Las perforaciones petrolíferas contaminan el suelo marino en una área de veinte kilómetros cuadrados, y un tercio de esta superficie carece prácticamente de formas de vida.
Los campos eléctricos generados por los cables submarinos alteran la orientación de los salmones y de las anguilas. Además, la "bruma electrónica" perjudica el crecimiento de las larvas.
La proliferación de algas y la muerte de peces aumentan en todo el mundo de modo espectacular. Desde que Israel se negó a firmar el acuerdo de prohibición de vertidos marinos de basura industrial, sólo hasta 1999 la empresa Haifa Chemicals arrojó al mar sesenta mil toneladas de desechos tóxicos al año: plomo, mercurio, cadmio, arsénico y cromo llegan con las corrientes hasta Siria y Chipre. Las factorías de fertilizantes del golfo de Túnez bombean al mar diariamente 12.800 toneladas de yeso con fosfatos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) considera amenazadas a setenta de las doscientas especies piscícolas principales. Mientras tanto el número de pescadores sigue en aumento. En 1970 eran trece millones, y en 1997 eran ya treinta millones. Las redes de arrastre de fondo que se utilizan para pescar bacalao, lanzón y abadejo de Alaska son devastadoras, pues barren literalmente ecosistemas enteros. Los mamíferos marinos, los peces voraces y las aves marinas ya no encuentran presas.
El búnker C es el derivado del petróleo más usado por los barcos como combustible; antes de utilizarlo es refinado y se le quitan cenizas, metales pesados y sedimentos. Estos desechos resultan difíciles de eliminar y muchos capitanes no los evacúan según las normas, sino que son vertidos al mar en secreto.
Frente a las costas de Perú, a cuatro mil metros de profundidad, investigadores de Hamburgo ensayaron una recogida a gran escala de nódulos de manganeso. El barco pasó un arado-rastrillo en todas las direcciones por una extensión de fondo marino de once kilómetros cuadrados. Murieron infinidad de seres vivos. Años después la zona aún no se había recuperado.
En los cayos de Florida, en el curso de un proyecto de construcción se arrojó tierra al mar, que se depositó en los bancos de corales como si fueran arenas movedizas. Como resultado, gran parte de los seres vivos se asfixiaron.
Los investigadores marinos descubrieron que el aumento en la atmósfera de la concentración de dióxido de carbono producido por el uso creciente de combustibles fósiles obstaculiza la capacidad de formación de arrecifes. Cuando el CO2 se disuelve, el agua se vuelve más ácida. No obstante, para aliviar la atmósfera los grandes consorcios energéticos proyectan bombear directamente a las profundidades marinas grandes cantidades de CO2.
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