Snickers
01-mar-2010, 06:15
http://www.haztevegetariano.blogspot.com
Boletín nº 86
CINCO MITOS SOBRE AGROCOMBUSTIBLES
Le Monde Diplomatique
Nunca la investigación sobre nuevas fuentes de energía pareció tan urgente. El petróleo, el carbón y el gas contribuyen al recalentamiento del planeta. Además, se estima que las reservas de combustibles fósiles sólo durarán unos cuarenta o cincuenta años. Aun si fuese algo más, el problema de la energía del futuro no quedaría resuelto. Y aunque los precios del petróleo no cesan de aumentar; ¿cómo prescindir de él?
Biocombustibles... La palabra evoca la imagen favorable de una energía renovable, limpia e inagotable, una confianza en la tecnología y en el poder de un progreso compatible con una protección duradera del medio ambiente. El término permite a la industria, a los hombres y mujeres políticos, al Banco Mundial (BM), a Naciones Unidas (ONU) e incluso al Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima (GIEC) presentar los combustibles fabricados a partir del maíz, de la caña de azúcar, de la soja y de otros cultivos como la próxima etapa de una lenta transición, que parte desde el pico de la producción petrolera para llegar a una economía energética basada en recursos renovables que todavía no ha sido definida.
Desde ya, los programas son ambiciosos. En Europa se prevé que los combustibles provenientes de la biomasa cubran un 5,75% de los combustibles para transporte terrestre en 2010, y un 20% en 2020. Estados Unidos apunta a 35.000 millones de galones 1 por año. Estos objetivos exceden por mucho la capacidad de producción de la agricultura de los países industrializados del hemisferio norte. Europa debería movilizar el 70% de sus tierras cultivables para mantener ese compromiso; la totalidad de la cosecha de maíz y soja de Estados Unidos debería ser transformada en etanol o biodiésel. Semejante conversión pondría patas arriba el sistema alimentario de las naciones del Norte. Es por ello que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) miran al hemisferio sur para cubrir sus necesidades.
Indonesia y Malasia incrementan rápidamente sus plantaciones de palma aceitera para poder abastecer al mercado europeo de biodiésel en un 20%. En Brasil -donde la superficie de tierras cultivables dedicada a los cultivos para combustibles ocupa ya un territorio del tamaño de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña juntos-, el gobierno prevé multiplicar por cinco la superficie dedicada a la caña de azúcar. Su objetivo es reemplazar el 10% del consumo mundial de nafta de aquí a 2025.
La rapidez con que se opera la movilización de los capitales y la concentración de poder en la industria de los agrocombustibles es asombrosa. En los últimos tres años, se multiplicaron por ocho las inversiones de capital riesgo en el sector. Los financiamientos privados inundan las instituciones públicas de investigación, como lo comprueban los 500 millones de dólares en subvenciones otorgados por British Petroleum (BP) a la Universidad de California. Los grandes grupos petroleros, cerealeros, automotores y de ingeniería genética firman poderosos acuerdos societarios: Archer Daniela Midland Company (ADM) y Monsanto; Chevron y Volkswagen; BP, DuPont y Toyota. Estas multinacionales intentan concentrar sus actividades de investigación, producción, transformación y distribución de nuestros sistemas alimentarios y de abastecimiento en combustibles. Razón de más para sacar a la luz, antes de subirse al tren en marcha, los mitos que subyacen en la transición hacia los agrocombustibles.
Mito nº 1
Los agrocombustibles son limpios y protegen el medio ambiente
Porque la fotosíntesis que participa en estos cultivos sustrae de la atmósfera gases con efecto invernadero, y porque los agrocombustibles pueden reducir el consumo de energía fósil, se asegura que protegen el medio ambiente. Cuando se analiza su impacto "de la cuna a la tumba" -desde la roturación del terreno a su utilización en el transporte terrestre-, las limitadas reducciones en las emisiones de gases con efecto invernadero se anulan con aquellas, mucho más importantes, que originan la deforestación, los incendios, el drenaje de las zonas húmedas, las prácticas culturales y la pérdida de carbono de los suelos. Cada tonelada de aceite de palma emite tanto o más gas carbónico que el petróleo 2. El etanol producido a partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un 50% más gases con efecto invernadero que la producción y la utilización de la cantidad equivalente de nafta 3. Cuando comenta el equilibrio planetario del carbono, Doug Parr, jefe científico de Greenpeace, declara categóricamente: "Si se produce sólo el 5% de los biocombustibles destruyendo bosques primarios que todavía existen, se pierde todo lo ganado sobre el carbono".
