Frutos, pencas y savia servían de alimento y bebida en terrenos semiáridos, donde otros cultivos no lograban darse por falta de agua. Se usaba también como planta medicinal, como forraje para el ganado, para crear tintes naturales aplicables a las artesanías y textiles, como combustible para el fuego… la lista es interminable.
(...) desde hace siglos, las comunidades indígenas del centro de México usan la baba que contiene la penca del nopal para purificar el agua turbia de manantiales y pozos de los que se abastecen sus pobladores. Este conocimiento ancestral se fue transmitiendo generación tras generación, logrando incluso el reconocimiento por parte de la comunidad científica.
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Su equipo de investigación demostró que el mucílago, nombre que se le da al líquido viscoso que contienen las pencas del nopal, es capaz de purificar aguas contaminadas con sedimentos, bacterias y ciertos metales pesados hasta hacerlas aptas para el consumo humano.
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El mucílago actúa como una sustancia floculante que aglutina sólidos en suspensión facilitando su posterior precipitación. De este modo, las partículas contaminantes se agrupan en núcleos más densos que, por su propio peso, se depositan en el fondo del agua, facilitando el filtrado. En el caso de aguas contaminadas con metales pesados como el arsénico, el proceso resulta algo más complejo, pero consiste igualmente en la capacidad de esta sustancia de separar y agrupar los metales, que suben a la superficie del agua y pueden ser retirados.
Un recurso abundante y asequible.