JustVegetal
23-nov-2009, 00:13
La Manipulación
http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=764
A través de la historia hemos buscado los medios para vivir en armonía los unos con los otros. Hemos desarrollado pautas de comportamiento que nos exigen apreciar cualidades como el amor y la honestidad, el altruismo y la compasión. Cuando nos sentimos responsables por el bienestar de los demás, desarrollamos naturalmente estas cualidades en nosotros, porque ellas contribuyen a equilibrar y armonizar nuestras relaciones con el mundo. Pero cuando nuestra motivación es auto centrada, podemos encontrarnos que estamos pensando y actuando de maneras sutilmente destructivas para nosotros y para los demás.
En el Tibet hay un proverbio que dice: «El pincel del artista puede diseñar cualquier tipo de cuadro». Tal como el artista puede usar el pincel como le plazca, sin referencias a reglas o pautas, así nosotros podemos usar nuestros actos, sentimientos o creencias para lograr algún propósito, sin contemplaciones hacia la verdad o realidad de la situación. Cuando dejamos a un lado el respeto por la naturaleza humana buscando alcanzar una meta egoísta, queriendo manipular a otros para nuestro propio beneficio, estamos contribuyendo a un estado de cosas que debilita y suplanta nuestras más vitales tradiciones y valores.
La manipulación tiene una naturaleza sutil e invasora: al practicarla individualmente puede, con toda tranquilidad, apoderarse por entero de una sociedad. Podemos observarlo en cualquier nivel de vida, desde el niño que incita a uno de sus padres contra el otro, hasta los gobernantes que mueven naciones y pueblos como si fueran piezas de ajedrez para incrementar su propio poder y riquezas. El problema muestra una sorprendente complejidad, porque es la creación de millones de personas, cada una escogiendo usar la manipulación en pequeña escala para alcanzar sus propios fines. Ya sea que manipulemos a otros, o permitamos que otros nos manipulen, cada uno de nosotros contribuye a la lenta destrucción de lo que da calidad y valor a la vida.
A medida que aprendemos a practicar la manipulación con éxito, ciertas cualidades positivas, como la honestidad, empiezan a parecer ingenuas. Gradualmente dejamos de lado valores como la verdad y la integridad, y así la entera calidad de vida empieza a declinar. Todo parece estar funcionando con suavidad, nuestro trabajo puede estar planeado en forma coordinada, y estamos haciendo eficientes progresos. Pero, por debajo de la superficie, hay una resbaladiza, casi furtiva, sensación nacida de la sospecha de estar negando valores humanos.
La manipulación juega con nuestras debilidades, tocando nuestros más profundos miedos y nuestros más poderosos deseos, extrayendo su fuerza desde nuestros móviles egoístas. Otros nos convencen que tenemos «necesidades» que son cruciales para nuestro bienestar o felicidad, y nosotros nos apuramos en adquirir ciertos productos o seguir ciertas creencias. Aunque sentimos que nos preocupamos por estar bien, estamos realmente vendiéndonos a la influencia de otros.
Invocando autoridad en nombre de un ideal, aquellos que son expertos en manipulación pueden despertar en nosotros muy fuertes emociones, liderándonos a emprender acciones que no servirán a nuestros mejores intereses. En tales situaciones, si nos detuviéramos a mirar más de cerca, podríamos descubrir que no estamos del todo de acuerdo con lo que está pasando. Pero nos cuesta admitir que somos tan fácilmente influenciables, especialmente si hemos sido condicionados a creer que estamos persiguiendo una meta valiosa. No queremos admitir que estamos siendo manipulados, porque a menudo disfrutamos de haber sido motivados a actuar y pensamos que debiéramos sentirnos afortunados de participar en una tarea que consideramos meritoria. Perdemos la visión de la realidad y renunciamos a la responsabilidad de pensar claramente por nosotros mismos, porque cuando permitimos a otros que nos manipulen y controlen, les estamos permitiendo también que piensen por nosotros.
