Hola a tod@, sé que hace muchísimo que no entro pero es que la vida no me da para más. Os cuento la historia porque creo que es necesario que todos la conozcáis.
Ayer me ocurrió algo doloroso que quiero compartir con todos. No solo por cómo me afectó sino porque creo que es necesario que esta historia la conozca el mayor número de personas posible para que sepan dónde van a comprar y a qué tipo de gente lo hacen.
En casa somos muy amigos de la comida ecológica, vegetariana y demás. Así que vamos mucho a un sitio que nos encanta (y nos sigue encantando) en Madrid, le somos muy fieles pero ayer por cuestión de tiempo y cercanía quisimos probar uno al que ya habíamos ido alguna vez, pero hacía muchos años que no volvíamos: El Vergel, en la calle de López de Hoyos, Madrid.
Primero, para los vegetarianos: no lo es, es ecológico y se las da de lo primero, pero venden embutidos refrigerados de carne carnaza, ecológica sí, pero es chicha de la de verdad. Y además es más caro que el otro sitio al que solemos ir. Aclarado este punto sigo.
Aparecimos mi marido y yo con nuestros 3 churumbeles de escolta; dos mellizos de 5 meses y una niña de 3 años. La niña es verdad que es muuuuy nerviosa y super difícil de controlar, y más si llevas un bebé en un carrito y el otro en un Mei Tai.
Total, que ella se dedicó a recorrer todos los stands cotilleando pero tampoco hacía ningún mal, no tiró nada, no desordenó, solo cantaba y sí, correteaba, aunque no había nadie a quien molestar salvo la simpática de la vendedora, una chica joven muy mona ella que nos miraba con cara de superioridad...
Estuvimos un rato, no sé, ¿media hora? mirando cosas y llenando la cesta. Ya al final los bebés empezaron a llorar, primero el del carro, así que tuve que intercambiarles, bajar a la del Mei con ayuda de mi chico y coger al niño para darle el pecho, luego él dejó a la otra bebé en el carro. La dependienta de más edad (la única considerada) me ofreció una silla que no necesitaba así que hasta ahí todo bien.
Pero al final, justo cuando íbamos a pagar, la Ley de Murphy entró en escena y mientras mi marido pagaba la compra y mi niña mayor le acompañaba, empezó a llorar la otra bebé, la que se había quedado en el carrito. Quise intercambiarles yo sola pero el carro llevaba abrigos colgados en el manillar y por el peso cayó hacia atrás, quedando en el suelo tirado en mitad del pasillo mientras yo sujetaba a los dos bebés en brazos y me quedaba sin punto de apoyo alguno, bueno, una banqueta que había en el suelo de estas que sirven como escalera para llegar a las estanterías más altas.
Me quedé ahí sentada con los dos, que ya pesan, esperando a que alguien me echase una mano levantándome la silla para poder sentar a uno. Entonces fue cuando ocurrió.
La chica tan mona de la que os hablaba, jovencita, finita y muy kuka llegó a la altura del carro lo miró con horror, pero no con horror por la situación sino porque le obstruía el paso y era un "cromo" Así que ¿qué hizo? me miró con cara de reproche, le dije -Es que se me ha caído por el peso y no puedo levantarlo porque tengo a los dos en brazos- Acto seguido miró a otra compi de similar edad (unos 20), la que estaba cobrando a mi marido, se miraron con complicidad y se echaron una risa silenciosa y maliciosa. Entonces la susodicha sorteó el carrito pasándole por encima sin ningún miramiento y se largó. Ahí me dejó.
Sentí tanta rabia que le fui a decir a mi chico que no comprase nada a gritos pero ya lo había hecho, e incluso había facilitado sus datos para hacerse una tarjeta de la tienda.
Me fui de allí sin decir nada, con cara de asco y rabia a la vez, y cuando salimos se lo conté. Entonces él volvió con un bebé en el carrito para pedirles los datos personales que les había facilitado. Según entró el bebé lloró y las dos mozas se miraron entre sí y se volvieron a reir ¿pero de qué coño va esa gentuza?
Según le dieron los datos rompió el papel en su cara, lo malo fue la compra, que ya estaba hecha. Pero no pasa nada, será la última, no pensamos volver en la vida a ese sitio ¡¡¡vergonzoso!!! espero que nunca se vean en semejante situación, necesitando la ayuda de un desconocido y que les den la espalda de un modo tan miserable.
Pido a todos aquellos que sientan un poco de solidaridad con mi historia que la difundan para que llegue al mayor número de hogares posible, que las personas con hijos sepan a qué atenerse con esas joyitas que allí trabajan.
Muchas gracias a quienes hayáis tenido la paciencia de leerme. Besos.