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Las falsas denuncias de maltrato y abusos sexuales en la España de género, se revelan, cada vez más, como un instrumento de persecución política contra los varones
Esta noticia seguro que no le gusta a nuestro asiduo lector Vicente Ibáñez, psicólogo de los juzgados de Familia de Madrid, y es que ¿dónde se puede encontrar la noticia de que Mª Paz Tejedor, psicóloga forense, en la revista de Jueces para la Democracia, en su nº Nº 57 de Noviembre de 2006, denuncia el abuso de las denuncias de abuso y la pasividad judicial frente a las denuncias falsas de género?.
Esto demuestra que nuestras denuncias son compartidas por profesionales que no venden su profesionalidad a ideología política alguna, incluida la de género, como es el caso de Mª Paz Tejedor. Sus revelaciones son contundentes, Ver hoja 1 y hoja 2, y lo hace en una revista para jueces, ni más ni menos. Pero esta noticia, se produjo en el 2006, y no salió ni en El Mundo, ni en El País, ni en la Ser, ni en la Cope .... sólo en Secuestro Emocional nos hacemos eco de lo que evidencia un fraude masivo judicial de género en el que jueces y fiscales, miran para otro lado cuando se encuentran con una denuncia falsa.
Como muestra de denuncia "sospechosa de falsa" que no se persigue ... tenemos la sentencia de José Luis, en la que se puede intuir que además contaba con ayuda, no sólo de abogados, sino de organizaciones públicas y de otras privadas que sabemos estaban subvencionadas, y cuya colaboración, en otros casos, ha sido determinantes para que los hijos no vieran a sus padres .... Seguimos esperando tener alguna noticia del interés del fiscal por perseguir este tipo de delitos ...
Las afirmaciones que encontramos en este artículo sobre las motivaciones para poner la denuncia falsa son:
* Muchas de estas falsas denuncias eclosionan en el curso de un proceso de familiar
* Son mayoritariamente las madres (95%) quienes interponen la mayoría de las falsas denuncias de maltrato o de abuso sexual infantil
* Las motivaciones o ganancias secundarias son diversas: conseguir la custodia o interferir en el régimen de visitas, lograr separar de su vida y la de los hijos al ex-cónyuge, la no asunción de la nueva relación de aquel, deseos de venganza o revancha por una herida narcisista de abandono, mantener un vínculo con la ex-pareja.
Estas afirmaciones dejan clara la existencia de intereses espurios de la que denuncia, lo que invalida la aplicación de la triada del tribunal supremo que permite dar credibilidad al testimonio de la denunciante, ya que esta exige la ausencia de intereses espurios, que quedan perfectamente delimitados en este trabajo. Esto no representa nada nuevo, pero es importante que esté publicado en una revista para jueces. No sabemos de ninguna reacción judicial para perseguir el delito, lo que hace cómplices a aquellos jueces que nos juzgan y por supuesto a fiscales que nos acusan en falso.
En relación con la actitud judicial contra esta plaga de falsas denuncias afirma:
1. Las presiones que los menores reciben para informar en falso, constituyen una forma de maltrato pudiendo ser tan dañino o más que si el propio abuso se hubiera producido.
2. Afirma, en base a su experiencia profesional, como forense, que mayoritariamente, ni se persiguen ni se investigan esos delitos.
3. Psicológicamente sufren un grave conflicto de lealtades, rechazando afectivamente al progenitor falsamente denunciado, o al menos distanciándose de él.
4. Pueden tener sentimientos de estigmatización, o aflorar el convencimiento de que han sido abusados, cristalizando en un fenómeno de falsa memoria.
5. "Cautelarmente", se suele suspender la relación padre hijo, mientras se "investiga", pudiendo durar entre muchos meses y varios años, llegándose a producir una parentectomía (pérdida del vínculo paterno-filial).
6. Los menores pueden sentirse responsables de la separación, sobretodo sin han sido inducidos a testificar en falso.
7. El clima hostil hacia el progenitor denunciado, presiona para que el niño oculte la manifestación de sentimientos positivos hacia el denunciado.