Aun si reconocemos que estamos siendo manipulados, es mucho más fácil permanecer cómodos y seguros que confrontar la situación honestamente. Nos aferramos a nuestra seguridad, evitando conflictos y riesgos y, antes de darnos cuenta de ello, hemos sido atrapados por nuestros temores y deseos.
Encontramos que es fácil para nosotros manipular situaciones. Podemos buscar a aquellos que son menos agresivos que nosotros, controlarlos y manipularlos, haciendo uso de su pasividad para que nos sigan. Podemos aparentar incapacidad para manipular a otros a que hagan lo que nosotros no tenemos ganas de hacer. A veces somos amables con los demás sólo para conseguir lo que queremos obtener de ellos o usamos nuestro encanto personal para atraer a otros a que compartan nuestro punto de vista.
La manipulación es como contar mentiras: una vez que empezamos, caemos en un terreno surcado de trampas de las que es casi imposible escapar. Ella es como una espada de dos filos, porque no podemos manipular a otros sin comprometer nuestros propios sentimientos y creencias. Expuesta a nuestra propia deshonestidad y a la ajena, nuestra naturaleza se va cubriendo gradualmente de capas y capas de falsedad. Nuestra energía no puede fluir libremente y nuestras percepciones permanecen estrechas y restringidas. Por tratar de controlar el flujo de eventos en nuestra vida, establecemos ciertas limitaciones en nuestra conducta, tanto como en la de los otros. Encontramos que tenemos que estar en guardia para no revelar nuestros más íntimos sentimientos porque arriesgaríamos el éxito de nuestras motivaciones egoístas. Calculamos nuestra interacción con los demás, manteniendo ficticias relaciones amistosas destinadas a proteger nuestra auto imagen.
No nos damos cuenta que al actuar así estamos obstruyendo canales de comunicación e inhibiendo nuestra libertad personal. En la superficie podemos aparentar auto seguridad, pero en lo profundo hay confusión tanto en nuestros pensamientos como en nuestros actos. Por apoyarnos en respuestas artificiales en nuestras relaciones personales, estamos perdiendo contacto con la más apreciada de nuestras posesiones, nuestra espontánea y responsable naturaleza humana.
Cuando nos sintamos tentados de tratar de manipular una situación, es especialmente importante recordar que la manipulación no nos da un verdadero control. Muchos que se confían en esas técnicas creen que ellos quedarán libres de cualquier consecuencia. Pero no está en la naturaleza de la manipulación ser camino de una sola vía. Debido a que el propósito que la motiva no incluye el bienestar de todos, no podemos controlar sus eventuales efectos. Si hemos engañado a otros con miras a obtener un fin egoísta, podemos encontrarnos un día en que nos tocó el turno de ser engañados nosotros también. Finalmente, en lugar de dirigir el evento, cada cual llega a ser la víctima de sus deshonestos propósitos, sujeto al daño y desdicha que ha infligido a otros.
Aun dándonos cuenta de los efectos de largo alcance que produce la manipulación, es difícil enfrentar la verdad de lo que estamos haciendo, particularmente si la manipulación tiene una fuerte influencia en nuestros hábitos diarios. Por lo tanto, necesitamos observar cuidadosamente y con inteligencia la forma en que trabajamos, pensamos y nos relacionamos con los demás. Aunque podamos ser honestos en un cierto sentido, cuando miramos más profundamente, podemos ver que hay varios niveles de honestidad y que en cada uno de ellos hay un nivel correspondiente de sutil manipulación. Al observarnos con claridad, podemos penetrar en la verdad y ser conscientes del móvil oculto de nuestra motivación.
Aunque no sería realista confrontarse con la manipulación a nivel comunitario o global, podemos cambiar individualmente. Cuando permanecemos conscientes de nuestras percepciones, expresando nuestros sentimientos y nuestra preocupación por el bienestar de los demás, estimulamos el progreso y el crecimiento en todos los aspectos de nuestra vida. A medida que continuamos incrementando nuestra capacidad de ser honestos, nuestros saludables esquemas de pensamiento podrán incluso influir a otros a ser más honestos en sus propias vidas.
