Copio del libro que comento:
"Los recién nacidos necesitan contacto físico; se ha comprobado
experimentalmente que, durante la primera hora después
del parto, los que están en una cuna lloran diez veces
más que los que están en brazos de su madre14.
Al cabo de unos meses, es probable que se conformen con
el contacto visual. Su hijo estará contento, al menos durante
un rato, si puede verla y si usted le sonríe y le dice cositas de
vez, en cuando. Hace 100. 000 años, los niños de meses probablemente
no se separaban nunca de su madre, pues eso significaba
quedarse tirados en el suelo, desnudos. Ahora están
bien abrigaditos en un lugar blandito, y aunque su instinto
les sigue diciendo que estarían mejor en brazos, son tan comprensivos
y tienen tantas ganas de hacernos felices que la mayoría
se resigna a pasar un par de minutos en una sillita."
"Hace 100. 000 años, en algún lugar de África. Un grupo de
seres humanos se desplaza lentamente por la pradera. Tal
vez adoptan una formación casi militar, como hacen los
babuinos: las mujeres y los niños van en el centro; los varones
las rodean, algunos armados con palos. Algunas de las
mujeres están embarazadas, otras llevan en brazos a sus
bebés; la tribu entera reduce su marcha para adaptarla a la
de sus miembros más lentos. Se detienen aquí y allá para
alcanzar unas frutas, escarbar unas raíces o degustar unas
nutritivas hormigas. Con suerte, su inteligencia, su coordinación
y su habilidad para lanzar piedras les permitirán
cazar algún pequeño animal o disputar la carroña a las hienas.
¿Dónde están los bebés? ¿Los dejaron en su casa, en una
cuna, al cuidado de una canguro, mientras iban a trabajar?
Seguro que no. No había casas, no había cunas, la tribu se
desplazaba unida.
Los monitos recién nacidos se agarran al pelo de su madre
con pies y manos, y al pezón con la boca, y así viajan de
árbol en árbol, seguros con sus sólidos cinco puntos de
anclaje. Los chimpancés y los gorilas se nos parecen tanto
que el recién nacido no es capaz de agarrarse a la madre;
ella tiene que sujetarle con un brazo para que no se caiga.
Pero sólo durante las primeras dos o tres semanas; después,
es la cría la que se agarra sola. ¿ A qué edad se atre-
vería usted a llevar a su hijo colgado, sin pañoletas ni
mochilas, sin sujetarlo con una mano, y saltando de árbol
en árbol? No hay ningún otro animal sobre la faz de la
tierra que necesite más de un año simplemente para agarrarse
a su madre.
Cuando no existían telas ni cuerdas, ni mucho menos
cochecitos, las madres llevaban a sus hijos en brazos todo
el día, la mayoría de las veces sujetándolos con el izquierdo
mientras el derecho quedaba libre para comer (o al
revés, si la madre era zurda). Probablemente mamaban en
chupadas cortas y muy frecuentes, como los bosquimanos
actuales, varias veces por hora (la succión tan intensa inhibe
la ovulación, y la mayoría de las madres sólo tenía un
hijo cada tres o cuatro años..., a menos que el bebé muriera
antes). En los momentos de descanso, la madre se sentaba
con el bebé en su regazo, o se echaba en el suelo con
el bebé encima. A medida que iba creciendo, la cría necesitaba
menos a su madre y también pesaba más; probablemente
la abuela, el padre o los hermanos mayores ayudaban
a la madre en el transporte. Es casi seguro que los
bebés estaban cada minuto de las 24 horas del día en contacto
físico con otra persona, casi siempre con su madre,
hasta que empezaban a gatear. Y hasta varios años después
estaban en contacto físico, si no las 24 horas, sí al
menos una buena parte del tiempo. Incluso niños de tres
o cuatro años, que pueden andar durante un buen rato, tendrían
que ir en brazos si la tribu se desplazaba varios kilómetros.
Así pues, durante millones de años la evolución natural ha
favorecido a aquellos niños que disfrutan yendo en brazos,
pero se enfadan si se les deja solos. Era una cuestión de supervivencia."