta-ver-el-mundo-con-otros-ojos
Eduard Punset 22 Agosto 2010
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A veces cuesta admitir que existen distintas dimensiones y que no somos capaces de ver las cosas de manera diferente a la que estamos acostumbrados, ya sea por nuestra cultura y la de nuestros familiares o por esa especie de moral innata que precedió a las religiones. Vivimos rodeados de ejemplos de visiones que hemos heredado o nos han transmitido, y nos resulta difícil considerar que las cosas pueden no ser como las vemos en un momento o a una edad determinada.
A los dos años nos movemos en la cuna como si en el mundo sólo existieran dos dimensiones: para adelante y para atrás, para la derecha o la izquierda. Luego, algo más tarde, si osamos subirnos a la barandilla y nos caemos al vacío, habremos aprendido gracias al porrazo que existen tres dimensiones espaciales: para adelante, para atrás; a la derecha o a la izquierda y para arriba o para abajo. Estaremos disfrutando de una dimensión adicional a la de un gusano que está condenado a moverse sólo en dos dimensiones: para adelante o para atrás y para la derecha o para la izquierda.
Dos años más tarde se produce un salto adelante sin precedentes: de pronto descubrimos que, además del espacio, también existe una dimensión temporal; se trata de un descubrimiento que cambió para bien nuestras vidas. De repente somos conscientes de que algo ocurrió en el pasado y de que, si me comporto de una manera determinada, ocurrirán otras cosas en el futuro condicionadas por ese comportamiento. Sin haber leído a Darwin empiezo a entender lo que es la evolución a los cuatro años.
Pese a sus movimientos casi bidimensionales, las orugas acaban adaptándose por completo a la tercera dimensión espacial tras un proceso de metamorfosis que les da alas, que las convierte en mariposa (imágenes: comunidad Flickr).
En la escuela me enseñarán luego que los más grandes sabios han opinado de modo distinto sobre un hecho tan fundamental como el de la dimensión espacio-tiempo. ¿Existe algo realmente más importante que ser consciente de cómo nos podemos mover en el espacio y en el tiempo? Nos va en ello sobrevivir a una caída en el espacio o pegarnos de bruces contra la pared.
Pues resulta que los sabios más inteligentes del mundo –el caso de Isaac Newton y Albert Einstein– han tenido opiniones muy divergentes sobre la dimensión del tiempo, que para el primero era absoluta e idéntica para todo el mundo, mientras que para el segundo variaba con la velocidad y la masa. En eso tenía razón Einstein y, con toda probabilidad, la tienen los físicos teóricos que en la actualidad están sugiriendo que pueden darse hasta nueve dimensiones distintas a niveles microscópicos.
En verdad me produce un asombro hilarante o una incomprensión infinita –me resulta muy difícil no cerrar los ojos y exclamar: “¡Cómo puede la gente estar tan segura de lo que dice!”– escuchar a tantos amigos proferir condenas sin recurso contra los partidarios o no partidarios de las corridas de toros. Si las leyes de la física han querido que hasta un niño de cuatro años intuya lo que es la evolución de una situación a otra, de no contar para nada la dimensión temporal a ordenar su vida en función del pasado, presente y futuro, ¿por qué se arremete sin pudor contra los que también constatan otras dimensiones en nuestra relación con la fiesta nacional o los que no constatan ninguna nueva?
Estamos a punto de lograr que se introduzca paulatinamente el aprendizaje social y emocional en nuestros sistemas educativos; paralelamente, los mayores, en primer lugar, los jóvenes, después, y los niños, finalmente, deberían familiarizarse con la nueva disciplina del desaprendizaje. “A lo mejor –se dijo Einstein–, el tiempo no es absoluto”.
http://www.eduardpunset.es/7424/general/nos-cuesta-ver-el-mundo-con-otros-ojos