Los cultivos industriales destinados a los combustibles necesitan enormes esparcimientos de abonos producidos a partir del petróleo, cuyo consumo mundial -actualmente, 45 millones de toneladas por año- más que duplicó el nivel de nitrógeno biológicamente disponible en el planeta. Así, el fertilizante contribuyó en gran medida con las emisiones de óxido nitroso, un gas con efecto invernadero cuyo potencial de recalentamiento global es 300 veces más elevado que el del dióxido de carbono. En las regiones tropicales -de donde saldrán muy pronto la mayor parte de los agrocombustibles-, los abonos químicos tienen entre 10 y 100 veces más efecto sobre el recalentamiento planetario que en las regiones templadas 4.
Producir un litro de etanol requiere tres a cinco litros de agua de riego y produce hasta 13 litros de aguas residuales. Se necesita el equivalente energético de 113 litros de gas natural para tratar estas aguas residuales, lo que aumenta la probabilidad de que sean liberadas en el medio ambiente, contaminando así los ríos y las napas freáticas 5. La intensificación de los cultivos energéticos para combustibles también tiene por consecuencia el agravamiento del ritmo de erosión de los suelos, en particular en el caso de la producción de soja (6,5 toneladas por hectárea por año en Estados Unidos, hasta 12 en Brasil y Argentina).
Mito nº 2
Los agrocombustibles no implican deforestación
Sus promotores sostienen que los cultivos efectuados en tierras ecológicamente degradadas mejoran el medio ambiente. Quizá el gobierno brasileño tuviera este dato en mente cuando clasificó alrededor de 200 millones de hectáreas de selvas tropófilas, praderas y pantanos como "tierras degradadas" y aptas para el cultivo 6. En realidad, se trataba de ecosistemas de una gran biodiversidad en las regiones de la Mata Atlántica, del Cerrado y del Pantanal, ocupadas por poblaciones indígenas, campesinos pobres y grandes explotaciones de pastoreo extensivo de bovinos.
La introducción de cultivos destinados a los agrocombustibles simplemente tendrá como resultado la expulsión de estas comunidades hacia la "frontera agrícola" del Amazonas, allí donde los modos devastadores de desmonte son bien conocidos. La soja provee el 40% de los agrocombustibles de Brasil: según la National Aeronautics and Space Administration (NASA), cuanto más sube el precio de la soja más se acelera la destrucción de la selva húmeda del Amazonas (325.000 hectáreas por año, al ritmo actual).
En Indonesia, las plantaciones de palma aceitera destinadas a la producción de biodiésel -llamado "diésel de la deforestación"- son la causa principal de la retracción de la selva. Hacia 2020, estas superficies se habrán triplicado y alcanzarán las 16,5 millones de hectáreas (Inglaterra y Holanda juntas), con una pérdida del 98% de la densidad selvática como resultado 7. La vecina Malasia, primer productor mundial de aceite de palma, ya perdió el 87% de sus selvas tropicales y sigue desmontándolas a un ritmo del 7% anual.
Mito nº 3
Los agrocombustibles permitirán el desarrollo rural
En los trópicos, 100 hectáreas dedicadas a la agricultura familiar crean 35 empleos. La palma aceitera y la caña de azúcar crean diez, los eucaliptos dos, la soja apenas uno y medio. Hasta hace poco tiempo, los agrocombustibles abastecían mercados locales y subregionales. Incluso en Estados Unidos, la mayoría de las fábricas de producción de etanol, de un tamaño relativamente modesto, pertenecían a los agricultores. El boom actual hace que la gran industria entre en juego, creando economías de escala gigantesca y centralizando la explotación.
Los grupos petroleros, cerealeros y de cultivos transgénicos refuerzan su presencia en toda la cadena de valor agregado de los agrocombustibles. Cargill y ADM controlan el 65% del mercado mundial de cereales; Monsanto y Sygenta dominan el mercado de los productos genéticamente modificados. Para sus semillas, sus inputs, sus servicios, la transformación y la venta de sus productos, los campesinos que producen para los agrocombustibles dependerán cada vez más de un acuerdo entre empresas fuertemente organizadas. Es muy poco probable que obtengan algún beneficio de dicho arreglo 8. Resulta más verosímil que los pequeños productores agrícolas sean expulsados del mercado y de sus tierras. Cientos de miles ya han sido desplazados en la "República de la soja", una región de más de 50 millones de hectáreas que cubre el sur de Brasil, el norte de Argentina, Paraguay y el este de Bolivia 9.
Mito nº 4
Los agrocombustibles no causarán hambre
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hay suficiente cantidad de alimento en el mundo como para alimentar a todos sus habitantes con una ración diaria de 2.200 calorías, bajo la forma de frutos frescos y secos, legumbres, lácteos y carne. Sin embargo, por ser pobres, 824 millones de personas siguen sufriendo de hambre.
