Estoy estudiando un curso por internet de pedagogía, en el cual se nombran algunas enfermedades y trastornos que hay que aprender a prevenir en los adolescentes. Y ¡cuál fue mi sorpresa cuando encontré entre la anorexia, la bulimia, la vigorexia, etc, una nueva y desconocida: la ortorexia!
Seguro que más de uno habréis oido hablar de ella. Se trata de la preocupación excesiva por la alimentación.
Eso es lo que ellos necesitan, poner un nombre (lo raro es que no hayan elegido una palabra esdrújula, que siempre da un aire más científico), y sacarlo por televisión, y entonces ya es una verdad que hay que asumir.
"Ortos" viene del griego, y significa "lo correcto", o "lo beneficioso". De ahí palabras como "ortodoxo" u "ortología" (al arte de hablar bien).
Yo me declaro enfermo profundo e irreversible de ortorexia. Especialmente desde el día en que me di cuenta de cuántas sustancias químicas nocivas entraban en mi cuerpo para ensuciarlo, a él y a la mente, que están indisolublemente unidos.
Que no pretendan retratarnos como unos obsesionados. Sólo ejercemos nuestro derecho a no dejarnos matar.