8. Pueden ocasionar sentimientos de abandono
9. Muestran actitudes hipermaduras, permaneciendo atentos a las demandas de los adultos "para decir y hacer lo que en cada momento conviene". Ha menudo observa, como cambia la versión de maltrato conforme a los intereses del progenitor que acompaña.
En cuanto a las formas de fundamentar una falsa denuncia, nos dice algo que, desgraciadamente, a más de uno nos resulta familiar:
1. Alegar verbalizaciones inexistentes de abusos sexuales por parte de los menores.
2. Se aprovecha una afección física como eritemas, infecciones o irritaciones genitales: "el niño tenía el culito enrojecido y al preguntarle me dijo que su papá le había metido el dedito" — Como veis, nada mejor que contar una verdad para que la mentira que acompaña sea creída.
3. Se aprovecha el hecho de haber bañado al menor ... para alegar el abuso.
Todo esto está sacado de la revista para jueces anteriormente citada. Deja muy claro el daño que ocasiona la denuncia falsa, así como la colaboración judicial en esa forma de maltrato de nuestros hijos, sin mencionar la vulneración de derechos fundamentales del denunciado, lo que la convierte, dada la actitud judicial, en un instrumento de persecución de hombres.
¡¡Qué más necesitáis para denunciar y moveros!!. Ya sabemos lo que hacen los jueces, pero tenemos que hacer múltiples intentos para encontrar un juez honrado y valiente, que actúe con verdadera independencia. ¡Seguro que alguno habrá!. Fijaros que se denuncia con datos el maltrato a niños en sede judicial, que se está condenando a inocentes, con pruebas de credibilidad del testimonio que vulneran gravemente los más elementales derechos humanos.
Estamos hablando de una persecución política por cuestiones de sexo, lo que está contemplado como un crimen de lesa humanidad. La esencia: la irracionalidad y la arbitrariedad como la personalidad de Adolf Hitler que construyó una Alemania nazi donde, a igual que ahora, no faltaba la pasividad del pueblo que no se enteraba, o no quería enterarse de la realidad, prefiriendo vivir el delirio de su líder. Armas políticas: la mentira y la propaganda diseñadas por Goebbels, ministro de propaganda nazi. Por supuesto no falta la creación de un chivo expiatorio: los judíos en la Alemania nazi, y el "maltratador" en la España de género. El "amor por la ciencia" también es un elemento común: los nazis buscaban, a través de la genética, la pureza de la raza aria matando judíos, cuya sangre corría por sus venas. Aquí tenemos a doctos en derecho y psicólogos, que lavan sus frustraciones de infancia en los juzgados españoles, con la dulce venganza sobre el género masculino.
Resulta llamativo que Hitler fuera de ascendencia Judía, lo que podría explicar ese odio tan visceral hacia los judíos. Es como los pirómanos bomberos o el caso de Corsi, por eso sería más que interesante saber que esconden estos cruzado del género.
Esta es una realidad que se da en los juzgados y tribunales españoles, una verdad que, por lo que se ve, parece quererse ignorar, pero que ahí está.
Mientras tanto, el fundamentalismo de género niega su existencia basándose en la no constancia, como si la ceguera de un invidente, probase la no existencia del mundo. El caso Ricardi, deja muy claro cómo se actúa en este país cuando se mete a un inocente en prisión: se oculta al interesado la existencia de pruebas exculpatorias, se actúa con absoluta falta de autocrítica alegando que se condenó con todas las garantías, lo que deja las garantías en su sitio: la altura del betún, se busca más un cabeza de turco que a un culpable.
La no constancia de denuncias falsas del Consejo General del Poder Judicial, y las pocas condenas por falsa denuncia, confirma la afirmación del artículo: no se investigan las denuncias falsas.
Como excepción que confirma la regla este caso de Málaga, donde es la policía que las imputa. Sin duda el estamento más decente en el aparato represor de la Administración
La justicia es lenta, ineficaz, arbitraria, incoherente, discriminatoria con los acusados,
abusiva, en el uso de la prisión preventiva y depositaria de un poder excesivo.
Demoscopia 1995. El País