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¿Sufren las plantas? (II)
Este escrito es la segunda parte del anterior presentado la semana pasada por Kresku. Aunque nuestro compañero ya ha argumentado con solidez acerca de la ausencia de la capacidad de sentir -y por ende, de sufrir- en el mundo vegetal, sabemos que hay gente a quien no le sirven los postulados de la ciencia y seguirá creyendo en la “sentiencia” vegetal partiendo de principios más esotéricos. Existe una tendencia dentro de los círculos espirituales de la llamada “nueva era” a incluir el reino vegetal (y más allá) en el círculo moral. Por eso, esta vez vamos a plantear la cuestión de otra manera: sí, está bien, lo admitimos. Vamos a suponer que las plantas realmente sí sufren. ¿Qué consecuencias tendría esto para nuestra alimentación, para las propias plantas, y, lógicamente, para los animales?
Una primera respuesta sería: si admitimos el sufrimiento vegetal… ¿por qué quedarnos ahí? ¿Por qué no saltar al reino mineral? Incluso, muchas de las personas que creen en el sufrimiento vegetal, creen también que todo está vivo, incluyendo el propio planeta (Gaia), la tierra, las montañas, los ríos, las rocas, el agua, el aire…. Y que hay conciencia detrás de cada una de estas entidades. Si admitimos que esto es así ¿de qué podemos alimentarnos entonces? ¿Podríamos tomar sal, que es mineral de sodio procesado? ¿Podríamos beber agua? Por no hablar de arrancar una zanahoria para comerla, o una mazorca de maíz. Ante esto sólo quedaría una opción: no comer ni beber nada, lo que llaman algunos alimentarse del prana, o energía universal que abunda en nuestro planeta y en el universo. Hay gente incluso que trata de acercarse a esta opción, y hay páginas web que hablan de ello. En España tenemos el caso de Sybila, escritora y conferenciante sobre temas de salud natural, parto y lactancia naturales, educación sin escuelas y otros muchos variados temas, quien estuvo viviendo así al menos durante algún tiempo.
Para todos aquellos que no nos sentimos tan puros/as como para alimentarnos únicamente de energía, deberemos seguir analizando la cuestión de otra forma. Por ejemplo, recurriendo a la pura lógica: al decir “las plantas sufren”, no estamos cambiando un problema por otro: eso equivaldría a decir: “las plantas sufren y los animales no”, y creo que nadie en su sano juicio podría afirmar algo así. Lo que estamos haciendo es añadiendo un problema: “Los animales sufren y las plantas también”. Al añadir un problema, no estamos solucionando ni dando ninguna alternativa al problema ético que plantea comer animales. Por tanto, la opción del vegetarianismo sigue siendo igualmente válida: que las plantas sufran o no, no afecta a la cuestión de que los animales sí lo hacen, y por tanto yo elijo respetarlos y excluirlos de mi dieta. Que las plantas sufran no afecta al imperativo moral que tenemos hacia los animales en calidad de individuos capaces de sentir. Simplemente añadiría otro imperativo moral que habría que estudiar cómo resolver. Por ejemplo, comiendo plantas que no haya habido que arrancarlas o dañarlas en modo alguno, tales como los frutos: un tomate, una manzana o cualquier fruto que se toma de una planta sin dañar a ésta (pues lo soltaría de todas formas). Esta tendencia, como es lógico, ya está inventada y se llama frugivorismo, y existe gente que lo tiene en cuenta en su dieta. Por supuesto, ¡¡estas personas son vegetarianas!! No tendría sentido comer sólo frutos para no dañar a las plantas, y simultáneamente comer productos animales.
Pero imagenemos que, aunque seguimos pensando que las plantas pueden sentir, no nos sentimos capaces de comer únicamente frutos obtenidos sin daño de las plantas. A mi juicio, la única solución que nos queda, si queremos ser honestos y actuar de forma ética, sería aplicar la formulación siguiente: “puesto que no puedo evitar causar daño de una u otra forma, voy a tratar de causar el menor daño posible”.
Si obramos de esta forma, es obvio que, lo primero que tenemos que hacer, es excluir a los animales de nuestra dieta. ¿Por qué? Por dos razones: la primera, porque al comer animales comemos también vegetales, y muchos. Primero porque nadie se alimenta 100% de carne, o su vida sería bastante corta y difícil. Y, sobre todo, porque también comemos todos los productos vegetales que han servido de alimento a esos animales. Así, se da la paradoja de que quien se alimenta en forma vegetariana come menos plantas que quien lo hace comiendo animales, pues al comerlas directamente come sólo las que necesita. La segunda razón es que, incluso la gente que conozco que cree en el sufrimiento vegetal, admite que se trata de otro tipo de sufrimiento. Puedo creer que alguien diga que las plantas sienten, pero no puedo creer que alguien diga (y lo diga en serio) que tienen una capacidad de sentir y de sufrir equivalente a la de los animales.
Así pues, si queremos causar el menor daño posible, a quienes primero tendremos que considerar es a los animales, porque es obvio que su capacidad de sentir y de sufrir es más compleja y más intensa que la de los vegetales, y porque, de todas formas, no comer animales es opción obligada para reducir lo más posible el consumo vegetal.
En definitiva, da igual la forma en que lo planteemos: la cuestión de si las plantas sufren o no sufren, no afecta en modo alguno a la cuestión de los animales. Podemos creer o no crer en la capacidad de sentir del mundo vegetal, pero nunca podremos poner esto como excusa o argumento para seguir comiendo animales.
Por eso, a ti que aún comes animales y crees en el sufrimiento de las plantas, te diría: puedes tratar de alimentarte del prana, o alimentarte sólo de frutos. O bien puedes tratar de comer las menos plantas posibles, o comer plantas tratadas mejor (p. ej., en agricultura biológica). O incluso puedes pedirlas perdón y darles gracias antes de comértelas, como hacían ciertos pueblos indígenas americanos. Puedes hacer todo o cualquiera de estas cosas, pero además, si realmente las plantas te importan, lo primero que tienes que hacer es… ¡dejar de comer animales!