(sigue)
http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=764
A través de la historia hemos buscado los medios para vivir en armonía los unos con los otros. Hemos desarrollado pautas de comportamiento que nos exigen apreciar cualidades como el amor y la honestidad, el altruismo y la compasión. Cuando nos sentimos responsables por el bienestar de los demás, desarrollamos naturalmente estas cualidades en nosotros, porque ellas contribuyen a equilibrar y armonizar nuestras relaciones con el mundo. Pero cuando nuestra motivación es auto centrada, podemos encontrarnos que estamos pensando y actuando de maneras sutilmente destructivas para nosotros y para los demás.
En el Tibet hay un proverbio que dice: «El pincel del artista puede diseñar cualquier tipo de cuadro». Tal como el artista puede usar el pincel como le plazca, sin referencias a reglas o pautas, así nosotros podemos usar nuestros actos, sentimientos o creencias para lograr algún propósito, sin contemplaciones hacia la verdad o realidad de la situación. Cuando dejamos a un lado el respeto por la naturaleza humana buscando alcanzar una meta egoísta, queriendo manipular a otros para nuestro propio beneficio, estamos contribuyendo a un estado de cosas que debilita y suplanta nuestras más vitales tradiciones y valores.
La manipulación tiene una naturaleza sutil e invasora: al practicarla individualmente puede, con toda tranquilidad, apoderarse por entero de una sociedad. Podemos observarlo en cualquier nivel de vida, desde el niño que incita a uno de sus padres contra el otro, hasta los gobernantes que mueven naciones y pueblos como si fueran piezas de ajedrez para incrementar su propio poder y riquezas. El problema muestra una sorprendente complejidad, porque es la creación de millones de personas, cada una escogiendo usar la manipulación en pequeña escala para alcanzar sus propios fines. Ya sea que manipulemos a otros, o permitamos que otros nos manipulen, cada uno de nosotros contribuye a la lenta destrucción de lo que da calidad y valor a la vida.
A medida que aprendemos a practicar la manipulación con éxito, ciertas cualidades positivas, como la honestidad, empiezan a parecer ingenuas. Gradualmente dejamos de lado valores como la verdad y la integridad, y así la entera calidad de vida empieza a declinar. Todo parece estar funcionando con suavidad, nuestro trabajo puede estar planeado en forma coordinada, y estamos haciendo eficientes progresos. Pero, por debajo de la superficie, hay una resbaladiza, casi furtiva, sensación nacida de la sospecha de estar negando valores humanos.
La manipulación juega con nuestras debilidades, tocando nuestros más profundos miedos y nuestros más poderosos deseos, extrayendo su fuerza desde nuestros móviles egoístas. Otros nos convencen que tenemos «necesidades» que son cruciales para nuestro bienestar o felicidad, y nosotros nos apuramos en adquirir ciertos productos o seguir ciertas creencias. Aunque sentimos que nos preocupamos por estar bien, estamos realmente vendiéndonos a la influencia de otros.
Invocando autoridad en nombre de un ideal, aquellos que son expertos en manipulación pueden despertar en nosotros muy fuertes emociones, liderándonos a emprender acciones que no servirán a nuestros mejores intereses. En tales situaciones, si nos detuviéramos a mirar más de cerca, podríamos descubrir que no estamos del todo de acuerdo con lo que está pasando. Pero nos cuesta admitir que somos tan fácilmente influenciables, especialmente si hemos sido condicionados a creer que estamos persiguiendo una meta valiosa. No queremos admitir que estamos siendo manipulados, porque a menudo disfrutamos de haber sido motivados a actuar y pensamos que debiéramos sentirnos afortunados de participar en una tarea que consideramos meritoria. Perdemos la visión de la realidad y renunciamos a la responsabilidad de pensar claramente por nosotros mismos, porque cuando permitimos a otros que nos manipulen y controlen, les estamos permitiendo también que piensen por nosotros.
