Snickers
13-ene-2010, 19:00
http://www.akasico.com/noticia/1336/Entrevistas/dannion-brinkley-asesino-predicador.html
Dannion Brinkley: De asesino a predicador
Última actualización 01/06/2007
De los miles de informes recogidos sobre experiencias cercanas ala muerte, el caso de Dannion Brinkley figura entre los más famosos. Sufrir uno de estos trances suele ser suficiente para cambiarlea uno la vida, pero Brinkley… pasó por tres.
La primera experiencia cercana a la muerte transformó a Dannion Brinkley de asesino del gobierno americano en maestro espiritual y ayudante hospitalario. La describió brillantemente en su éxito de ventas Salvado por la luz, que también ha sido llevado al cine. Esta experiencia fue más allá de las descripciones usuales de flotar por encima del cuerpo y desplazarse por un túnel de luz. En la primera tuvo una revisión panorámica de su vida durante la cual sintió todo el dolor y sufrimiento criminal que había infligido durante la guerra del Vietnam y otros conflictos, desde la perspectiva de sus víctimas. También vivenció cómo le llevaban a una “ciudad de cristal” donde se las veía con unos seres de luz que supuestamente le ofrecían una visión del futuro. Tras esta primera experiencia, Brinkley descubrió también que se había convertido en clarividente y que además podía leer la mente de otras personas y ver cosas del pasado distante. Pero tales habilidades, aunque útiles, eran insignificantes en comparación con las claves de comprensión interna que obtuvo de su experiencia triple: “He estado en el otro lado del velo y sé que no hay tal cosa como la muerte. Así que lo realmente importante para todos nosotros es lo apasionada e intensamente que vivamos la vida”, asegura. Ciudad de cristal Brinkley es cofundador de “La Brigada del Crepúsculo”, una organización nacional sin ánimo de lucro con más de 5.000 voluntarios dedicados a acompañar a moribundos en el lecho de muerte. Él mismo ha contabilizado más de 23.000 horas de actividad en dicha tarea. También participa en numerosos programas de radio y televisión y da conferencias por todo el territorio americano. Fue en una de esas conferencias –en Santa Clara (California)– cuando conseguí pillarle. Brinkley nació y se crió en esa zona del país y su curiosa mezcla de predicador evangélico y mesías de la nueva era deja atónita a la audiencia. Tras la conferencia quedamos en mi hotel para su participación en un documental de televisión que yo estaba rodando sobre la vida póstuma. Es muy corpulento y le encanta abrazar a la gente. Así que no fue fácil conciliar esta imagen de hombre amistoso y paternal con las descripciones del joven Brinkley, que se alistó en la Marina para matar gente. “Solía ser avasallador, mandón y dominante. Siempre quería salirme con la mía. Era un tipo grandullón y abusaba de mi fuerza. Golpeaba primero y luego hacía preguntas”.
Brinkley admite que alistarse fue la cosa más grande que le haya pasado nunca, no porque eso le permitiera tener licencia para matar para el gobierno norteamericano, sino “porque tuve la oportunidad de ver lo fea que puede ser la realidad en la Tierra antes de poder ver cómo es desde un punto de vista espiritual”.
El 17 de septiembre de 1975, cuando tenía 25 años, su vida tuvo un abrupto final. Durante una violenta tormenta eléctrica en Airen (Carolina del Sur) estaba hablando por teléfono con un amigo cuando cayó un rayo en su casa: “Tuve una descarga en la cabeza. Sentí como si un tren de mercancías entrara por mi oído a la velocidad de la luz. Me caí de espaldas y se me soldaron al suelo los clavos de las suelas de mis zapatos”, recuerda. Brinkley estuvo muerto durante 28 minutos. Tras ser resucitado estuvo completamente paralizado seis días y luego parcialmente paralítico durante siete meses. Le llevó dos años aprender a caminar y alimentarse por sí mismo. Durante tres años desafió las predicciones de los médicos de que nunca se recuperaría.
