Tribu, tribu, lo que se dice tribu ninguna pero en el grupo de amiguetes sé que había una estética particular.
A todos nos iba la montaña y la escalada e ìbamos al instituto con macutos de asalto en lugar de mochilas de cole, con botas de montaña en lugar de zapatos o zapatillas y con abrigos de montaña. Eran los años en los que las botas que había no eran de treking eran las semirigidas de piel, las kletas (un tipo de bota de media caña a la que había que dar grasa de caballo) o en algún que otro caso las churicas antiguas de piel. Era fundamental que la suela fuese "vibram" (hoy me pregunto por qué). Era también la época en la que determinados tejidos eran una novedad, palabras como tysulate, skintex... fueron introduciéndose en nuestro lenguaje. El Goretex era el sueño irrealizable. Nadie tenía ni unas botas ni una chaqueta de montaña de ese tejido.
Algunos de los de la panda llevaban algún que otro "Pedro Gomez" de la época de sus padres. Abrigos que aún funcionaban muy bien y que lo aguantaban todo.
Junto con esa ropa de vaquero de mercadillo y abrigos y chupas de montaña venía la imagenería: símbolos de
love and peace, del moc (movimiento de objeción de conciencia), las As de anarquía, el Che (antes de que fuera un icono pop), ACDC (asociación de consumidores de cannabis) alguna chapita de la época soviética que algún papa progre había traído a sus hijos de algún viaje a "la plaza Roja", la palestina, la chinera de cuero al cuello, el pelo más o menos largo (yo no) y música de los 60 a los 80. Desde Emerson Lake and Palmer, Asia, los Yes, Jethro Tull, hasta Leño, Asfalto, Barón Rojo... etc.
Películas,
la naranja mecánica,
Quadrophenia,
Apocalipsis Now, el exorcista,
American Grafity y en general todo lo entrase por la ranura de un video vhs y que escandalizase y fuese algo escandaloso.
El ideario era
anti servicio militar, pro-ecológico (muy
ingenuo todavía), y siempre siempre con alguna conversación de la próxima ruta que ìbamos a hacer o alguna batalla de tiempos pasados o "fantasear" de más sobre las chicas y hablar sobre lo mismo, generalmente, también de más.
Teníamos tres lugares donde reunirnos. Dos bares y un local al que podíamos entrar y salir cuando quisiéramos, cada uno tenía su llave y en ese local solíamos decir que ìbamos a "estudiar". Allí en algún sofá jubilado sacado de la casa de los padres de algún amigo y alguna mesa sacada del mismo sitio se extendían los mapas de las rutas futuras, las 4 o 6 cajetillas de tabaco, los mecheros, los cuadernos, algún botellín y pasábamos las tardes entre humo, el olor a humedad del local y a moho de las viejísimas tiendas de campaña canadienses.
De cuando en cuando, sobre esa misma mesa se extendían mosquetones, cintas exprés, cuerda, algún que otro empotrador y los pies de gato de alguno, generalmente prestados del tío del primo del sobrino de algún amigo... para preparar, días antes, un fin de semana, por ejemplo, en Patones donde ìbamos a dormir a la cueva del Reguerillo y a hacer algunas vías de escalada.
Nos gustaba ir comprando cosas entre todos. La principal fuente de ingresos eran los cumpleaños, navidades y "la paga" de los padres, generalmente 1000 pelas que nos daba para pasar el fin de semana en la Sierra con billetes de tren y comida de lata.
Los productos más codiciados, linternas de frontal, achiperres de escalada, y música, aquellos incómodos vinilos que se trataban con reverencia y que uno los llevaba y traía al local con las bolsas de "discoplay" que uno conservaba a tal fin porque eran las únicas en las que cabían en condiciones los LPs.
Sobre esa misma mesa se extendían también viejas cámaras de fotos de nuestros padres con fundas de cuero y, de cuando en cuando, alguna reflex con funda de "poliplástico" recién comprada como regalo de algún padre a algún hijo por sus notas, cumpleaños o lo que fuese. Recuerdo el olor a los carretes y los líquidos de la ampliadora en blaco y negro, así como lo complicado que era todo aquello de escoger la densidad de la película.
En las paredes del local (de unos 60 metros diáfanos en un sótano oscuro y mal ventilado) se desplegaban nuestras inquietudes junto con la falta de medios y la imaginación. Nudos hechos con soga, algún cráneo de animal (recuerdo el cuerno de un ciervo y un cráneo de caballo), carteles de dirección hechos con madera de palé indicando (escrito a lupa) el nombre de algún refugio de montaña en el que hubiéramos estado, o pico soñado.
