Casi todos los expertos coinciden en que es hoy por hoy, practicamente imposible, la reinserción de una persona que ha cometido delitos sexuales.
Y luego viene el pensar en qué pena se les pone. Si les va a caer la misma pena, por ejemplo cadena perpetua, por violar que por matar, lo más seguro es que primero violen y luego maten a la víctima y así tienen la posibilidad de librarse ya que la víctima no los va a poder reconocer.
Por otro lado, la justicia no puede ser venganza y por lo tanto, aunque debe proteger a las víctimas, no puede ponerse en su lugar y hacer lo que a ellas les gustaría hacer.
Respecto al perdón, con toda seguridad ha de ser dificilísimo, pero el perdon descarga y el rencor nos lastra. Cerrarse a perdonar, decir "no me da la gana de perdonar", es una reacción comprensible, pero sólo le hace daño a la víctima, que debe vivir con ese rencor, además de con el trauma.
Y perdonar no significa necesariamente que le deseemos larga y feliz vida al agresor, puede significar, simplemente, que dejamos de darle el poder de afectarnos, de lastrarnos, de enfadarnos, de entristecernos. Que dejamos que la ira se vaya y llegue la paz y la indiferencia hacia quién nos dañó.
Es un trabajo arduo, pero enriquecedor.