El otro día medité sobre ello. Os contaré al detalle:
Me encantan los niños, pasar tiempo con ellos, hablar, jugar y reír con ellos... Siempre he animado a mis amigos que tengan hijos, así yo me puedo beneficiar sin tener que cargar con ellos.
Siempre he pensado... Sería acojonante tener uno, ver cómo eso ha salido de ahí, que es tuyo, que lo moldearás a tu gusto, que serás su amigo, que no cometerás los errores que cometieron tus padres contigo y que le aleccionarás sobre los errores que tú cometiste, que será un humano digno de este mundo, que le inculcarás unos buenos valores y que será tu alegría de vivir. Y será feliz, porque tú velarás por ello.
Y a menudo lo pienso, me fascina que podamos crear una nueva vida, que con el tiempo se parecerá a ti, serás todo lo que tenga, dependerá absolutamente de ti, te admirará, te dará un cariño enorme, te respetará, para luego hacer su vida y quizá cuidarte cuando seas viejita y heredar todas tus cosas.
Y ya que te pones con uno, por qué no dos, o tres.
Esto es lo que no puedo evitar pensar...
Pero el otro día llegué a la conclusión de que querer tener un hijo (o dos o tres) es un acto de egoísmo muy pero que muy puro. Quieres algo que se parezca a ti, que herede tus ojos o tu grasia en el hablá, que se interese por lo que tú te interesas, que aprenda contigo las cosas que a ti te gustaría que aprenda, que herede las cosas que tú no tendrás a quien darle, que despoje tu vida de toda soledad y tengas siempre un gran motivo por el que seguir adelante... Servirle a alguien para que te acaben sirviendo a ti, aunque solo sea para sentirte orgulloso. Lo hice yo, qué bien me ha quedao, mare mía, qué jarte.
En el fondo un pensamiento difícil de explicar, porque a menudo se me escapa
También pienso 'menos mal que mis padres no pensaron como yo' y lo agradezco jeje.
Veo con otros o mejores ojos la adopción.