En esos 28 minutos Brinkley tuvo su primera experiencia cercana a la muerte: “Me estoy quemando en las llamas. Salto fuera de mi cuerpo. De repente, soy libre. No siento dolor. Puedo mirar, ver y moverme, todo lo cual parece imposible porque previamente estaba paralizado y quemándome. Entonces, de repente, me siento arropado por la paz y la tranquilidad. Era un sentimiento que desconocía y que no he vuelto a experimentar. Eso fue lo más notable de todo el episodio. Podía mirar alrededor y ver todo en el cuarto. Todo lo vivo tenía un campo de energía, incluida mi esposa y los enfermeros que me ayudaron”.
Brinkley “flotó” entonces hasta el techo y se vio mirando su cuerpo tumbado en la cama: “Mis zapatos estaban chamuscados y el teléfono se había derretido en mi mano”. La ambulancia llegó y él siguió contemplando el desesperado intento de los enfermeros por resucitarle camino del hospital. “Se estaba formando un túnel. Se abría como el ojo de un huracán moviéndose hacia mí”, recuerda. El mundo familiar desapareció y se encontró moviéndose hacia una luz resplandeciente. “Era la más brillante que había visto, pero curiosamente no me molestaba a los ojos; de hecho la encontré balsámica”, explica.
Seguidamente Brinkley vio una forma plateada que se acercaba a él. “Sentí una profunda sensación de amor que parecía abarcar todos los significados del mundo. Cuando estuvo muy próximo la sensación de amor devino tan placentera que resultaba insoportable”. Brinkley se encontró entonces en lo que llamó “ciudad de cristal. “Supongo que podrías llamarla paraíso. Jesús dijo: ‘en la casa de mi padre hay muchas mansiones’. Pues bien, es cierto. Creo que éstas son como estaciones de paso antes de volver a unirte a la inmensidad de quien eres como ser espiritual y tu conexión a lo divino y a la que has elegido como misión en tu vida”.
Panorámica de la vida Mientras entraba en el túnel hacia la citada ciudad, Brinkley describió lo que pensó era la parte más importante de la experiencia cercana a la muerte: la revisión panorámica de la vida. “Un ser de luz me envolvió. Según lo hacía empecé a revivir toda mi vida. Sentí y vi todo lo que me había pasado. Supe cuántos pelos había en la nariz del doctor que me separó de mi madre. Conocí cada árbol, hoja y conversación. No sólo entendí el lenguaje de cada persona que lo expresaba, sino la emoción y los pensamientos que tenía. Y me sentí a gusto con todo ello. Me sentía fuerte, valiente, animoso y me enfrentaba a todo lo que me pasaba por delante. Sabía que tenía una nueva identidad; me sentía como un ser espiritual digno, con propósito y sentido de la dirección viendo pasar toda la vida delante. Luego la ves desde un segundo punto de vista. Ves lo bueno y lo malo y lo observas desde una perspectiva basada en nuestro amor por cada persona que te has encontrado en la vida. Y sientes los resultados directos de tu interacción entre tú y cada uno de ellos. Eso fue lo que cambió mi vida. Ese fue el final de mi antigua identidad. Nunca volví a ser el mismo”.
Una parte especialmente vívida de esta revisión fue cuando Brinkley tuvo una sensación de desconcierto ante el dolor experimentado por uno de los oficiales del Vietcong en el momento en que Brinkley le voló la cabeza. No sólo pudo sentir el sufrimiento del hombre más allá de la muerte, sino que luego experimentó la agonía de su esposa y su familia cuando les contaron que le habían matado.
