Mi propio galgo, maltratado durante toda su vida, con heridas y huesos rotos, con su cuerpecillo raquítico de no haber comido otra cosa que pan, estaba abandonado en una zona boscosa bastante bonita, pero el solito empezó a seguirnos, el sólo se metió en el coche cuando le abrimos la puerta. Ahora vivimos en un apartamento pequeñito y estoy segura de que no cambiaría su vida actual por aquellos ¿días?¿semanas? de vagabundeo y libertad.