nitta
24-mar-2010, 20:03
Acaricié por última vez su pelo crespo mientras me negaba la vista con su mirada otrora vivaz, ya muerta. No se molestó en volver su cuello magullado para despedir a un viejo amigo –el amigo traidor, aliado de verdugos; el amigo que ahogaría su llanto impotente por el compañero en la horca. Me alejé y se lo llevaron. Abandonó patosamente ahogado por una tensa y corta correa la pocilga maloliente. Con paso resignado y la imagen misma de la estoica derrota injustamente padecida y aceptada, de cada oveja, cada cerdo, cada insecto agonizante tras la mano implacable del hombre, cada fusilado.
Fue una mañana de noviembre de no sé qué año, una ejecución rutinaria de la empresa ganadera. Fría humedad envolvente, casi agua, que sostenía el aliento a jirones de la fila de tres hombres y la mal llamada bestia, como un sudario póstumo de la vida arrancada entre estertores henchidos de su sangre. Fría la piedad de aquellos asesinos remunerados de chubasqueros grises y tosca pose de verdugos, cuchillo en mano. Inmovilización. Convulsión. Degollamiento. Sangre. Me encontré por última vez reflejado en sus ojos vidriosos. Silenciosamente interrogantes.
Fue una mañana de noviembre de no sé qué año, una ejecución rutinaria de la empresa ganadera. Fría humedad envolvente, casi agua, que sostenía el aliento a jirones de la fila de tres hombres y la mal llamada bestia, como un sudario póstumo de la vida arrancada entre estertores henchidos de su sangre. Fría la piedad de aquellos asesinos remunerados de chubasqueros grises y tosca pose de verdugos, cuchillo en mano. Inmovilización. Convulsión. Degollamiento. Sangre. Me encontré por última vez reflejado en sus ojos vidriosos. Silenciosamente interrogantes.