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lunes, 25 de mayo de 2015

¿ES EL ESPECISMO UNA RELIGIÓN?


El veganismo se ve a menudo sometido a la acusación de ser una religión o una secta. Este ataque es tan sumamente gratuito y falto de fundamento que no merece la más mínima atención. No obstante, a mí no deja de generarme una pregunta: ¿Qué pasa con el especismo? ¿Puede considerarse al especismo una religión? Veamos:

No suele ser fácil determinar con precisión cuáles son los parámetros exactos bajo los cuales se define una religión (aclaro de entrada que no distingo a las religiones oficiales de las sectas para este análisis), pero estaremos de acuerdo en que hay un buen número de rasgos comunes y coincidentes. Uno de ellos es el seguimiento de dogmas de fe. Todas las religiones exigen en última instancia creer y seguir ciertas máximas preconcebidas sobre las cuales no se acepta cuestionamiento alguno. ¿Presenta el especismo este rasgo? Sin duda. «No se puede comparar a los humanos con los animales [nohumanos]», «necesitamos proteína animal», «los animales [nohumanos] están para eso» y algunos otros dogmas similares son repetidos con tanta asiduidad y de forma tan sentenciosa, que no habría demasiados obstáculos en catalogarlos incluso de mandamientos.

Otro aspecto identitario de las religiones es la presencia de deidades. ¿Posee el especismo tal atributo? Pues también. Los fieles al culto especista poseen su propio ser superior, alguien a quien adoran por encima de todo, a quien se esfuerzan en contentar, quien está por encima del bien y del mal, alrededor de quien gira todo el universo y es la razón de ser de todas las cosas: el propio ser humano. Incluso los menos especistas de entre los especistas, aquellos con cierta disposición a concederles algún nivel de consideración a los nohumanos, no dejan de exigirles para tal privilegio un mínimo grado de proximidad a este dios.

Todas las doctrinas religiosas cuentan a su vez con sus propios mitos y leyendas, y el especismo no les va a la zaga tampoco en este particular. Cuenta la leyenda especista que la venerada divinidad humana alcanzó su glorificación sirviéndose del resto de animales. Al estilo de Hércules y sus doce pruebas, el ser humano habría querido abandonar su naturaleza terrenal dominando al resto de criaturas. Derrotó y devoró a todo otro animal que osó ponerse en su camino, una odisea que, según las escrituras especistas, hinchió al humano de unas facultades tales que le otorgaron la categoría de semidiós que hoy se le concede. Para muchos especistas, rendir tributo a esta leyenda cobra un carácter prácticamente obligatorio, celebrado generalmente bajo la repetición casi melodiosa del condensado mantra: «comer animales nos hizo más inteligentes».

Todas las religiones aparecen bien organizadas y estructuradas, y el especismo no tiene parangón en esto. La explotación de nohumanos está perfectamente coordinada, legislada e institucionalizada. El especismo cuenta con una infinidad de organizaciones, colectivos, asociaciones, federaciones, manuales y convenciones dedicados a guiar su buena práctica, estando incluso protegida con subvenciones y administración gubernamental. Puede que parte de los impuestos de los españoles ya no vaya a parar por decreto a las arcas de la iglesia católica, pero sí a la especista.

No faltan en el credo especista tampoco los ritos y días ceremoniales de todas las religiones. Desde las temporadas de caza y los campeonatos de pesca hasta la matanza tradicional del cerdo o el día de acción de gracias, el calendario especista presenta un sinfín de fechas señaladas para la reafirmación de su fe. Es más, algunos de sus más populares rituales, tales como las corridas de toros o los rodeos, están enteramente ideados con el propósito explicito y principal de ensalzar la superioridad humana que se pregona. No olvidemos tampoco que a los asesinatos que se cometen bajo el amparo del especismo suele concedérseles un nombre tan propio de las religiones como es el de «sacrificios».

Las creencias religiosas se transmiten de manera generacional y terminan teniendo una fuerte influencia en el terreno cultural. Estos son sin duda algunos de los rasgos más característicos y reconocibles de las creencias especistas. La mayoría de festividades y actividades populares se conmemoran en torno a alguna forma de explotación animal, el especismo está representado en la televisión, en el cine, en la música, la literatura y todo el arte en general, y los hijos de familias especistas son adoctrinados en su credo desde la más tierna infancia, tanto en el ámbito familiar como el escolar, donde se obliga a los niños a repetir y memorizar una retahíla de dogmas tales como «las vacas nos dan leche», «las gallinas nos dan huevos» o «las ovejas nos dan lana». Los evangelios especistas tienen tal calado que cualquier especista le recordará a la mínima oportunidad que «siempre se ha hecho así».

Se suele acusar al veganismo de religión o secta debido a su supuesto carácter impositivo y a la presencia de “gurús apostólicos” del veganismo. Jamás nadie se ha hecho vegano a punta de pistola. La imposición de la que se habla es simplemente el activismo propio y necesario de toda causa social. Y los “gurús” no son otra cosa que pensadores comprometidos con dicha causa cuyas obras han venido sirviendo de referencia para los activistas. Llamar “gurús” del veganismo a estos autores sería lo mismo que llamar “gurú” a Gandhi o Martin Luther King por haber sido las personalidades más representativas de los movimientos que defendieron.