Aun si reconocemos que estamos siendo manipulados, es mucho más fácil permanecer cómodos y seguros que confrontar la situación honestamente. Nos aferramos a nuestra seguridad, evitando conflictos y riesgos y, antes de darnos cuenta de ello, hemos sido atrapados por nuestros temores y deseos.
Encontramos que es fácil para nosotros manipular situaciones. Podemos buscar a aquellos que son menos agresivos que nosotros, controlarlos y manipularlos, haciendo uso de su pasividad para que nos sigan. Podemos aparentar incapacidad para manipular a otros a que hagan lo que nosotros no tenemos ganas de hacer. A veces somos amables con los demás sólo para conseguir lo que queremos obtener de ellos o usamos nuestro encanto personal para atraer a otros a que compartan nuestro punto de vista.
La manipulación es como contar mentiras: una vez que empezamos, caemos en un terreno surcado de trampas de las que es casi imposible escapar. Ella es como una espada de dos filos, porque no podemos manipular a otros sin comprometer nuestros propios sentimientos y creencias. Expuesta a nuestra propia deshonestidad y a la ajena, nuestra naturaleza se va cubriendo gradualmente de capas y capas de falsedad. Nuestra energía no puede fluir libremente y nuestras percepciones permanecen estrechas y restringidas. Por tratar de controlar el flujo de eventos en nuestra vida, establecemos ciertas limitaciones en nuestra conducta, tanto como en la de los otros. Encontramos que tenemos que estar en guardia para no revelar nuestros más íntimos sentimientos porque arriesgaríamos el éxito de nuestras motivaciones egoístas. Calculamos nuestra interacción con los demás, manteniendo ficticias relaciones amistosas destinadas a proteger nuestra auto imagen.
No nos damos cuenta que al actuar así estamos obstruyendo canales de comunicación e inhibiendo nuestra libertad personal. En la superficie podemos aparentar auto seguridad, pero en lo profundo hay confusión tanto en nuestros pensamientos como en nuestros actos. Por apoyarnos en respuestas artificiales en nuestras relaciones personales, estamos perdiendo contacto con la más apreciada de nuestras posesiones, nuestra espontánea y responsable naturaleza humana.
Cuando nos sintamos tentados de tratar de manipular una situación, es especialmente importante recordar que la manipulación no nos da un verdadero control. Muchos que se confían en esas técnicas creen que ellos quedarán libres de cualquier consecuencia. Pero no está en la naturaleza de la manipulación ser camino de una sola vía. Debido a que el propósito que la motiva no incluye el bienestar de todos, no podemos controlar sus eventuales efectos. Si hemos engañado a otros con miras a obtener un fin egoísta, podemos encontrarnos un día en que nos tocó el turno de ser engañados nosotros también. Finalmente, en lugar de dirigir el evento, cada cual llega a ser la víctima de sus deshonestos propósitos, sujeto al daño y desdicha que ha infligido a otros.
Aun dándonos cuenta de los efectos de largo alcance que produce la manipulación, es difícil enfrentar la verdad de lo que estamos haciendo, particularmente si la manipulación tiene una fuerte influencia en nuestros hábitos diarios. Por lo tanto, necesitamos observar cuidadosamente y con inteligencia la forma en que trabajamos, pensamos y nos relacionamos con los demás. Aunque podamos ser honestos en un cierto sentido, cuando miramos más profundamente, podemos ver que hay varios niveles de honestidad y que en cada uno de ellos hay un nivel correspondiente de sutil manipulación. Al observarnos con claridad, podemos penetrar en la verdad y ser conscientes del móvil oculto de nuestra motivación.
Aunque no sería realista confrontarse con la manipulación a nivel comunitario o global, podemos cambiar individualmente. Cuando permanecemos conscientes de nuestras percepciones, expresando nuestros sentimientos y nuestra preocupación por el bienestar de los demás, estimulamos el progreso y el crecimiento en todos los aspectos de nuestra vida. A medida que continuamos incrementando nuestra capacidad de ser honestos, nuestros saludables esquemas de pensamiento podrán incluso influir a otros a ser más honestos en sus propias vidas.
(sigue)