Una vez que Brinkley hubo terminado con la revisión de la vida, como era de esperar, sintió una profunda vergüenza y sentido de culpa. “Sabía que había vivido una existencia totalmente egoísta, sin molestarme en ayudar a nadie”, admite. Según estaba frente al ser de luz, Brinkley esperaba alguna forma de castigo cósmico por las terribles acciones que había cometido. En cambio, tuvo una profunda sensación de que le compadecían sin juzgarle. Entonces, el ser se comunicó telepáticamente con él diciéndole: “Lo que tú eres es la diferencia que marca Dios. Y esa diferencia es el amor”.
Aunque aquella revisión fue tan extenuante y dolorosa que sintió que nunca la superaría, también se dio cuenta de que había sido un regalo maravilloso. “Tuve la posibilidad de volver y cambiar. Eso no le ocurre a la mayoría. Así que me gustaría alertar a los militares: tengan cuidado con las razones que les llevan a la guerra. Pero tengan más cuidado todavía con los motivos de los políticos que les envían porque si bajo los mismos se esconde la mentira, no importa lo grandes y honorables que sean; sufrirán en la revisión de la vida”. Visiones del futuro Tras dicha revisión, Brinkley cuenta que fue transportado a la “ciudad de cristal”. “Sentí temor. Parecía un lugar donde resonaba el poder. Sabía que era un lugar de aprendizaje y que había sido llevado allí para instruirme”. A continuación trece seres de luz se presentaron ante él, que representaban respectivamente un rasgo emocional y psicológico característico que todos los humanos poseen. “Cada uno emanaba estas emociones de tal forma que podía sentirlas”.
Seguidamente Brinkley vio unas cajitas que salían del pecho de éstos y una por una saltaban a su cara abriéndose de repente con una imagen televisiva. A medida que se iban abriendo le iban hablando de eventos futuros. Poco después, en 1975, Brinkley compartió estas visiones proféticas con el padre de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte: Raymond Moody. Algunas de las ocho profecías que visualizó eran difusas y otras, en cambio, muy específicas. En una de ellas vio que un actor se convertiría en presidente de los Estados Unidos y que sus iniciales eran R. R. Brinkley pensó erróneamente que podría referirse a Robert Redford. Pero resultaron ser las de Ronald Reagan.
Dannion Brinkley: De asesino a predicador
Última actualización 01/06/2007
De los miles de informes recogidos sobre experiencias cercanas ala muerte, el caso de Dannion Brinkley figura entre los más famosos. Sufrir uno de estos trances suele ser suficiente para cambiarlea uno la vida, pero Brinkley… pasó por tres.
La primera experiencia cercana a la muerte transformó a Dannion Brinkley de asesino del gobierno americano en maestro espiritual y ayudante hospitalario. La describió brillantemente en su éxito de ventas Salvado por la luz, que también ha sido llevado al cine. Esta experiencia fue más allá de las descripciones usuales de flotar por encima del cuerpo y desplazarse por un túnel de luz. En la primera tuvo una revisión panorámica de su vida durante la cual sintió todo el dolor y sufrimiento criminal que había infligido durante la guerra del Vietnam y otros conflictos, desde la perspectiva de sus víctimas. También vivenció cómo le llevaban a una “ciudad de cristal” donde se las veía con unos seres de luz que supuestamente le ofrecían una visión del futuro. Tras esta primera experiencia, Brinkley descubrió también que se había convertido en clarividente y que además podía leer la mente de otras personas y ver cosas del pasado distante. Pero tales habilidades, aunque útiles, eran insignificantes en comparación con las claves de comprensión interna que obtuvo de su experiencia triple: “He estado en el otro lado del velo y sé que no hay tal cosa como la muerte. Así que lo realmente importante para todos nosotros es lo apasionada e intensamente que vivamos la vida”, asegura. Ciudad de cristal Brinkley es cofundador de “La Brigada del Crepúsculo”, una organización nacional sin ánimo de lucro con más de 5.000 voluntarios dedicados a acompañar a moribundos en el lecho de muerte. Él mismo ha contabilizado más de 23.000 horas de actividad en dicha tarea. También participa en numerosos programas de radio y televisión y da conferencias por todo el territorio americano. Fue en una de esas conferencias –en Santa Clara (California)– cuando conseguí pillarle. Brinkley nació y se crió en esa zona del país y su curiosa mezcla de predicador evangélico y mesías de la nueva era deja atónita a la audiencia. Tras la conferencia quedamos en mi hotel para su participación en un documental de televisión que yo estaba rodando sobre la vida póstuma. Es muy corpulento y le encanta abrazar a la gente. Así que no fue fácil conciliar esta imagen de hombre amistoso y paternal con las descripciones del joven Brinkley, que se alistó en la Marina para matar gente. “Solía ser avasallador, mandón y dominante. Siempre quería salirme con la mía. Era un tipo grandullón y abusaba de mi fuerza. Golpeaba primero y luego hacía preguntas”.