Boletín nº 86
CINCO MITOS SOBRE AGROCOMBUSTIBLES
Le Monde Diplomatique
Nunca la investigación sobre nuevas fuentes de energía pareció tan urgente. El petróleo, el carbón y el gas contribuyen al recalentamiento del planeta. Además, se estima que las reservas de combustibles fósiles sólo durarán unos cuarenta o cincuenta años. Aun si fuese algo más, el problema de la energía del futuro no quedaría resuelto. Y aunque los precios del petróleo no cesan de aumentar; ¿cómo prescindir de él?
Biocombustibles... La palabra evoca la imagen favorable de una energía renovable, limpia e inagotable, una confianza en la tecnología y en el poder de un progreso compatible con una protección duradera del medio ambiente. El término permite a la industria, a los hombres y mujeres políticos, al Banco Mundial (BM), a Naciones Unidas (ONU) e incluso al Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima (GIEC) presentar los combustibles fabricados a partir del maíz, de la caña de azúcar, de la soja y de otros cultivos como la próxima etapa de una lenta transición, que parte desde el pico de la producción petrolera para llegar a una economía energética basada en recursos renovables que todavía no ha sido definida.
Desde ya, los programas son ambiciosos. En Europa se prevé que los combustibles provenientes de la biomasa cubran un 5,75% de los combustibles para transporte terrestre en 2010, y un 20% en 2020. Estados Unidos apunta a 35.000 millones de galones 1 por año. Estos objetivos exceden por mucho la capacidad de producción de la agricultura de los países industrializados del hemisferio norte. Europa debería movilizar el 70% de sus tierras cultivables para mantener ese compromiso; la totalidad de la cosecha de maíz y soja de Estados Unidos debería ser transformada en etanol o biodiésel. Semejante conversión pondría patas arriba el sistema alimentario de las naciones del Norte. Es por ello que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) miran al hemisferio sur para cubrir sus necesidades.
Indonesia y Malasia incrementan rápidamente sus plantaciones de palma aceitera para poder abastecer al mercado europeo de biodiésel en un 20%. En Brasil -donde la superficie de tierras cultivables dedicada a los cultivos para combustibles ocupa ya un territorio del tamaño de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña juntos-, el gobierno prevé multiplicar por cinco la superficie dedicada a la caña de azúcar. Su objetivo es reemplazar el 10% del consumo mundial de nafta de aquí a 2025.
La rapidez con que se opera la movilización de los capitales y la concentración de poder en la industria de los agrocombustibles es asombrosa. En los últimos tres años, se multiplicaron por ocho las inversiones de capital riesgo en el sector. Los financiamientos privados inundan las instituciones públicas de investigación, como lo comprueban los 500 millones de dólares en subvenciones otorgados por British Petroleum (BP) a la Universidad de California. Los grandes grupos petroleros, cerealeros, automotores y de ingeniería genética firman poderosos acuerdos societarios: Archer Daniela Midland Company (ADM) y Monsanto; Chevron y Volkswagen; BP, DuPont y Toyota. Estas multinacionales intentan concentrar sus actividades de investigación, producción, transformación y distribución de nuestros sistemas alimentarios y de abastecimiento en combustibles. Razón de más para sacar a la luz, antes de subirse al tren en marcha, los mitos que subyacen en la transición hacia los agrocombustibles.
Mito nº 1
Los agrocombustibles son limpios y protegen el medio ambiente
Porque la fotosíntesis que participa en estos cultivos sustrae de la atmósfera gases con efecto invernadero, y porque los agrocombustibles pueden reducir el consumo de energía fósil, se asegura que protegen el medio ambiente. Cuando se analiza su impacto "de la cuna a la tumba" -desde la roturación del terreno a su utilización en el transporte terrestre-, las limitadas reducciones en las emisiones de gases con efecto invernadero se anulan con aquellas, mucho más importantes, que originan la deforestación, los incendios, el drenaje de las zonas húmedas, las prácticas culturales y la pérdida de carbono de los suelos. Cada tonelada de aceite de palma emite tanto o más gas carbónico que el petróleo 2. El etanol producido a partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un 50% más gases con efecto invernadero que la producción y la utilización de la cantidad equivalente de nafta 3. Cuando comenta el equilibrio planetario del carbono, Doug Parr, jefe científico de Greenpeace, declara categóricamente: "Si se produce sólo el 5% de los biocombustibles destruyendo bosques primarios que todavía existen, se pierde todo lo ganado sobre el carbono".
