Tarde fría, húmeda, ventosa, muy desapacible. La calle desierta. Al pasar cerca de un supermercado, me cruzo con una señora mayor, gitana, o rumana, no sé, que me pide alguna moneda. Lo intuyo, porque ni siquiera la entiendo, y camino tan deprisa que casi se diría que la estoy esquivando. Cuando vuelvo a pasar con el coche, la veo allí, en un banco, sentada, con la cabeza gacha, cubierta ésta por un pañuelo. Se me partía el alma, lo juro.