Brinkley admite que alistarse fue la cosa más grande que le haya pasado nunca, no porque eso le permitiera tener licencia para matar para el gobierno norteamericano, sino “porque tuve la oportunidad de ver lo fea que puede ser la realidad en la Tierra antes de poder ver cómo es desde un punto de vista espiritual”.
El 17 de septiembre de 1975, cuando tenía 25 años, su vida tuvo un abrupto final. Durante una violenta tormenta eléctrica en Airen (Carolina del Sur) estaba hablando por teléfono con un amigo cuando cayó un rayo en su casa: “Tuve una descarga en la cabeza. Sentí como si un tren de mercancías entrara por mi oído a la velocidad de la luz. Me caí de espaldas y se me soldaron al suelo los clavos de las suelas de mis zapatos”, recuerda. Brinkley estuvo muerto durante 28 minutos. Tras ser resucitado estuvo completamente paralizado seis días y luego parcialmente paralítico durante siete meses. Le llevó dos años aprender a caminar y alimentarse por sí mismo. Durante tres años desafió las predicciones de los médicos de que nunca se recuperaría.
En esos 28 minutos Brinkley tuvo su primera experiencia cercana a la muerte: “Me estoy quemando en las llamas. Salto fuera de mi cuerpo. De repente, soy libre. No siento dolor. Puedo mirar, ver y moverme, todo lo cual parece imposible porque previamente estaba paralizado y quemándome. Entonces, de repente, me siento arropado por la paz y la tranquilidad. Era un sentimiento que desconocía y que no he vuelto a experimentar. Eso fue lo más notable de todo el episodio. Podía mirar alrededor y ver todo en el cuarto. Todo lo vivo tenía un campo de energía, incluida mi esposa y los enfermeros que me ayudaron”.
Brinkley “flotó” entonces hasta el techo y se vio mirando su cuerpo tumbado en la cama: “Mis zapatos estaban chamuscados y el teléfono se había derretido en mi mano”. La ambulancia llegó y él siguió contemplando el desesperado intento de los enfermeros por resucitarle camino del hospital. “Se estaba formando un túnel. Se abría como el ojo de un huracán moviéndose hacia mí”, recuerda. El mundo familiar desapareció y se encontró moviéndose hacia una luz resplandeciente. “Era la más brillante que había visto, pero curiosamente no me molestaba a los ojos; de hecho la encontré balsámica”, explica.
Seguidamente Brinkley vio una forma plateada que se acercaba a él. “Sentí una profunda sensación de amor que parecía abarcar todos los significados del mundo. Cuando estuvo muy próximo la sensación de amor devino tan placentera que resultaba insoportable”. Brinkley se encontró entonces en lo que llamó “ciudad de cristal. “Supongo que podrías llamarla paraíso. Jesús dijo: ‘en la casa de mi padre hay muchas mansiones’. Pues bien, es cierto. Creo que éstas son como estaciones de paso antes de volver a unirte a la inmensidad de quien eres como ser espiritual y tu conexión a lo divino y a la que has elegido como misión en tu vida”.
