El ser humano lleva siglos y miles de años, millones ya pensamos que los alimentos son otros, crudos o no modificados por la agricultura, alimentándose de los alimentos que actualmente tomamos. Excluir algunos de ellos, que han llegado a tener una presencia constante en toda la gastronomía, da miedo a la gente, que se siente segura siguiendo la alimentación cultural, con el añadido supuestamente científico de la celebérrima proteína, etc ... Añadir que también se halla la proteína y demás sustancias en determinados vegetales es solo un arreglo y una especie de conveniente transar entre defensores de la dieta omnívora y vegetariana. Tiene mucha menos importancia la verdad que una forma que conviene a ambas partes en la discusión entre tradición y modernidad. Unos retiran en parte el prejuicio y siguen guerreando, teniendo de su parte a la cultura mayoritaria, inconsciente y bendecida en su alimentación, que solo tiene que alargar el brazo sin pensar y echar al cesto del supermercado, y luego a la sartén. Y si alguien protesta porque la facilidad parece el signo de la irreflexión aparecen todos los defensores del puchero, con todos los robustos cocineros de fama a la cabeza, y entronizadores de lo rural y la sabia abuela. No ganamos en simplicidad con el cambio al veganismo, y encarecemos notablemente todo plan para acabar con la hambruna, tanto si se elige la alimentación común como la vegetariana, que se vuelve cara siendo mucho más barata.
Como digo, el prejuicio no ha sido anulado, es alimentado por particularidades e historias de ciencia ficción, y comienza a hacerse omnipresente una especie de sustituto de la sustancia de la vida, que era la proteína, por la vitamina b12. Lo que era al principo una objeción de herbolario para quienes se quieren entendidos parece alcanzar cada noticia sobre dieta vegetariana que aparece en los medios masivos, ahora que comienza a aparecer alguna noticia cada pocos meses, sobre la nueva alimentación vegana.
La verdad, es que la nueva dieta vegetariana, que ahora prescinde también de lácteo huevo y miel, cuya novedad histórica es oscura (por no existir suficientes referentes culturales que den noticia), afronta toda clase de ataques de especuladores. La lista de sustancias que los vegetales supuestamente no aportan es muy larga, aunque comúnmente solo trasciende la vitamina b12, a poco que se rasca buscando conocimiento nos encontramos muchas más, como la vitamina D. El hecho es que ni siquiera la proteína ha sido totalmente vencida, sino que sobrevive como objeción mediante el paradigma de los aminoácidos. Valga como ejemplo el extraño discurso que dejó escrito el señor Valentín Fuster en uno de sus libros más vendidos para el público. Hablamos de uno de los cardiólogos más prestigiosos del mundo, premio Príncipe de Asturias. Esto nos remite al tal vez el asunto más descorcentante respecto a dieta vegetariana y salud. La relación con la enfermedad cardiovascular. Parece que los médicos vegetarianos solo pudieran aportar estudios a grupos que demostraran una ventaja indeterminada. Pero esto se contradice en su modestia con las afirmaciones de médicos como el americano Esselstyn, y con aquello que toda la medicina afirma, sobre el origen de la aterosclerosis. El sentido común parece señalar en una dirección pero la abrumadora mayoría médica guarda silencio; mientras los médicos de familia sugieren ante los análisis de algún vegano o vegetariano, que ojalá la parroquia siguiera la receta, para absurdo de toda recomendación oficial.