Hace un par de días terminé de devorar un libro extraordinario: "Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera". Se trata de una novela de Ramiro Pinilla, veterano escritor, publicada hace una treintena de años. La historia está narrada en primera persona por el protagonista de las andanzas, un individuo llamado Antonio Bayo, cuya vida real, plagada de calamidades como ninguna otra jamás contada, llega a conmover al lector más descreído.
Antonio Bayo es un niño pobre nacido hacia 1928, más o menos, en el culo del mundo, en un pueblucho olvidado de la provincia de León, cerca de la de Zamora. Desde muy pequeñito se vio obligado a robar berzas para dar de comer a su madre soltera y a su hermano mayor. Le llamaban "el ruso" por su pelo rubio. En la recién estrenada España victoriosa del genocida general Franco, tal sobrenombre, asociado al comunismo soviético, no le hizo ningún favor...
El caso es que Antonio Bayo robaba sólo para comer. Descerrajaba cantinas y se iba al monte, a vivir tranquilo pescando truchas y asando lagartos hasta que se le acababan los víveres hurtados. El libro me ha impactado por muchas cuestiones, pero aquí quiero hablar de la particular relación del protagonista con los animales... Lo hago en otro post.