Los cultivos industriales destinados a los combustibles necesitan enormes esparcimientos de abonos producidos a partir del petróleo, cuyo consumo mundial -actualmente, 45 millones de toneladas por año- más que duplicó el nivel de nitrógeno biológicamente disponible en el planeta. Así, el fertilizante contribuyó en gran medida con las emisiones de óxido nitroso, un gas con efecto invernadero cuyo potencial de recalentamiento global es 300 veces más elevado que el del dióxido de carbono. En las regiones tropicales -de donde saldrán muy pronto la mayor parte de los agrocombustibles-, los abonos químicos tienen entre 10 y 100 veces más efecto sobre el recalentamiento planetario que en las regiones templadas 4.
Producir un litro de etanol requiere tres a cinco litros de agua de riego y produce hasta 13 litros de aguas residuales. Se necesita el equivalente energético de 113 litros de gas natural para tratar estas aguas residuales, lo que aumenta la probabilidad de que sean liberadas en el medio ambiente, contaminando así los ríos y las napas freáticas 5. La intensificación de los cultivos energéticos para combustibles también tiene por consecuencia el agravamiento del ritmo de erosión de los suelos, en particular en el caso de la producción de soja (6,5 toneladas por hectárea por año en Estados Unidos, hasta 12 en Brasil y Argentina).
Mito nº 2
Los agrocombustibles no implican deforestación
Sus promotores sostienen que los cultivos efectuados en tierras ecológicamente degradadas mejoran el medio ambiente. Quizá el gobierno brasileño tuviera este dato en mente cuando clasificó alrededor de 200 millones de hectáreas de selvas tropófilas, praderas y pantanos como "tierras degradadas" y aptas para el cultivo 6. En realidad, se trataba de ecosistemas de una gran biodiversidad en las regiones de la Mata Atlántica, del Cerrado y del Pantanal, ocupadas por poblaciones indígenas, campesinos pobres y grandes explotaciones de pastoreo extensivo de bovinos.
La introducción de cultivos destinados a los agrocombustibles simplemente tendrá como resultado la expulsión de estas comunidades hacia la "frontera agrícola" del Amazonas, allí donde los modos devastadores de desmonte son bien conocidos. La soja provee el 40% de los agrocombustibles de Brasil: según la National Aeronautics and Space Administration (NASA), cuanto más sube el precio de la soja más se acelera la destrucción de la selva húmeda del Amazonas (325.000 hectáreas por año, al ritmo actual).
En Indonesia, las plantaciones de palma aceitera destinadas a la producción de biodiésel -llamado "diésel de la deforestación"- son la causa principal de la retracción de la selva. Hacia 2020, estas superficies se habrán triplicado y alcanzarán las 16,5 millones de hectáreas (Inglaterra y Holanda juntas), con una pérdida del 98% de la densidad selvática como resultado 7. La vecina Malasia, primer productor mundial de aceite de palma, ya perdió el 87% de sus selvas tropicales y sigue desmontándolas a un ritmo del 7% anual.
Mito nº 3
Los agrocombustibles permitirán el desarrollo rural
En los trópicos, 100 hectáreas dedicadas a la agricultura familiar crean 35 empleos. La palma aceitera y la caña de azúcar crean diez, los eucaliptos dos, la soja apenas uno y medio. Hasta hace poco tiempo, los agrocombustibles abastecían mercados locales y subregionales. Incluso en Estados Unidos, la mayoría de las fábricas de producción de etanol, de un tamaño relativamente modesto, pertenecían a los agricultores. El boom actual hace que la gran industria entre en juego, creando economías de escala gigantesca y centralizando la explotación.
Los grupos petroleros, cerealeros y de cultivos transgénicos refuerzan su presencia en toda la cadena de valor agregado de los agrocombustibles. Cargill y ADM controlan el 65% del mercado mundial de cereales; Monsanto y Sygenta dominan el mercado de los productos genéticamente modificados. Para sus semillas, sus inputs, sus servicios, la transformación y la venta de sus productos, los campesinos que producen para los agrocombustibles dependerán cada vez más de un acuerdo entre empresas fuertemente organizadas. Es muy poco probable que obtengan algún beneficio de dicho arreglo 8. Resulta más verosímil que los pequeños productores agrícolas sean expulsados del mercado y de sus tierras. Cientos de miles ya han sido desplazados en la "República de la soja", una región de más de 50 millones de hectáreas que cubre el sur de Brasil, el norte de Argentina, Paraguay y el este de Bolivia 9.
Mito nº 4
Los agrocombustibles no causarán hambre
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hay suficiente cantidad de alimento en el mundo como para alimentar a todos sus habitantes con una ración diaria de 2.200 calorías, bajo la forma de frutos frescos y secos, legumbres, lácteos y carne. Sin embargo, por ser pobres, 824 millones de personas siguen sufriendo de hambre.