margaly
20-may-2007, 10:22
Gorilas en el Ébola
El parque nacional de Ozdala, en el corazón del Congo, es una extensión de bosque tropical que cubre más de 13.200 kilómetros cuadrados y que constituye uno de los ecosistemas más misteriosos e impenetrables. "Si no tienes el camino hecho, te puede llevar hasta cuatro horas avanzar 500 metros", dice José Domingo Rodríguez-Teijeiro, catedrático de biología de la Universidad de Barcelona. "Es como andar por un corredor en el que sólo puedes ver un metro por delante y otro por detrás".
Cincuenta kilómetros al suroeste del parque se localiza una región llamada Lossi. Con una extensión de unos 320 kilómetros cuadrados, el lugar acumula una concentración tan excepcional de gorilas que no se da en ningún otro lugar del mundo. Y es en este mundo de penumbra donde el equipo de Rodríguez-Teijeiro, liderado por la antropóloga Magdalena Bermejo, viene denunciando una matanza sin precedentes: más de 5.000 gorilas de llanura (Gorilla gorilla gorilla) podrían haber sucumbido ya al zarpazo del virus Ébola, el organismo más letal que se conoce, según afirman en el estudio más reciente publicado en la revista Science. Se calcula que quedan unos 94.000 de estos animales. De acuerdo con otras estimaciones procedentes del Instituto Max Planck, el Ébola y la caza furtiva podría haber acabado ya con el 25% de los ejemplares. "Lo que está haciendo el virus es atacar a las poblaciones grandes", explica Peter Walsh, antropólogo del Instituto Max Planck. "La mayor parte de todos los que hay en el mundo se concentran en una zona donde la gente los mata para comer, por lo que el virus y la caza pueden colocarlos en un estado de extinción ecológica". Un escenario plausible en las siguientes décadas, que presenta a los gorilas en poblaciones de unos pocos individuos, que requerirían de vigilancia y continuas intervenciones médicas para que no desaparecieran: un parque zoológico en plena selva.
Las primeras sospechas sobre la acción destructiva del Ébola en estos primates se remontan al año 2000, cuando científicos del Centro Internacional de Investigaciones Médicas de Franceville (Gabón) confirmaron mediante exámenes genéticos la presencia del virus en seis cadáveres, cuatro de gorilas y dos de chimpancés. En esa ocasión, el Ébola surgió de la selva y acabó rápidamente con la vida de cien personas. Estos zarpazos a las poblaciones humanas, intermitentes y mortíferos, suelen relacionarse con el hallazgo de carcasas de grandes monos. "Sabíamos que esto podría ocurrir desde hace al menos 10 o 12 años", explica Walsh. "Lo que la gente discutía entonces era que el Ébola no estaba matando a muchos animales, por lo que decían: 'No tenemos de qué preocuparnos'. Nosotros venimos a decir que sí, que la matanza es grande". Los análisis genéticos pueden ser sólo la punta de un iceberg, precisamente porque en un lugar tan inextricable como Lossi, tropezarse accidentalmente con un cadáver de gorila mientras uno se abre paso con una visibilidad tan reducida, resulta algo excepcional. "No lo encuentras, a menos que la carcasa sea reciente y la detectes por el olor a carne podrida", explica Rodríguez-Teijeiro.
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Es largo, sigue en:
http://www.elpais.com/articulo/paginas/Gorilas/ebola/elpepusoc/20070520elpepspag_7/Tes
El parque nacional de Ozdala, en el corazón del Congo, es una extensión de bosque tropical que cubre más de 13.200 kilómetros cuadrados y que constituye uno de los ecosistemas más misteriosos e impenetrables. "Si no tienes el camino hecho, te puede llevar hasta cuatro horas avanzar 500 metros", dice José Domingo Rodríguez-Teijeiro, catedrático de biología de la Universidad de Barcelona. "Es como andar por un corredor en el que sólo puedes ver un metro por delante y otro por detrás".
Cincuenta kilómetros al suroeste del parque se localiza una región llamada Lossi. Con una extensión de unos 320 kilómetros cuadrados, el lugar acumula una concentración tan excepcional de gorilas que no se da en ningún otro lugar del mundo. Y es en este mundo de penumbra donde el equipo de Rodríguez-Teijeiro, liderado por la antropóloga Magdalena Bermejo, viene denunciando una matanza sin precedentes: más de 5.000 gorilas de llanura (Gorilla gorilla gorilla) podrían haber sucumbido ya al zarpazo del virus Ébola, el organismo más letal que se conoce, según afirman en el estudio más reciente publicado en la revista Science. Se calcula que quedan unos 94.000 de estos animales. De acuerdo con otras estimaciones procedentes del Instituto Max Planck, el Ébola y la caza furtiva podría haber acabado ya con el 25% de los ejemplares. "Lo que está haciendo el virus es atacar a las poblaciones grandes", explica Peter Walsh, antropólogo del Instituto Max Planck. "La mayor parte de todos los que hay en el mundo se concentran en una zona donde la gente los mata para comer, por lo que el virus y la caza pueden colocarlos en un estado de extinción ecológica". Un escenario plausible en las siguientes décadas, que presenta a los gorilas en poblaciones de unos pocos individuos, que requerirían de vigilancia y continuas intervenciones médicas para que no desaparecieran: un parque zoológico en plena selva.
Las primeras sospechas sobre la acción destructiva del Ébola en estos primates se remontan al año 2000, cuando científicos del Centro Internacional de Investigaciones Médicas de Franceville (Gabón) confirmaron mediante exámenes genéticos la presencia del virus en seis cadáveres, cuatro de gorilas y dos de chimpancés. En esa ocasión, el Ébola surgió de la selva y acabó rápidamente con la vida de cien personas. Estos zarpazos a las poblaciones humanas, intermitentes y mortíferos, suelen relacionarse con el hallazgo de carcasas de grandes monos. "Sabíamos que esto podría ocurrir desde hace al menos 10 o 12 años", explica Walsh. "Lo que la gente discutía entonces era que el Ébola no estaba matando a muchos animales, por lo que decían: 'No tenemos de qué preocuparnos'. Nosotros venimos a decir que sí, que la matanza es grande". Los análisis genéticos pueden ser sólo la punta de un iceberg, precisamente porque en un lugar tan inextricable como Lossi, tropezarse accidentalmente con un cadáver de gorila mientras uno se abre paso con una visibilidad tan reducida, resulta algo excepcional. "No lo encuentras, a menos que la carcasa sea reciente y la detectes por el olor a carne podrida", explica Rodríguez-Teijeiro.
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