EARTHLINGS. Desenlace
“SIEMPRE QUE EXISTAN MATADEROS
EXISTIRÁN CAMPOS DE BATALLA”
Leon Tolstoy
La ignorancia es la primera línea de defensa del especista. Sin embargo es quebrantable por cualquiera con el tiempo y la determinación de conocer la verdad.
“No me lo digas, que me vas a fastidiar la cena”, es la respuesta usual al intento de explicarle a alguien como fue que llegó esa cena a su mesa. Incluso la gente que sabe que la granja familiar tradicional ha sido reemplazada por grandes intereses empresariales, o que la ropa viene de las vacas masacradas, o que el entretenimiento significa el entretenimiento y la muerte de millones de animales, o que algunos experimentos cuestionables tiene lugar en laboratorios, aún se refugian en la creencia vaga de que las condiciones no pueden ser demasiado malas, por que de ser así, los gobiernos y las sociedades protectoras de animales ya hubieran hecho algo al respecto.
Pero esta falta de conciencia colectiva no se basa en que sea imposible conocer lo que esta sucediendo, sino más bien en que deseamos continuar siendo ignorantes ante una realidad que nos podría producir culpabilidad. Al fin y al cabo las victimas de lo que está sucediendo en esos lugares terribles no son miembros de nuestro propio grupo.
Pero se trata de dolor y sufrimiento, no de inteligencia, fuerza, clase social o derechos civiles. El dolor y el sufrimiento son esencialmente negativos y deben de evitarse o minimizarse sin considerar la raza, género o especie del que sufre.
Todos somos animales de este planeta. Todos somos criaturas. Los animales no humanos experimentan sensaciones de la misma manera que nosotros. Ellos también son fuertes, inteligentes, ingeniosos, móviles y evolucionados. Ellos también son capaces de crecimiento y adaptación. Así como nosotros, primordialmente, son terrícolas. Como nosotros, están sobreviviendo. Como nosotros, buscan la comodidad y no la incomodidad. Y, como nosotros, ellos expresan diferentes grados de emoción.
En resumidas cuentas, están vivos como nosotros. La mayoría de ellos siendo incluso vertebrados, justamente como nosotros.
Es irónico que, aún aceptando cuan indispensables son los animales para la supervivencia humana, con nuestra dependencia absoluta de ellos para compañía, alimento, vestimenta, deportes y entretenimiento, así como experimentación médica y científica, demostremos tal falta de respeto por aquellos que nos proveen.
Sin duda a esto debe referirse el dicho de “Morder la mano que nos da de comer”. De hecho, la hemos pisoteado y escupido. Ahora nos enfrentamos con las consecuencias inevitables.
Debido al consumo excesivo de animales los informes de salud indican un incremento en cáncer, enfermedades del corazón, osteoporosis, derrames, piedras en los riñones, anemia, diabetes y otras más.
Incluso la materia prima de nuestro alimento se ha visto afectada por el abuso de antibióticos para aumentar el peso de los animales, que de otra forma no podrían subsistir en las condiciones estresantes y atestadas de las granjas industriales. Igualmente el abuso de pesticidas e insecticidas, o de hormonas artificiales diseñadas para aumentar la producción de leche, la fecundidad y el periodo de gestación.
Entre colorantes artificiales, herbicidas, larvicidas, abonos artificiales, tranquilizadores, estimulantes de crecimiento y apetito, no es ninguna sorpresa que las enfermedades como las vacas locas, fiebre aftosa, pfisteria, y un grupo de otras anormalidades relacionadas con los animales, se hayan desatado sobre la especie humana.
La naturaleza no es responsable de estos hechos, somos nosotros. Un cambio es inevitable. O lo hacemos por propia voluntad o la naturaleza nos obligará.