Yo recuerdo una vez de pequeña, que comiendo pollo, me encontré una venilla. Empecé literalmente a diseccionar mi pollo y me di cuenta de que me estaba comiendo músculos. Vi los tendones, los huesos... Me imaginé al animal vivo y luego muerto para que yo me lo comiera, y me pareció algo sin sentido. Podía comer otras cosas y no matar a nadie para ello. Me dio un asco terrible seguir comiendo y no recuerdo qué les dije a mis padres, pero recuerdo que me contestaron bastante preocupados que los animales nacían para que nosotros pudiéramos comerlos, que las cosas eran así y no podía ser de otra manera. Y como yo era pequeña, me lo creí, aunque no quise acabarme el pollo. Desde aquel día pasé una temporada en que me daba asco la carne, sobre todo el pollo asado, aunque con el tiempo se me fue pasando.
A veces me pregunto cómo habría sido aquello si mis padres hubieran sido de otra manera. Si tal vez hubieran aceptado que les había salido una hija vegetariana y me hubieran alentado en lo que yo considero sentimientos nobles. Pero en lugar de eso se burlaron de mi ingenuidad. Se burlaron de eso igual que lo hicieron cuando les dije que quería reciclar, que quería darles mis ahorros a los niños pobres o que no compraran en ciertas tiendas porque usaban esclavos en sus fábricas o cuando me enfadaba con mi madre por usar abrigos de pieles.
Me gustaría que me contarais vuestras anécdotas de pequeños, si fuisteis diferentes en algo, y cómo reaccionaba vuestro entorno. Una, que es curiosa