Me temo que la 5ª Ingesta no es recomendable; y todavía menos que se le asigne el 25% del gasto calórico diario, no?
No ingerir nada desde las 16.00 horas.
Cenar una tableta de melatonina y 500 miligramos de magnesio. Esto favorece a la Dehidroepiandrosterona, hormona que ralentiza el envejecimiento. Dice el profesor vienés Johannes Huber, endocrinólogo ginecológico del Hospital General de la capital austriaca, para evitar la senectud hay que ingerir menos de las 3.000 calorías diarias a las que estamos acostumbrados.
Desde hace años, se ha observado que los roedores con alimentación reducida presentan patrones biológicos determinados, como son una baja temperatura y una concentración estable de una hormona llamada Dehidroepiandrosterona sulfato (DHEAS). Los valores de esta hormona, la más común en nuestro organismo, están relacionados con el envejecimiento y las enfermedades. «Cuanto más comamos y cuanta más energía produzcamos, más radicales libres generaremos», afirma el endocrinólogo.
La actividad de los radicales libres no solo estimula el envejecimiento de las células sino, al parecer, también el inicio de numerosas enfermedades como, por ejemplo, el cáncer. Dice el profesor: «Sabemos por nuestras investigaciones de laboratorio que el ayuno transitorio contribuye a la destrucción de células anómalas. Una reducida actividad digestiva hace que el organismo cree una encima llamada nicotinadenosinnucleotido (NAD), capaz de reparar daños en el material genético. Tras años de investigación sobre los efectos de la dieta restrictiva en ratas y monos, se intuye que la reducción de la dieta diaria a 1.800 calorías es un primer paso para que el hombre llegue a vivir más.
Nos enfrentamos posiblemente a dos factores decisivos en los hábitos alimenticios que son la causa de nuestro deterioro precoz y hasta degenerativo a largo plazo y por ello sobre todo al llegar a la ancianidad. Uno de ellos ya comentado, es el “no respectar las incompatibilidades alimenticias”, y el otro, “el obviar que el óptimo e imprescindible tono metabólico endocrino sigue estrictamente el ritmo circadiano y es imprescindible para el correcto funcionamiento digestivo y depurativo de los restos de su catabolismo”; lo cual no se respeta al establecer el momento de la hora de cenar. Cosa que las personas débiles, susceptibles y/o en el anciano por su ya precario metabólico potencial tendrá efectos posiblemente nefastos. Ambos hábitos mermarían nuestro de por sí escaso potencial inmunológico. Y hasta el neurogenésico, que se da en estructuras tan importantes para el continuo aprendizaje como son la plasticidad del hipocampo y la perdida paulatina con la edad, del grosor del cuerpo calloso cerebral; estructuras ambas que son imprescindibles para una adecuada integración interhemisferico cerebral; que no ayuda a compatibilizar nuestros antagónicos sistemas cognitivos, que además establecen así un adecuado equilibrio psicosomático tan necesario para paliar la senectud .
Fuente: Azprensa, 2005.
Un estudio realizado en la Universidad Northwestern (USA) demuestra en ratones que una disfunción en dicho reloj les ocasiona problemas graves de obesidad y diabetes. Realizando estudios comparados en lo relativo a nutrición, obesidad y síndrome metabólico. Joseph Bass, uno de lo los investigadores dice que llegaron a la conclusión de que un mal funcionamiento en el mencionado reloj les ocasionaba obesidad y diabetes, etc.
Sobre la importancia del reloj biológico circadiano es interesante la que dice G. Edgar Folk, profesor de fisiología molecular y biofísica en la Universidad de Iowa. Es un científico que ha invertido casi toda su vida a estudiar estos interrogantes, y que ha encontrado respuestas que han ayudado a construir el campo de las investigaciones sobre los relojes biológicos, dice: mejorar nuestro conocimiento del reloj biológico, el ciclo interno de descanso y actividad, genéticamente programado, que afecta al comportamiento, el metabolismo y la fisiología de todos los animales, incluyendo al Ser Humano (y sobre todo a la tercera edad). Esta mejor comprensión ayudaría a resolver algunos problemas que por ahora no tienen solución fácil, como por ejemplo la fatiga crónica que acarrea el trabajo en turnos con horarios intempestivos o cambiantes, e incluso trastornos afectivos estacionales, que están asociados con las alteraciones en el reloj biológico.