Como amigo irreemplazable el proyector de diapositivas. Ese que nunca funcionaba hasta que, no se sabe por qué, funcionaba de nuevo. El proyector era para los recuerdos de viejas salidas y para ver lo que nos habíamos perdido cuando no habíamos ido.
Mi tribu no era una en concreto, éramos chavales de hijos de currantes llenos de inquietudes y sueños que jugábamos a ser mayores, con colillas a medio fumar en los bolsillos, con las curiosidades y empezando a descubir la "responsabilidad" y la consecuencia de nuestros actos. Todos queríamos estudiar una carrera (era la impronta de la época), todos leíamos sobre los años sesenta, sobre drogas, sobre sexo, sobre viejos libros prohibidos en la dictadura, libros de marxismo, sobre Engels y Bakunin, la prensaque caía sobre esa vieja mesa del local era generalmente el País y revistas de montaña como Desnivel y el Jueves. Recuerdo un poster del Jueves titulado así: "tribus urbanas" ; parecía un nuevo concepto sociológico. Pasaron los años hasta que me enteré de que el concepto de "tribu urbana" provenía de la República Romana en la que se votaba dentro de cada tribu y el resultado de la mayoría era, a su vez, el voto de la tribu entera. Como curiosidad cabe añadir que el símbolo de "las fasces" (que tanto se asocia al fascismo y a lo militar) significaba una expresión de democracia "por barrios". Cada vara era una tribu y la unión hacía la fuerza y, esa misma unión, era la única encargada o capaz de impartir justicia.
Nosotros no terminábamos de sentirnos ni de una tribu ni de otra y, con más o menos intención, todos íbamos a cambiar el mundo.
En los siguientes años nos fuimos dispersando. Algunos estudiaron, otros se pusieron a trabajar porque no sacaron la nota que querían en "la selectividad", otros, o con lo uno o con lo otro formaron familia y d
esaparecieron del mapa, otros tardaron un poco más pero también se borraron............. el mundo no lo cambiamos y ahora que soy un "treinta y tantos" a veces creo que ha ido a peor. La famosa juventud que cambiaba las cosas ahora ya no es la de entre 20 y 30, sino la de entre 30 y 40, la edad en la que nuestros padres empezaban a volverse de derechas
.
Algunos de los que estudiaron han terminado por colgar el título en el váter (después de un hilo entero para aprender a escribir váter no lo iba a escribir mal) y muchos de los que empezaron a trabajar jovencitos (para la época) tampoco encuentran dónde meter la cuchara. A la vuelta de los años aquello de que "el que estudia y trabaja saca migaja" ha resultado ser literal...... migajas.
Mi tribu, como otras tantas, se extinguió. Un día llegaron los hombres blancos con sus maletines llenos y nos "compraron" la ilusión, luego nos "compraron" décadas de trabajo para pagar deudas, luego nos compraron el mirar atrás y pensar que la felicidad era un viejo sofá destartalado de un local lleno de humedades seguramente letales
y una lata de fabada calentándose en un "Camping-gaz" de bombona azul, un lumo al que se le acababa de cambiar la camisa en una noche cerrada de invierno en el refugio de Peguerinos mientras alguien se dejaba los pulmones para avivar unos rescoldos y otros compartíamos los pitillos, el esparadrapo para las ampollas, los olores corporales, el calor de los sacos de dormir y una baraja costrosa con unos amarracos de estaño o alpaca en forma de garbanzo. La felicidad era salir del refugio ver la luna reflejada en la nieve, fumar un pitillo a medias con el amigo con el que habías salido a mear e intercambiar en ese momento algún secreto, algún sueño, mientras se oían en el refugio a las chicas cantando alguna canción acompañada de alguna guitarra de 5 o 4 cuerdas
(Rocinante) y en medio de la oscuridad uno de los dos suspiraba y exhalaba con el vaho alguna frase que demostraba que a ninguno nos importaba de dónde había salido cada cual, ni si teniamos en acento de nuestros padres o si veinte años después alguien escribiría un largo post en internet (que aún no existía) haciendo memoria sobre lo que ya fue y no volverá.
Cada época tiene algo y aquella época fue la época de mi tribu. Esa fue la mía y pasar por ella me ha traído hasta aquí. Qué suerte tuve de pertener a mi tribu
Alex