Pero el especismo tampoco está libre de estos pretendidos “pecados” de religiosidad. También éste cuenta con innumerables “gurús”, desde Aristóteles o Descartes hasta el más reciente filósofo Fernando Sabater, por mencionar algunos de los muchos que han dedicado buena parte de sus energías a difundir el especismo y cuyas obras han servido de fuerte inspiración para sus defensores.

Por otro lado, el proselitismo especista es sobradamente conocido. Basta echar un rápido vistazo a las webs, blogs o foros veganos para comprobar que la intromisión en ellos de personas especistas es una tónica muy habitual, como también lo es la regular aparición de todo tipo de material de fomento especista. De hecho, el especismo sí tiene un indudable carácter impositivo; el especismo es impuesto sin remisión sobre millones de individuos nohumanos que pagan con sus vidas las creencias de unos pocos. E incluso muestra tendencias inquisitoriales, como podría serlo, por ejemplo, la incontable cantidad de trabas y censura que tienen que superar siempre los mensajes que se atreven a cuestionar los credos especistas por parte de los medios informativos, los mismos medios informativos que venden de buena gana en cambio las maravillas del especismo o ideas tales como que las vacas de las granjas y mataderos se pasan el día muertas de risa.

Finalmente, no puedo dejar pasar por alto que algunos especistas contemplen como una especie de herejía satánica el hecho de que la mayoría de veganos tomemos regularmente un suplemento de B12 para asegurar el correcto suministro de esta necesaria vitamina. Aunque en este caso no se trate de una característica tan común, no deja de llamarme la atención la sorprendente analogía que esta actitud guarda con aquellas religiones o sectas que repudian la ingesta de medicamentos y productos químicos por considerarlos contrarios a los designios divinos, un argumento que se asemeja poderosamente a la “antinaturalidad” que imputan los especistas a los suplementos de B12.

Creo que es momento ya de aclarar que todo lo dicho hasta ahora está sugerido en tono completamente satírico, aunque al menos he procurado evitar en la medida de lo posible el exceso de ligereza y superficialidad con que acostumbra a estar formulada la misma acusación cuando va dirigida al veganismo. Ese ha sido precisamente el propósito de este texto, hacer notar lo ridículo pero a la vez sencillo que resulta acusar de “religión” o “secta” a cualquier corriente de pensamiento que se nos antoje. También otras doctrinas como el feminismo, el marxismo, el humanismo o el capitalismo (¡e incluso el ateismo!) han venido siendo acusadas de ser una religión, pero estos patéticos ataques lo único que consiguen es poner en evidencia los pobres recursos argumentativos de quienes se sirven de ellos.

El veganismo está muy lejos de ser una religión. El veganismo es ética básica. Si la regla de oro de la ética exige respetar los intereses de todos y el resto de animales también tienen intereses, entonces estos deben ser respetados igual que queremos que sean respetados los nuestros. Eso es el veganismo, ni más ni menos. Se trata de una sencilla deducción lógica, y quien la acepte ya habrá aceptado el veganismo. A partir de ahí sólo quedaría ser igualmente lógicos en la práctica y actuar en coherencia con esa aceptación. Las pocas ganas que tiene la gente de hacer esto último es lo que la empuja a buscar desesperadas y absurdas maneras de eludir la ecuación primera e intentar salir de la profunda disonancia cognitiva en la que se queda atrapada, incluyendo, claro está, la de acusar a quienes nos hagan ver esa contradicción como unos correligionarios que quieren “imponer su verdad”. Nos encanta eso de convertir la verdad, en tu verdad cuando choca con nuestra verdad. De repente nos asalta un complejo subjetivista.

Cuando se acusa al veganismo de ser una religión, se hace únicamente con la deshonesta pretensión de atribuirle todos los aspectos negativos que asociados a éstas, especialmente una base sentimental e irracional; pero por eso mismo el especismo estará siempre más próximo a las religiones, porque se trata de un mero prejuicio moral carente completamente de racionalidad y surgido del sentimiento personal y subjetivo de cada uno, siendo los prejuicios, además, los pilares sobre los que se han sustentado siempre las doctrinas religiosas. No en vano, todas las religiones pasadas y presentes han defendido el especismo de una u otra manera, e incluso aquellas que no lo hacen de una manera tan manifiesta reservan igualmente categorías diferentes para los humanos y los demás animales. No obstante, cabe señalar el hecho no menos significativo de que las religiones más “generosas” con los animales nohumanos sean aquellas que se rigen por la máxima de la no-violencia.

No hay religiones aquí, sino dos maneras opuestas y enfrentadas de ver la violencia que se ejerce sobre el resto de animales. Quienes defiendan esa violencia no tendrán reparos en frivolizar con ella, pero millones de víctimas inocentes se suceden mientras tanto, y tenemos la imperiosa obligación de decidir qué postura adoptamos frente a este hecho. Confío en la buena voluntad de la mayoría de la gente y en que esta terrible injusticia no siga siendo ignorada por mucho más tiempo. En ello pongo mi fe.



Publicado por Igor Sanz en 11:28