Panorámica de la vida Mientras entraba en el túnel hacia la citada ciudad, Brinkley describió lo que pensó era la parte más importante de la experiencia cercana a la muerte: la revisión panorámica de la vida. “Un ser de luz me envolvió. Según lo hacía empecé a revivir toda mi vida. Sentí y vi todo lo que me había pasado. Supe cuántos pelos había en la nariz del doctor que me separó de mi madre. Conocí cada árbol, hoja y conversación. No sólo entendí el lenguaje de cada persona que lo expresaba, sino la emoción y los pensamientos que tenía. Y me sentí a gusto con todo ello. Me sentía fuerte, valiente, animoso y me enfrentaba a todo lo que me pasaba por delante. Sabía que tenía una nueva identidad; me sentía como un ser espiritual digno, con propósito y sentido de la dirección viendo pasar toda la vida delante. Luego la ves desde un segundo punto de vista. Ves lo bueno y lo malo y lo observas desde una perspectiva basada en nuestro amor por cada persona que te has encontrado en la vida. Y sientes los resultados directos de tu interacción entre tú y cada uno de ellos. Eso fue lo que cambió mi vida. Ese fue el final de mi antigua identidad. Nunca volví a ser el mismo”.
Una parte especialmente vívida de esta revisión fue cuando Brinkley tuvo una sensación de desconcierto ante el dolor experimentado por uno de los oficiales del Vietcong en el momento en que Brinkley le voló la cabeza. No sólo pudo sentir el sufrimiento del hombre más allá de la muerte, sino que luego experimentó la agonía de su esposa y su familia cuando les contaron que le habían matado.
Una vez que Brinkley hubo terminado con la revisión de la vida, como era de esperar, sintió una profunda vergüenza y sentido de culpa. “Sabía que había vivido una existencia totalmente egoísta, sin molestarme en ayudar a nadie”, admite. Según estaba frente al ser de luz, Brinkley esperaba alguna forma de castigo cósmico por las terribles acciones que había cometido. En cambio, tuvo una profunda sensación de que le compadecían sin juzgarle. Entonces, el ser se comunicó telepáticamente con él diciéndole: “Lo que tú eres es la diferencia que marca Dios. Y esa diferencia es el amor”.
Aunque aquella revisión fue tan extenuante y dolorosa que sintió que nunca la superaría, también se dio cuenta de que había sido un regalo maravilloso. “Tuve la posibilidad de volver y cambiar. Eso no le ocurre a la mayoría. Así que me gustaría alertar a los militares: tengan cuidado con las razones que les llevan a la guerra. Pero tengan más cuidado todavía con los motivos de los políticos que les envían porque si bajo los mismos se esconde la mentira, no importa lo grandes y honorables que sean; sufrirán en la revisión de la vida”. Visiones del futuro Tras dicha revisión, Brinkley cuenta que fue transportado a la “ciudad de cristal”. “Sentí temor. Parecía un lugar donde resonaba el poder. Sabía que era un lugar de aprendizaje y que había sido llevado allí para instruirme”. A continuación trece seres de luz se presentaron ante él, que representaban respectivamente un rasgo emocional y psicológico característico que todos los humanos poseen. “Cada uno emanaba estas emociones de tal forma que podía sentirlas”.
Seguidamente Brinkley vio unas cajitas que salían del pecho de éstos y una por una saltaban a su cara abriéndose de repente con una imagen televisiva. A medida que se iban abriendo le iban hablando de eventos futuros. Poco después, en 1975, Brinkley compartió estas visiones proféticas con el padre de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte: Raymond Moody. Algunas de las ocho profecías que visualizó eran difusas y otras, en cambio, muy específicas. En una de ellas vio que un actor se convertiría en presidente de los Estados Unidos y que sus iniciales eran R. R. Brinkley pensó erróneamente que podría referirse a Robert Redford. Pero resultaron ser las de Ronald Reagan.